Quería ganar tiempo para que Cristian atacara libremente, pero su novio se estaba tardando lo suyo y las pelotas de fuego cada vez pasaban más cerca suyo.
Buscó a su novio con la mirada, desde el aire, buscando el motivo de la demora.
Cuando lo vio se sorprendió mucho.
Cristian estaba completamente envuelto en una especie de capullo de agua, como si fuera una oruga esperando renacer.
Una serpiente naranja, ardiente y de ojos rojos como la sangre se enrollaba en el capullo de agua, apretando como si fuera una boa de fuego.
Julián vio que Cristian aguantaba sin problemas, pero la envoltura acuática requería de toda su concentración.
Tenía que pensar en algo y rápido.
Tadeo sabía que correr no era la respuesta, pero quería alejarse de la casa. Temía que algún ataque impactara contra ella.
Una vez en el claro se detuvo y lanzó rápidas bolas de fuego al hombre de los látigos. Éste las azotó con sus armas materializadas y se frenó.
- Deberías seguir corriendo. No tenés oportunidad contra mi.
Tadeo temía que eso fuera cierto, pero no era momento para dudar, ya no había vuelta atrás.
Esperó los siguientes latigazos que vinieron desde ambos lados y se protegió con ambos brazos cubiertos en llamas.
El primer golpe fue el del látigo que su rival sostenía con la mano izquierda. Fue detenido totalmente por la defensa de Tadeo. El segundo en cambio si produjo daño, aumentando el dolor que Tadeo ya tenía en ese brazo.
El dolor fue intenso, pero esta vez no gritó. Estaba concentrado, estaba identificando a su rival, como le había enseñado Claudio. Y ya tenía una ventaja, conocía el brazo hábil de su contrincante. Su plan iba tomando forma.
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