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- ¿Quién habla? ¡Aparecé! ¡Mostráte cagón! - Gritó con furia Julián.
- Tus hilitos de viento son muy buenos, lástima solo los hayas tendido sobre el suelo.

Mierda, pensó Julián. Esos tipos habían estado observándolos y estudiándolos. Habían visto su sistema de alerta y encontraron la manera de evadirlo. Las vibraciones que él había sentido, de donde provinieron las primeras flechas, seguramente habían sido intencionadas, para que descuidara su retaguardia. No había considerado un acercamiento por sobre los árboles. Seguramente los enemigos habían visto eso y aprovecharon para rodearlos por el aire.

- Cuidado, nos estuvieron observando. Prepárense para escapar. - Dijo Julián nervioso.
- En tus sueños pendejo. - Dijo otra voz, mucho más cerca, que venía del lugar que había previsto Julián.

Entonce vieron a sus atacantes. Los del frente se acercaron y entraron en su campo de visión. Tres al frente. Todos armados con arcos y flechas, así como con cuchillos colgando de sus cinturones. Luego escucharon un ruido a sus espaldas, era el chasquido de la tierra al ser aplastada por el descenso de otros dos enemigos que descendieron de un salto del árbol del cual habían disparado la última flecha.
El grupo era diverso, había cuatro hombres y una mujer. Todos de diferentes edades, al parecer entre los catorce y cuarenta años.
¿Qué carajos? Pensó Tadeo. ¿Una familia cazadora?

- ¿Estás bien? - Cristian miraba el corte de su novio.
- Ja, eso es un rasguño nene. Yo me preocuparía por otras cosas. - Dijo el más grande del grupo, ubicado al frente de los amigos.
- ¿Qué quieren? - La voz de Julián era fría como el hielo.
- ¿Qué queremos? ¡Jaja! Todo. Nada. Divertirnos. Y por supuesto, un botín. - Su sádica mirada se dirigió a sus mochilas.
- No queremos peleas, solo estamos cruzando el bosque. Váyanse y conserven la vida. - Dijo desafiante Julián.

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