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Después de un buen rato en el que Tadeo había estado leyendo las cartas mientras Cristian y Julián hablaban poco y muy bajo, dijo:

- Flasheás vampi. Acá no dice nada de que Tomás tuviera poderes.
- No dije que lo dijera...
- ¿Y entonces?
- Pero hay indicios.
- Meh. Nada que ver vampi. Cualquiera.
- Ok Tadeo. Lo que digas. - El tono de Julián se volvió frío como el hielo que podía crear su novio.

Tadeo quedó desconcertado por la respuesta. Quería seguir hablando del tema pero Julián no le había dado lugar a hacerlo.
Optó por irse a la cocina, donde casi chocó con Julio por ir con la cabeza en otro lado.

- ¡Uy! Perdón.
- ¿Ya cenaron? - Preguntó Julio inesperadamente amable, ignorando el tropiezo de Tadeo.
- Emmm... No...
- Pensábamos comer afuera, vengan si quieren.

¿Eso era una invitación? Tadeo supuso que si, aunque el tono hosco de Julio lo hizo dudar al principio.

- B-bueno... Gracias...

Tadeo les avisó a sus amigos y todos ayudaron a armar la mesa al aire libre. La noche estaba realmente especial para pasar la velada afuera.
Luego de un rato cenando, Julián interrumpió la tranquilidad de la noche.

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- Hola amor. ¿Qué lees?
- Hola chicos. Cartas.
- ¿De...? - Preguntó Cristian.
- Son cartas  para Tomás. - Dijo Julián levantando la mirada hacia sus amigos, había dolor en su mirada.
- Ahh...
- Algunas son de antes de que lo mataran. De sus tíos, primos y hasta de algún amigo... Otras son posteriores. Al parecer nunca "encontraron" a los culpables; aunque no se nota ningún esfuerzo por la policía en hacerlo.
Hay cartas de la policía explicando su fracaso, abogados hablando de pasos a seguir, familiares y vecinos intentando reconfortar... Al parecer mucha gente rodeaba a nuestros anfitriones antes de lo de Tomás...
- Qué triste... - Dijo Cristian.
- Eso no es lo peor... Las últimas cartas son de Marta...
- ¿Mmm? ¿Para quién son? - Preguntó Tadeo.
- Son para Tomás también. Marta siguió escribiéndole. Le contaba cosas de la vida cotidiana al principio... Después  se transformó en una especie de diario íntimo que habla principalmente del deterioro que ambos sufrieron y los cambios en Julio.
- Eso... Es terrible...
- Si... Y hay más...
- ¿Qué?
- No queda en claro, pero hay frases, o palabras, que me hacen sospechar que el niño tenía dones.
- ¿Dones? ¿Era un Manipulador? - Preguntaron los dos amigos asombrados.
- No se. Como les dije, no queda en claro. Pero me da esa sensación.
- Mmm... A ver pasame las cartas vampi, dejame ver. - Pidió Tadeo.

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Los amigos siguieron entrenando un rato más hasta que el agotamiento los venció y volvieron a la casa. Ambos estaban satisfechos de comprobar su nuevo nivel de poder.

Al regresar encontraron a la pareja de ancianos sentados en unas sillas desvencijadas, tomados de la mano. Contemplaban la puesta del sol.
Hubo algo en esa escena que se grabó en la mente de Tadeo. Como un cuadro que no pudiera descolgarse.
La mirada de ambos volaba hacia el sol escondiéndose, pero eran diferentes. La de Julio mostraba cansancio, dolor y angustia. Parecía la mirada de alguien que carga un gran peso hace mucho tiempo, demasiado quizás; pero aún así no se acostumbra. La mirada de alguien que quiere hacer algo, quiere proteger algo; pero se siente cansado y abatido y ya no sabe cómo hacerlo.
Los ojos cansados de Marta dejaban ver otros sentimientos; había pena. Había angustia sin duda, pero parecían los ojos de quien ya ha sufrido lo impensable, pero lo ha aceptado y ha hecho las paces con su alma y su pasado; ha llegado a una comprensión más allá del tiempo y se ha liberado de este mundo.

Todas esas sensaciones quedaron impresas en la imagen que retuvo Tadeo de un simple momento, como era ver a dos viejos amados sentado lado a lado, tomados de la mano, mirando al sol ponerse, quién sabe ya cuántas veces.

- Ey Teddy ¿Estás bien? - La voz de Cristian lo devolvió a la realidad.
- Ehhh... S-sí... Sí. Colgué. No pasa nada.

Los amigos fueron a la pieza de Tomás y encontraron a Julián despierto, leyendo.

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Tadeo contemplaba horrorizado la escena, pero Cristian estaba tranquilo. A medida que se acercaba al suelo, materializó potentes chorros de agua que impactaron contra el suelo y fueron frenando el descenso hasta que llegó al suelo suavemente como si fuera la hoja de un árbol cayendo.
Tadeo se reunió con su amigo.

- Parece que no puedo elevarme, pero una vez cerca del suelo puedo frenar la caída.
- Yo puedo volaaaar y vos noooo lalala.
- Tarado. A ver, volá de nuevo.
- A la orden.

Cristian esperó a que su amigo alcanzara su altura máxima y entonces atacó.
Disparó chorros de agua hacia las manos de su amigo.
Los propulsores de Tadeo comenzaron a apagarse reduciendo la altura hasta que se extinguieron del todo. Tadeo quiso frenar la caída pero sus empapadas manos y la caída libre no lo ayudaban a concentrarse.
Cuando estaba por impactar contra el suelo, Cristian lo envolvió en una burbuja que anuló la caída de su amigo con un leve rebote y desapareció dejándolo empapado en el suelo.

- ¡Rubio la pu...! - Empezó a gritar el accidentado.
- Jajaja. - Cristian no podía controlar la risa.
Te pasa por creído y por boludo. Jajaja.

Tadeo se secó usando sus poderes, como le había enseñado su maestro. Sentir el calor desde el centro de su cuerpo y hacerlo emanar, cuidando la intensidad para no quemar nada. Ese nada podía ser tanto su ropa, como su pelo, según había aprendido de primera mano.

- Bueno nada, te felicito amigo. - Cristian todavía se secaba las lágrimas de los ojos de tanto reirse.
- Envidioso...
- No, en serio te digo bolu...

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- ¡Ey! ¡Qué copado Teddy! ¡Estás flotando! - Dijo Cristian asombrado.
- ¿Viste rubio? ¡Es genial!

Tadeo aumentó la potencia y se elevó casi metro y medio. Al parecer ese era su límite.

- ¡Wow! ¡Estás volando!

Tadeo estaba feliz. Sentía el poder emanar de su cuerpo y podía manejarlo y controlarlo fácilmente. Lo que lo hacía sentirse confiado.
Comenzó a probar distintas maniobras. Sabía que no podía dejar de mantenerse en el aire, así que para avanzar no apuntó ambas palmas hacia atrás, sino una sola. Mientras con una se mantenía arriba con la otra avanzaba, aunque su altura había disminuido al resignar una mano.
Le resultaba difícil moverse hacia donde deseaba, pero de a poco le iba agarrando la mano.
Finalmente descendió con cierta dificultad.

- Ahora todos vuelan menos yo... - Dijo haciéndose el ofendido Cristian.
- ¿Y si probás? Capaz también podés propulsarte.

Cristian pasó un buen rato intentándolo sin éxito, mientras Tadeo mejoraba poco a poco su técnica.
Entonces Cristian subió a uno de los árboles del claro usando las ramas.

- ¿Qué hacés rubio? - Le gritó Tadeo desde su lugar a unos metros de su amigo.

- Quiero probar algo...

Y entonces Cristian saltó desde lo más alto que pudo subir al árbol.

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Julio comenzó con los trabajos en el granero, donde los animales se habían calmado un rato después de que el ruido de la lluvia sobre el techo de chapa cesara.
Cristian observó con atención cómo el anciano atendía a los animales. Nunca había estado en una granja y conocía muy poco de las labores propias del rubro.
Notaba que Julio lo hacía parecer mucho más sencillo de lo que suponía que era. Seguramente llevaba décadas dedicado a eso.
Quiso empezar conversación algunas veces con preguntas o comentarios sobre lo que hacía Julio, pero solo recibió respuestas secas que no daban lugar a seguir hablando.
Por suerte para el mediodía la lluvia paró y pudo dejar de concentrarse en ella.
Decidió que ya no tenía sentido seguir en el granero así que volvió a la casa, donde Marta y Julián preparaban el almuerzo y Tadeo terminaba de bañarse después de haber organizado las pertenencias de su mochila.

- ¡Ey Teddy! ¿Entrenamos? - Le dijo Cristian al cruzarlo en el pasillo que conectaba el pequeño baño con la habitación de Tomás.
- ¡Sí dale! Ya dejó de llover ¿No?
- Si. Vamos.

Los dos amigos fueron al mismo claro en donde Tadeo había entrenado el día anterior.

- ¿Querés hacer algo en particular o no...? - Preguntó Tadeo.
- Emmm... No... No se... Creo que no... ¿Qué hacemos?
- Si querés te muestro lo que hice ayer.
- Ah si. Dale.

Tadeo tomó distancia de su amigo y relajó su cuerpo. Comenzó a concentrarse, sintiendo el poder en su interior. Visualizó lo que quería materializar y creó los chorros de fuego propulsores que comenzaron lentamente a desprenderlo del suelo, elevándolo a pocos centímetros de altura.

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Lo que estaba haciendo no era difícil. Sólo tenía que modificar levemente el recorrido del agua. No estaba manteniendo seco el techo de la casa porque sería más difícil, sino que una vez el agua caía sobre este, la hacía correr hacia los lados para que no se colara por las goteras.
La dificultad sería seguir haciendo eso y mantenerlos a ellos secos al alejarse de la casa. La distancia complicaba el control.
Cuando llegaron al granero encontraron a los animales revueltos y salpicados. Ahí sí se había colado el agua.

- Supongo que te olvidaste del granero...
- Sí, perdón. - Respondió Cristian avergonzado.
- Los animales se asustan cuando llueve. El ruido del agua en el techo de chapa los pone frenéticos. Peor si hay truenos.
- Puedo ayudar con lo primero...

Cristian se concentró entonces en el entorno. Necesitaba sentir con sus poderes el agua aproximándose al techo del granero para poder desviarla.
Agradeció su entrenamiento con Julián sobre concentraciones múltiples. Ya que ahora no solo hacía correr el agua del techo de la casa hacia los lados, sino que también desviaba el agua próxima al techo del granero, de modo que ni una gota lo tocaba.
El repiqueteo de la lluvia sobre el granero paró instantaneamente.
Julio se quedó pensativo y dijo:

- Gracias, eso va a hacer las cosas más faciles.

- Es bueno serle útil a nuestros amables anfitriones. - Cristian supo que sería lo máximo que podía pretender del viejo y le respondió alegre.

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- Yo creo que va a encontrarlo bastante útil. - Se metió Julián en la charla.

Julio los miró con indiferencia un rato y luego dijo:

- Está bien. Desayuná y después seguime. A ver si servís de algo.

Los tres amigos desayunaron y Cristian se dirigió a la puerta con Julio.
Marta aún no había aparecido.

- ¿No te vas a traer un paraguas? - Le preguntó Julio.
- Me ofende. - Respondió Cristian divertido.

Abrió la puerta y salió tranquilamente. Julio lo miraba atónito.
El agua caía fuertemente alrededor de la casa y sobre el techo, pero no sobre Cristian, quien estaba seco como si nada pasara.

- Venga. Sirve para los dos.

Dudoso Julio lo siguió.
Salió de la casa y automáticamente miró para arriba.
El agua caía, pero a menos de un metro de su cabeza se desviaba hacia los lados. Cayéndo cerca de él pero sin tocarlo.

- Ya me parecía raro tanta lluvia y no tener que poner los baldes para las goteras...

Cristian le devolvió una sonrisa y se fueron juntos al granero.

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- ¡Cristian la pu...! - Dijo enojado entreabriendo los ojos.
- Yo no soy Teddy. Llueve. - Respondió cerca su amigo.

Tadeo notó que la gota que caía en su rostro no era producto de su amigo, sino de una gotera en el desvencijado techo.

- Podrías haber hecho algo. ¿No? - Espetó Tadeo enojado.
- ¿Hacer qué? ¿Qué podría hacer yo con la lluvia? - Se hizo el ofendido el Manipulador agua.

Tadeo estuvo a punto de responderle, pero luego abrió bien los ojos secándose el rostro con la mano y vio que solo él había sido salpicado. El resto de la habitación estaba completamente seca.
Miró hacia el techo y notó varias entradas, pero al parecer solo por la que estaba arriba de su cabeza se colaba el agua.

- Jaja. ¡Qué gracioso!
- De hecho lo fue. - Rió Cristian.
- ¿Hace cuánto llueve? ¿Qué hora es?
- Casi las diez. No se. Más de dos horas.
- ¿Y hace cuánto estás desviando el agua de todas las goteras menos la mía? - El tono denotaba odio.
- Sería incapaz de hacer tal cosa amigo.

Julián se despertó por las risas de su novio.
Luego de que los tres se levantaran y fueran a desayunar, se cruzaron con Julio que estaba preparándose para salir bajo la lluvia.

- Ehhmmm... Disculpe... ¿Quiere que lo acompañe? - Preguntó Cristian.
- A menos que sepas ordeñar una vaca, no me servirías de nada. - Le respondió seco.

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Llegada la noche Julián ya estaba dormido y los otros dos amigos cenaron solos, esta vez no se les unió nadie, pero Marta les había dejado algo preparado.

- ¿Entrenamos mañana rubio?
- Estaba por decirte lo mismo.
- ¿Juli podrá...?
- No. Y aunque pudiera no tiene sentido. Estamos demorando el viaje para que él se reponga, sería ilógico que entrenara.
- Ah... Claro... - Tadeo se sintió estúpido.
- ¿Y me vas a contar cómo te golpeaste?

Tadeo ya se había olvidado, pero tenía raspones en la cara.

- Mmm... Mañana te muestro. - Respondió misterioso.
- ¿Eso significa que mañana vas a volver a golpearte?
- ¡No tarado! ¡Que mañana te muestro! ¡Pero sin golpearme!
- Yo no voy a contradecirte si tenés algún deseo de muerte o te cabe el masoquismo...
- Sos un idiota... Ya te vas a sorprender.
- ¿Si? ¡Wow! ¿Por fin voy a poder ver al gran quematodo en acción?
- Jaja. Mañana veremos si te seguís burlando.

Pasado un rato, levantaron lo ensuciado y dejaron todo limpio. Luego fueron a acostarse y no tardaron en dormirse.

Al otro día, Tadeo se despertó sobresaltado.

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Terminaron de almorzar y Julio fue el primero en retirarse, argumentando sobre algo que debía hacer en la granja.
Cristian ayudó a su novio a ir al cuarto y acostarse y Tadeo se quedó lavando los platos con Marta.

- Gracias de nuevo por recibirnos... Yo se que no es fácil para ustedes tenernos acá. - Dijo Tadeo.
- Tranquilo hijo. Creo que comprobar que hay gente con sus habilidades que no pretende hacer el mal o estafar a los que no los tenemos, es lo que necesitamos para terminar con este recelo. Dale tiempo a mi marido, ya lo va a comprender.

Tadeo no supo qué responder y se quedó pensando sobre lo que acababa de decirle la anciana.
Fue al cuarto del hijo muerto de la pareja.
Cristian hablaba con Julián, que estaba acostado otra vez.

- Es por eso que no les gustan los Manipuladores...
- ¿Poniéndolo al día? - Interrumpió Tadeo.
- Tuvimos mucha suerte. Debés haberles dado lástima. - Se burló Julián.
- ¿Pusiste cara de perrito mojado y pediste por favor? - Dijo entre risas Cristian.
- ¿O te hiciste encima cuando te encañonaron? - Agregó su novio.
- ¡Basta estúpidos! - Dijo entre enojado y divertido Tadeo.
Ya les dije que fue Marta. Ella lo convenció a su esposo. O en realidad lo obligó. Él no llegó a aceptar nada, no tuvo oportunidad.

Los tres amigos siguieron hablando toda la tarde de diferentes cosas. De la casa y sus dueños, de lo sucedido en el bosque y las dos Ascensiones y de los planes a futuro.
Acordaron esperar dos o tres días más hasta que Julián se recuperara del todo y continuar viaje hacia El Pedruzco. No debían estar a más de tres días de caminata.

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- Uhmmm... ¿Cómo explicarlo...? La Ascensión... Digamos que es una respuesta natural e involuntaria de los Manipuladores ante una situación de peligro o de adrenalina intensa. Tiene dos efectos, uno momentáneo y otro residual. El momentáneo nos permite realizar cosas que jamás habríamos podido hacer antes. El residual aumenta nuestras habilidades para siempre.
- ¿Qué hiciste? - Preguntó Julio mirando fijamente a Julián.
- No entiendo la preg...
- ¿Qué fue lo que hiciste con esa "Ascensión" que no habrías podido hacer antes? - Interrumpió el anciano.
- Ahh... Nos hice volar... - Respondió pensativo Julián.
- ¿O sea que ahora pueden andar volando por ahí? - Preguntó con recelo Julio.
- No. No... No creo... - Julián dudaba.
No se, será cuestión de entrenar e intentarlo cuando esté mejor. Pero no. El efecto momentáneo de una Ascensión siempre es mayor al residual. Es decir, no por haber hecho algo al momento de Ascender, significa que lo podamos repetir después.

Julio no hizo más preguntas y por un rato se formó un incómodo silencio.

- Como te decía Tadeo... No fueron las heridas, sino la Ascensión lo que me tuvo agotado.
- Ahh...
- Podrías haber muerto. - Dijo Cristisn mirando a su novio con cierto enfado.
- Íbamos a morir de todos modos. Además... Como si pudiera controlarlo... - Resongó Julián.

Tadeo se quedó pensando en esa frase. Es cierto que Ascender era un motivo de alegría para cualquier Manipulador, ya que lo volvía más fuerte. Pero no podía negar que era una maldiciòn a su vez. No era voluntario ni controlable y podía causar la muerte.

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Luego de lavarse la cara y las manos salió del baño y fue al cuarto, necesitaba otra remera de las que tenía en su mochila.
Cuando entró vio a Cristian y Julián sentados lado a lado en la cama y Marta de pie.

- ¡Ey vampi! ¿Cómo estás?
- Hola Tadeo. Bien y vo... ¿Estás bien? - Dijo al ver la remera manchada de Tadeo.
- Si, si. No pasó nada, tropecé. - Dijo rápido Tadeo, quería cambiar de tema.
- ¿Necesitás curaciones Tedd...? - Empezó Cristian.
- No ya fue. - Lo cortó Tadeo.
- Hora de almorzar. - Dijo la anciana.

Julián se levantó luego de varios días, con la ayuda de su novio y todos se dirigieron al comedor.
Julio se les unió al rato y comieron todos juntos.

- ¡Qué bueno que ya te pudiste levantar vampi! ¿Eran muy graves las heridas? - Preguntó Tadeo.
- Si y no. Las heridas fueron... Molestas... Sobre todo la del tobillo... Esa trampa de mierda... Pero lo que me tuvo así casi desmayado tanto tiempo no fueron las heridas ni el sangrado. Fue la Ascensión.
- ¿Qué cosa? - Intervino el viejo.
- La Ascensión. ¿Nunca escucharon de eso? - Preguntó Julián atónito.
- En esta casa no se habla sobre cosas raras. - Contestó secamente Julio.
- ¿Qué...?
- Dejá amor, yo les explicó lo interrumpió rápido Cristian.

Tadeo entendió entonces que Julián no sabía nada del desprecio de la pareja de ancianos por los Manipuladores.

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Lentamente sus pies se fueron despegando del suelo, a medida que su cuerpo flotaba.
La sorpresa mezclada con alegría lo invadió, haciendo que sus brazos temblaran y su concentración se rompiera. El resultado fue Tadeo cayendo al suelo de rodillas poco menos de medio metro.
Si bien el impacto fue doloroso, estaba abrumado por la felicidad. Había flotado. Otra vez.
Volvió a intentarlo pero el cansancio no le permitió siquiera despegarse del suelo.
Se tendió en el suelo a descansar. Pensando en lo que acababa de hacer.
Pasado un rato y con el ritmo cardíaco normalizado, volvió a intentarlo.
Esta vez se elevó a más de un metro del suelo y pudo mantenerse relativamente estable.
El problema fue cuando quiso desplazarse. Torció sus palmas apuntando ligeramente hacia atrás, lo que lo propulsó un poco hacia adelante. Pero su cuerpo comenzó a caer.
Justo antes de chocar con el suelo pudo frenar el descenso al apuntar otra vez con sus palmas hacia el suelo.
Entonces Tadeo comprendió que su manera de flotar, o en el mejor de los casos, volar, era una especie de motor a propulsión, inverso hacia donde apuntara sus palmas y por ende sus chorros de fuego.
Si apuntaba hacia abajo, subía o se mantenía flotando. Si apuntaba hacia atrás, iría hacia delante.
Volvió a tomarse un buen rato para descansar y volvió a intentarlo. Esta vez no quiso elevarse, directamente apuntó hacia atrás con los pies en el suelo y comenzó a avanzar. El problema eran sus pies trabándose en el suelo, forzándolo a dar pasos.
Dio un salto, liberando a sus pies de  la resistencia ofrecida por el piso y salió propulsado a gran velocidad, lo que lo tomó por sorpresa y terminó aterrizando con la cara en el suelo y arrastrándose unos metros.
La cara le ardía y sentía el calor de la sangre sobre el rostro.
Se limpió como pudo con la remera y decidió volver a la casa.
No quería que lo vieran así. Entró sin hacer ruido y se fue directamente al baño a limpiarse. Vio la puerta del cuarto cerrada y supuso que Marta y Cristian seguirían con las curaciones de Julián.

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Se fue a un claro que había a unos trescientos metros de la casa.
Pocos árboles lo rodeaban, formando una especie de círculo, dejando un terreno plano en el centro y despejado.
Su primer objetivo era comprobar su nivel de poder. Quería asegurar lo que sospechaba, la Ascensión durante su examen.
Se sentía un poco tonto al respecto. Cualquiera notaría haber Ascendido y si bien el se sentía diferente, nunca le había sucedido antes, entonces no podía asegurarlo.
Lo primero que hizo fue materializar pelotas ígneas.
La velocidad con que lo hizo ya demostró una diferencia. Pero no fue lo principal. Sin esforzarse había conseguido formar una en cada mano y eran casi igual de grandes, bastante más que antes, siendo la de su mano diestra apenas mayor.
Lo que lo sorprendió fue la sensación de poder. Sentía el mismo calor y conexión hacia sus materializaciones de siempre. Pero ahora notaba un poder mucho mayor. Como si estuviera seguro que ahora sus bolas de fuego hicieran mucho mas daño.
Tadeo hizo desaparecer sus creaciones y decidió probar otra cosa. Creó una columna de fuego tan intensa como pudo.
Se centró en darle intensidad y poder. El resultado fue un pilar ígneo, de casi dos metros de altura y poco más de un metro de ancho.
Empezó entonces a probar diferentes cosas. Quiso aumentar su tamaño. Y solo pudo lograrlo reduciendo la potencia.
Al parecer ese era su límite. Si quería agrandar el tamaño, tenía que resignar intensidad. Lo mismo sucedía con el tamaño, notó que podía aumentar el ancho disminuyendo la altura y viceversa.
Tuvo ganas de probar cual podía ser el área máxima que podía cubrir, pero el claro no era tan grande y decidió dejarlo para otra ocasión.
Finalmente deshizo su pared de llamas.
Había algo más que quería probar. Algo en particular que rondaba su mente hace días.
Relajó su cuerpo, y con sus brazos a los lados y palmas apuntando al suelo, comenzó a materializar chorros de fuego. Leves e inestables al principio, más potentes y corpóreos a medida que se concentraba.

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- No pensé que les interesara su bienestar... - Dijo Tadeo.
- No lo hacen por nuestro bienestar. Como dije, se aseguran de que podamos seguir produciendo. De ese modo, vuelven a pasar cada tanto y tienen asegurada su "cosecha".
- Ahhh... Les dejan un poco, para que hagan más y entonces puedan volver a quitarles. ¡Qué hijos de puta! Uy... Perdón... - Dijo Tadeo avergonzado por el exabrupto.
- No te disculpes querido, lo son. Todos lo pensamos. Pero pocos se atreven a decírselo...
- ¿Qué pasa si lo hacen? - Preguntó Cristian imaginando la respuesta.
- La última vez que alguien lo hizo, unos años atrás, se armó una especie de festejo educador a unos kilómetros de acá. Hubo una fogata y todo. Como leña se uso la familia del señor que se negó a pagarles.
- Eso... Es... Terrible... - Dijo Tadeo imaginando el fuego y el olor a carne quemada.
¿Es por eso que su marido se enojó aún más cuando se enteró que yo soy Manipulador Fuego?
- Julio es un viejo gruñón y resentido. La vida le ha dado demasiadas desgracias. El detesta todo tipo de dones. Pero sí, en particular nos desagrada aún más el Fuego. Tanto por ser con el que nos amenazan, como por ser el más destructivo y lleno de maldad.

Tadeo quiso argumentar en su defensa. Sabía que mucha gente creía que el Fuego solo servía para destruir. Incluso él lo había pensado... O quizás aún pensaba...
Su maestro siempre le había dicho que era el objetivo más difícil a lograr por cada Manipulador Fuego. Mostrarse útil y no únicamente destructivo ante los demás.
No quiso responder. En parte para evitar una pelea. En parte porque en el fondo sabía que aún no tenía los argumentos suficientes.

El desayuno continuó en silencio.
Marta y Cristian fueron al cuarto de Tomás a revisar las heridas de Julián.
Tadeo en cambio salió de la casa. Tenía pensado hacer un poco de práctica con sus Manipulaciones.

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- Mmm Ya veo. Debo decirles que no soy una experta en temas de Manipuladores. De hecho siempre evadí esas artes. - Agregó en tono seco.
- ¿Por algo en especial...? - Preguntó cauto Cristian.
- Al principio no. Simplemente era orgullo y envidia supongo, por no haber tenido un don... Luego si, tuve motivos para despreciar esos supuestos "dones". - Había amargura en su voz.
- ¿Qué pasó? - Preguntó con la boca llena de tostadas Tadeo.
Emmm perdón. - Dijo después de tragar.
Si es que puede saberse...

Cristian miró a su amigo de reojo con cara de pocos amigos.
La vieja se quedó mirando a la pared durante un buen rato. Finalmente habló.

- Si puede saberse querido. - Comenzó lentamente.
Los Manipuladores han abusado de nosotros y de muchas otras personas por muchos años.
- ¿Eh? ¿Cómo? ¿Por qué? - Las preguntas de Tadeo se superponían.
- Ciertas personas con esos dotes, piensan ser una raza superior. Creen que tienen el derecho a tener lo que quieran y cuando lo quieran. Y se aprovechan de gente más débil, o menos preparada. O incluso de viejos solitarios como nosotros...
- Eso es repugnante. - Dijo Cristian.
¿Qué hacen?
- Últimamente nos visitan unos invocadores del fuego. Y amenazan con quemar nuestra granja si no les damos lo que piden.
- ¿Y qué piden?
- Comida. Dinero. Lo que sea que tengamos. Pero no son tontos. No se llevan todo. Se llevan la gran parte. Nos dejan con algo. Para que podamos seguir produciendo. Entonces así, se aseguran que no perezcamos.

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- Bueno querido, solo entraba a ver que esté todo bien. Cuando quieran levantarse, vengan a desayunar al comedor. - Dijo refiriéndose a la sala más grande y menos sucia de la casa.
- Gracias... - Fue todo lo que supo decir Tadeo.

Tadeo se quedó un rato más en la pieza pensando.

- ¿Qué pasa? - Dijo Cristian desde la bolsa de dormir con voz de sueño, recién despertando.
- Emm. Buen día Rubio. Nada... ¿Vamos a desayunar?

Cristian se levantó y los dos fueron al comedor.
Julio, ya estaba trabajando en la granja. Marta en cambio los esperaba para desayunar.

- Muchas gracias de nuevo. - Fue lo primero que le dijo Cristian al verla.
Gracias por recibirnos y por cuidar de mi novio.
- Tranquilo hijo, parecen buenos muchachos necesitados de ayuda. No tenemos mucho que ofrecerles, pero no pedimos nada a cambio. - Le respondió amablemente la anciana.
- Usted es muy amable. - Respondió Cristian.
- Bueno, sírvanse lo que deseen. - Dijo Marta señalando la mesa, donde había dejado algunas tostadas, manteca y mermelada.
Cuando terminen de desayunar, me gustaría inspeccionar las heridas de tu novio.
- Si. Por favor. Yo hice lo que pude, pero necesita mejores cuidados. - Cristian se puso rojo de la vergüenza.
- Mmm... - Fue todo lo que dijo la anciana.

Los amigos desayunaron junto a la anciana, aprovechando el momento para contarle lo que había sucedido en el bosque y cómo habían logrado salvarse.

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Tanto Cristian como Tadeo estaban exhaustos, así que prepararon las bolsas de dormir que llevaban en sus mochilas, en el piso al lado de la cama de Julián, la cual estaba en una pequeña pieza y no tardaron mucho en dormirse.
Tadeo despertó temprano al otro día. La luz empezaba a colarse por la desvencijada ventana de madera.
La noche anterior no había prestado demasiada atención al improvisado cuarto. Ahora si lo contemplaba con interés.
Había polvo y telarañas por doquier. Al parecer no se lo usaba hacía muchos años.
Vio algún que otro cuadro colgado, y algunos retratos familiares, pero sus ojos se detuvieron sobre una imagen en blanco y negro, al parecer bastante antigua, de un niño sonriente. Con un rostro regordete y una boina sobre su cabeza. Un pequeño traje de marinerito era lo que llevaba puesto.

- Ese es mi Tomy. - Dijo la anciana a espaldas de Tadeo.
Es la última foto que tomamos de él. El día de su octavo cumpleaños.
- Entonces... ¿Éste era su cuarto?
- Si. Nunca fuimos de muchos recursos, pero él era feliz en este cuarto. Nunca necesitó de mucho para ser feliz. Podía pasar horas divirtiéndose con una simple ramita o un trozo de papel.

Tadeo se sintió incómodo por estar ocupando esa habitación.
La anciana, como si leyera sus pensamientos agregó:

- No te preocupes. Ya era hora de darle algún uso a su habitación. Lo único que hizo hasta ahora fue guardar polvo. Polvo y recuerdos...

La voz y la mirada de Marta se perdieron en sus pensamientos.
Luego de un rato volvió a hablar.

Página 81 - Capítulo 12

Capítulo 12 - En la granja


Tadeo vio a Cristian fuera de la carpa, sentado en el pasto mirando al horizonte.

- ¡Hola Rubio! Volví.
- Hola Teddy... - Dijo Cristian con voz somnolienta.
¿Cómo te fue? ¿Conseguiste comida?
- Si... Mejor. Conseguí hospedaje. - Respondió Tadeo sonriente.
- ¿Eh? ¡Contá!
- Hay una granja al este, los dueños son una pareja de viejos. Están dispuestos a recibirnos hasta que Juli se mejore. Es a unas dos horas o poco más de acá.
- ¡Genial amigo! ¡Qué buenas noticias! Tenemos que ver cómo hacemos con Juli no más...
- Si... Eso es lo que venía pensando en el camino. Creo que lo vamos a tener que cargar entre los dos...

Los amigos guardaron las cosas, Julián estuvo despierto para que lo ayudaran a salir de la carpa y se recostara en el pasto mientras los chicos la guardaban, pero a la hora de emprender el viaje, ya estaba inconsciente otra vez. Por lo que cargarlo entre los dos no fue nada fácil.
La caminata se hizo ardua y lenta, Cristian y Tadeo cargaban cada uno en un hombro a Julián, quien todo el viaje estuvo dormido con el cuerpo totalmente flácido.
Durante el trayecto, Tadeo le fue contando a su amigo lo que había sucedido en la casa de los ancianos.

Finalmente llegaron a la casita. Ya estaba empezando a oscurecer, la caminata se había hecho mucho más larga al tener que cargar a Julián y las tres mochilas entre los dos.
Marta estaba en el portal, esperándolos al parecer hacía rato.
Los recibió y llevaron a Julián directamente a una cama que al parecer habían preparado especialmente para ellos mientras los esperaban.

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Los ojos de la anciana se llenaron de lágrimas.

- Claro que los conozco. Ellos asesinaron a mi hijo y mi sobrino. Los conozco muy bien. Esa familia de asesinos, destruyó mi familia. - La voz le temblaba ligeramente, entre dolor e ira.
- P-perdón... - Tadeo no sabía qué decir y se sintió culpable por haberle recordado a la señora su pérdida.

- Está bien hijo. - Dijo recuperando el temple la anciana.
Fue hace más de veinte años. Mi Tomy apenas tenía ocho.

A Tadeo le dio náuseas imaginar a esos psicópatas matando a niños de ocho años. Y se preguntó si sería una tradición familiar la de esos enfermos, ya que hace veinte años, el grupo seguramente era otro.

- Esto es lo que vamos a hacer. - Dijo de pronto la anciana cambiando de tema.
Vos y tus amigos van a venir acá. Yo soy enfermera... Bueno, fui... Pero tengo aún algunos medicamentos y mis manos siguen impertérritas a la hora de sanar. Van a descansar y alimentarse en nuestra casa, hasta que puedan seguir su viaje. Es humilde, pero nos las vamos a arreglar.
- ¡Wow! ¡Muchas gracias! ¡Es muy amable! Pero... Su marido... ¿No le traerá problemas...?
- No te preocupes por ese viejo gruñón. - Zanjó Marta.
¿Están muy lejos tus amigos?
- No... a unas horas de caminata...
- Bueno, tomá, llevate un poco de agua y comida, suficiente hasta que puedan llegar acá.

Marta le dio a Tadeo unas provisiones y llenó sus botellas de agua. Tadeo agradecido guardó todo en su mochila. Salió de la casita, al tiempo que Julio entraba y lo miraba con recelo.
Reemprendió el camino de regreso a donde estaban sus amigos, sin poder dejar de pensar en el dolor con el que habrían convivido los viejos durante los últimos veinte años.
Para cuando llegó, ya eran casi las cuatro de la tarde.

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Era una casucha humilde y antigua. Se notaba que no recibía mantenimiento hacía décadas.
Tadeo entró después de la anciana. El viejo se quedó en el granero refunfuñando escopeta en mano.

- Perdonalo a mi marido. - Comenzó Marta.
Es viejo y asustadizo. Pero no es malo.
- Emm... Si... No hay problema... Gracias...

- ¿A qué se refería con "encima Manipulador Fuego"...?
- Hemos tenido... Malas experiencias con ustedes... Pero no te preocupes por eso. No es el caso. Me doy cuenta en tus ojos. - La respuesta fue amable.

Tadeo no supo qué responder.

La señora lo guió a la cocina y le dijo que se sentara en una de las viejas sillas que rodeaban una mesa aún más vieja.

- ¿Dijiste que tu amigo está herido?
- Si. Somos tres amigos viajando. Nos dirigíamos a El Pedruzco. Cruzamos el bosque y... Nos atacaron...
- Me sorprende hayan salido con vida. Entrar en ese bosque es una sentencia de muerte. Más aún un grupo tan pequeño y siendo tan jóvenes. Deben ser bastante poderosos vos y tus amigos. - La mirada de la anciana era intensa.
- Emm... No... No se... Tuvimos suerte... Más o menos... Mi amigo nos salvó, pero está herido gravemente y agotado. Hace días no despierta y cuando lo hace, es por minutos. Mi otro amigo intentó curarlo... Pero no es suficiente. Y el problema es que nos quedamos sin provisiones.
- Mmm... Ya veo... Y decime hijo... Los atacantes... ¿Era un grupo numeroso? ¿De diversas edades?
- Ehh... Si... ¿Los conoce?

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- Soy un Manipulador Fuego. - Dijo con cierto orgullo.

Entonces el viejo se acercó y apoyó la escopeta en su pecho, justo sobre el corazón.

- Entonces largo de mi propiedad. - Su tono se había vuelto hostil.
- P-pero... Necesito comida... Por favor. - el doble cañón de la escopeta lo ponía nervioso.
- No me importa lo que necesites. Mucho nos han sacado ya. Fuera.
- Señor por favor. Mi amigo está grave. Íbamos a El Pedruzco pero nos atacaron en el bosque y no pudimos llegar. Y ya no nos queda comida...

Tadeo escuchó pasos a su espalda, alguien entraba al granero.

- ¡Julio! ¡Bajá el arma ahora mismo! - Dijo la persona detrás de Tadeo.

El apuntado se volvió y vio que era una anciana.

- ¡Pero Marta...!
- ¡Pero nada! ¿No escuchaste al muchacho? Los atacaron en el bosque y no tienen comida. ¿Asi es como vamos a tratar a los necesitados?  ¿Los vamos a correr a tiros? - La anciana estaba enojada.
- ¡Marta! ¡Es un Manipulador! ¡Fuego encima!
- No quiero escuchar más sobre el tema Julio. - Zanjó la señora.
Vení querido. Vamos a la casa. - Le hizo señas a Tadeo para que la siguiera.

Marta guió a Tadeo hacia la casa de los ancianos, la cual no había podido ver antes porque la tapaba el granero.

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Tadeo comenzó a caminar hacia el este, donde lejos se veía una granja, con la esperanza de que hubiera una casa cerca.
A medida que avanzaba la granja se hacía más grande y divisó un granero.
Mientras caminaba iba haciendo distintas Manipulaciones a modo de entrenamiento de agilidad. El cual consistía en realizar diversas materializaciones en una sucesión lo más rápida posible.
Entrenando así tanto la velocidad de creación como la atención múltiple y destreza general.
Luego de unas horas de caminata, pasado el mediodía, llegó al granero, el cual estaba abierto.
Entró saludando en voz alta.

- ¡Alto! - Lo detuvo en seco una voz.
¿Qué querés?

Tadeo vio a un señor mayor apuntándolo con una escopeta directo al pecho. Sus manos ancianas.no temblaban.

- H-hola... M-mi nombre es Tadeo. - Dijo levantando los brazos despacio por sobre su cabeza.
Vengo a pedir ayuda... Mi amigo está herido y necesitamos comida.
- ¿Cuál es tu maldición? - Preguntó el viejo, observando con atención las manos de Tadeo.
- Mi... ¿Qué? - Preguntó el Manipulador desconcertado.
- ¿Con qué "don" fuiste maldito hijo? ¿Qué podés hacer?
- Emm... ¿Cómo sab...?
- Tus manos. Son muy delicadas. - Lo interrumpió burlón.
No parecen conocer el esfuerzo. Seguro te fías de tus poderes para todo. Ahora decime. ¿Qué sos?

Tadeo se miró las manos entre ofendido y desconcertado.

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Finalmente Tadeo pudo dormirse, con la Ascensión rondando sus pensamientos.
Despertó a la mañana siguiente. Sus amigos aún dormían.
Salió de la carpa y desayunó. Las provisiones comenzaban a escasear, debían visitar algún pueblo o ciudad para reponerlas en cuanto pudieran.
Al rato oyó voces dentro de la carpa y entró.
Cristian le hablaba a Julián, quien había despertado y tenía cara de dolor.

- ¡Vampi! ¡Despertaste! - Dijo Tadeo feliz
¿Cómo estás?
- H-hola Tadeo. B-bien...
- Mentira, le duele todo. - Intervino Cristian.
- Uh... Gracias Juli, nos salvaste. - Dijo Tadeo avergonzado.

Julián le sonrió pero no le contestó. Volvió a quedarse dormido.
Cristian y Tadeo salieron de la carpa se bañaron y el primero desayunó.

- ¿Qué vamos a hacer? - Preguntó Tadeo.

- Tenemos que conseguir comida. Se está por terminar, se suponía que hubieramos llegado a El Pedruzco ya. Y Juli no va a poder caminar todavía... Creo que lo mejor va a ser quedarnos aca hasta que se reponga, seguir hasta el pueblo y que ahí lo curen bien. - Agregó un poco avergonzado Cristian.
- Ok... Y con la comida... ¿Cómo hacemos...?
- Te vas a tener que encargar vos Teddy. Mientras yo cuido a Juli.
- Mmm bueno...

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- Tenemos que entrenar Tadeo. - Dijo de pronto con voz decidida. Los ojos le brillaban.
Tenemos que entrenar mucho. No quiero tener que ver nunca más a Juli arriesgar así su vida por nosotros. Tenemos que entrenar y hacernos más fuertes. Así no tiene que hacer todo él.
- Tenés razón...

Luego de la charla, los dos amigos comieron algo que rescataron de las mochilas y volvieron a acostarse.
Cristian se durmió en el acto. Tadeo en cambió no podía evitar pensar en las Ascensiones de sus amigos.
La Ascensión es quizás lo más complejo e inesperado para los Manipuladores. Es algo totalmente involuntario e incontrolable, que se produce por un exceso de adrenalina y que aumenta permanentemente el poder de quien la sufra.
Se da a modo de reacción ante una situación límite, la cual es diferente para cada persona, por lo que varían sus intensidades.
Él mismo sospechaba haber Ascendido durante su segunda prueba en la Academia de Fuego, unos días atrás. Pero como aún no había entrenado, no había podido probar si el alcance de su poder había crecido. Aunque sospechaba que si por el gran muro de fuego que había creado en el bosque.
Muchos Manipuladores fallaban al intentar forzarlas. Esto es imposible. Ya que se basan en una situación límite y son producidas por el exceso de adrenalina, no suceden cuando la situación fue planeada o esperada. Por lo tanto, se transforman en un arma de doble filo. Por un lado, si se la espera para poder vencer un obstáculo, es probable que no llegue, justamente por la seguridad de contar con ella. Por otro lado, si la situación es demasiado comprometedora, puede que el Manipulador no tenga tiempo de producir la suficiente adrenalina, o simplemente que su cuerpo realice otro tipo de reacción no basada en la adrenalina, o incluso peor, sufra la Ascensión, pero sea tan desmedida, que lo aniquile por el exceso de poder y la imposibilidad de controlar sus dones. Algo así como un estallido de energía desde el interior, el cual no puede ser contenido por su recipiente por no estar acostumbrado a hacerlo.
Sin embargo, Tadeo había aprendido que una Ascensión lograda por una Manipulación descomunal, no significaba luego poder repetir dicha Manipulación. Simplemente aumentaba el poder del Manipulador, en caso que sobreviviera.

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Tadeo se encargó de que Julián bebiera. Lo que no fue nada fácil dado el estado de inconsciencia de su amigo.
Una vez logrado, bebió él también, introdujo las mochilas en la carpa y se durmió. Había decidido dejar la comida para después, estaba agotado.

Horas después, ya entrada la noche, Cristian despertó a Tadeo, ofreciéndole agua, quien la aceptó agradecido.

- ¿Cómo estás? - Preguntó Tadeo.
- Bien, super cansado, pero bien. ¿Vos?
- Yo perfecto... ¿Juli...? - Preguntó temeroso.
- Está bien, quedate tranquilo. Solo no creo que se despierte hasta mañana, o pasado. Tuvo una tremenda Ascensión.
- ¿Si? O sea, supuse que había Ascendido, pero... ¿Cómo sabés que fue tan grande? - Preguntó Tadeo.
- Porque casi se muere. - Respondió seco Cristian.
Y porque hizo algo que jamás había podido hacer, ni siquiera acercarse. Nos hizo volar a todos Tadeo. A los tres. A tremenda velocidad y muchísima distancia. Es algo que no podía hacer él mismo, mucho menos llevar gente con él. Todavía no me lo creo.
- Si... Fue increíble... Nos salvó. Nos salvó en serio. Pensé que no la contábamos. - Dijo Tadeo reflexivo.
¡Ey! ¡Pero vos también nos salvaste! - Gritó de pronto Tadeo recordando el agua que había frenado su aterrizaje.
¡Vos creaste ese colchón de agua! Ahí si que pensé que era el fin eh. Ya me había resignado, no me respondían mis poderes, no me podía concentrar.
- Si.. Yo también Ascendí... - Dijo despacio Cristian.
- ¿Si? ¡Wow! ¡Dos Ascensiones juntas! ¡Qué increíble! - Exclamó Tadeo.
- Si... Pero la de Julián fue peor. Mucho más intensa y desmedida. Podría haber muerto por el sobreesfuerzo. De hecho me sorprende que no lo hiciera. - La voz de Cristian se quebró.

Página 73 - Capítulo 11

"Al parecer el día jueves 01/09 olvidé subir la página correspondiente. Tranquilos, la compensación llega junto al fin de semana"


Capítulo 11 - Ascensión


Tadeo despertó varias horas después. Le dolían los huesos por dormirse en el duro suelo y le molestaba el sol que le daba en pleno rostro.
Se incorporó con cara de confundido, mirando a su alrededor sin comprender.
Finalmente todo volvió a su mente con velocidad. El llanto de Cristian, la sangre de Julián, el agua, la caída y el bosque.
Miró a sus amigos. Ambos parecían dormir profundamente, tomados de la mano uno al lado del otro.
Tadeo se puso en pie y comenzó a ordenar sus pensamientos.
No sabía cuánto dormirían sus amigos, pero tampoco pensaba despertarlos, ambos habían excedido sus poderes y debían reponerse de la única manera posible, la más natural; durmiendo.
Por otro lado, tenía hambre y sed, y quería volver a dormirse, pero más cómodo y seguro. Así que decidió armar la carpa, cosa que le llevó un buen rato, ya que no era muy ducho aún en eso y era la primera vez que lo hacía solo.
Luego cargó como pudo a Julián y lo metió dentro de la carpa. Su amigo no se despertó nunca. El agotamiento era extremo.
Hizo lo mismo con Cristian, pero éste se despertó en brazos de Tadeo por el movimiento.

- ¿Julián? - Preguntó despacio Cristian, con voz de sueño y los ojos entreabiertos.
- Está bien rubio. Duerme en la carpa, te estoy llevando ahí también. - Le respondió con cariño Tadeo.
- Gracias amigo. - Dijo Cristian al tiempo que empezaba a cerrar los ojos.
- Esperá rubio, no te duermas todavía... ¿Podrás hacer un poco de agua? Necesitamos hidratarnos los tres. Vos hacela y tomá. Yo me encargo de que tome el vampi.
- Bueno...

Y así hicieron. Cristian creó agua en unas botellas que le acercó su amigo y bebió antes de volverse a dormir, dentro de la carpa al lado de su novio.

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Las lágrimas ya no caían por el rostro de Cristian y parecía más tranquilo, aunque exhausto.
Sanó la herida de la mano de su novio y se desplomó en el suelo, a su lado, totalmente agotado.
Tadeo curó también esa herida.

- ¿Respira? - Le preguntó agitado Cristian.
- Si. - Dijo Tadeo después de comprobar los signos vitales de su amigo.

Cristian comenzó a reír incontroladamente. Reía por los nervios. Reía y reía. Luego, la risa se transformó en llanto, fuerte al principio, convirtiéndose en un suave sollozo al final.
Pensó que Julián había muerto. El dolor que sentía en el pecho, no el que le provocaba el bazo por la agitación o el del corazón por el extremo ritmo cardíaco, sino el dolor que sentía por el miedo a la pérdida, aún le quemaba.
Tadeo miró a su mejor amigo y sintió una pena infinita. Tuvo ganas de abrazarlo y decirle que todo saldría bien. Pero no lo hizo. No se movió. Los acontecimientos de la noche lo habían asustado hasta la médula y no se sentía capaz de decir que todo estaría bien, aunque sabía que estaban a salvo. Era imposible que los persiguieran hasta allí, estaban muy lejos del linde del bosque ya, en una llanura tranquila iluminada completamente por la luna. Si los enemigos se acercaban, estarían descubiertos y serían detectados tan pronto como abandonaran el bosque. Eso, si es que habían podido seguir el rumbo de la esfera de viento de Julián, la cual se había desplazado por sobre los árboles.
El llanto de su amigo paró y se transformó en un suave ronquido. Cristian se había dormido, tomando de la mano a Julián, quien descansaba a su lado, con la respiración tranquila y sus signos vitales normalizados.
Tadeo sintió el agotamiento en su cuerpo y deseó tenderse también en el suelo a dormir. Pero recordó que las mochilas estaban mojadas al igual que él y sus amigos.
Secó las otras dos mochilas de la misma manera que había hecho con la suya y las acercó a sus amigos. Luego los secó a ellos mientras dormían y finalmente se secó él.
Pensó en armar la carpa o mantenerse de guardia hasta que sus amigos despertaran. Pero el secado había terminado con sus energías.
Se desplomó junto a los novios y se durmió en el acto.