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Se quedó contemplándola.
Una mujer muy joven, o una chica muy grande. No terminaba de poder calcular su edad. Su cuerpo le decía una cosa pero su actitud le decía otra. Si bien se comportaba como una cuarentona, no parecía haber cumplido los 25.
Su tez era morena como la de su hermano, su pelo oscuro lacio hasta los hombros. Su piel parecía gastada y endurecida. Era alta, bastante más alta que Tadeo, casi tanto como Julián, pensó.
Su cuerpo era lo que podía llamarse “esbelto”, con unos pechos notables. Pero sus ojos color café tenían una mirada muy sagaz como para pasar desapercibidos.
Y su semblante era acero. O eso es lo mejor que pudo pensar Tadeo. No había rastro de dudas, titubeos o inseguridades en Brenda. Todo en ella indicaba que tenía el control y peor aún, que ella lo sabía.

- No te enojes Bren… Estaba con los chicos y se me hizo tarde… - Suplicó Diego.
- V A M O S a casa. – Repitió ella cortante.

Diego se puso de pie y la siguió.

- ¡Chau Tadeo! – Gritó ya a lo lejos Diego, dándose vuelta para saludarlo.

Para cuando Tadeo lo saludó de vuelta, Brenda ya había girado a su hermano por el hombro.

Julián estaba inspeccionando la espalda de su novio, por tercera vez ese día.

Le alegraba ver las mejorías, pero le molestaba que la curación tomara tanto tiempo. Por supuesto, nada de eso le dejaba saber a Cristian.

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