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Entrada la noche Tadeo volvió al motel para encontrar que sus dos amigos estaban sentados alrededor de la pequeña mesa que había en la habitación doble que alquilaban. Hablaban tranquilamente y lo saludaron al llegar.

- ¿Cómo estás rubio?
- Bien, mejor. Ya casi no me jode.

Tadeo dudaba que eso fuera del todo cierto, pero le sonrió en respuesta.

- ¿Algún progreso…? – Preguntó Julián.
- ¿Eh? ¡Ahhh! Ehmm… No… Nada… - Había olvidado por completo el supuesto motivo de su paseo.

No hicieron más comentarios al respecto y hablaron de otras cosas. Tadeo los acompañó un rato en la charla, después se fue a bañar y no tardó en acostarse.
Seguía recordando el encuentro con Diego y su hermana loca esa tarde.

Julián esperó a escuchar la pesada respiración, indicio de que su novio dormía. Abrió la ventana del tercer piso en el que se encontraban, salió al balcón y se alejó volando.
Llevaba varias noches practicando. Cuando Cristian dormía, se iba a comprobar el nuevo alcance de sus dones e intentar cosas que antes no había podido lograr.

Los resultados eran satisfactorios, lo que le resultaba reconfortante y reafirmaba su seguridad. Sus poderes habían crecido notoriamente con su última Ascensión y eso planteaba nuevas metas y objetivos. Ya no podía conformarse con tan poco. Ahora quería más. Podía más, que era aún más importante.

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- ¿Y? ¿Cómo se ven? ¿Algún cambio a como estaban hace dos horas?

Julián no supo si Cristian estaba interesado o se burlaba. Optó por no responder.

- ¿Sabés algo de Teddy?
- No. – Respondió apartando la mirada Julián.
- ¿Qué pasó?
- ¿Eh? Nada. – Dijo rápido Julián. Quizás demasiado rápido.
- … Podemos hacer esto media hora, o saltarnos la parte en la que te repito mil veces que me digas qué pasó y simplemente me cuentes. – Dijo con paciencia Cristian.

El Manipulador Aire se quedó mirando a su novio fijamente. Odiaba que lo conociera tanto… pero qué lindo se sentía a la vez.
Al final no pudo contener la sonrisa y rio.

- Discutimos… - Dijo mirando para otro lado.
- Tarados… ¿Por? – Cristian suponía la respuesta.
- Nada importante… No estamos bien… Tadeo no está bien… Quedó… Dolido o marcado… No lo supera.
- Es lógico. Dale tiempo. Si lo conozco lo suficiente, como creo que hago, seguramente se está culpando de todo. De vos, de mi, de Julio, de Marta, de que sea Jueves… ¿Es jueves no…?
- Sí.
- Gracias. De que sea de día, de que haga frío… Ya sabés. Se culpa de todo. Dejalo que haga su duelo, ya se le va a pasar.
- Si… Tenés razón… - Julián se miraba las manos. Solo Cristian podía hacerlo reflexionar, solo él podía hacerlo sentir inseguro o dudoso de sus actos.

- Vení tonto, acostate.

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Se quedó contemplándola.
Una mujer muy joven, o una chica muy grande. No terminaba de poder calcular su edad. Su cuerpo le decía una cosa pero su actitud le decía otra. Si bien se comportaba como una cuarentona, no parecía haber cumplido los 25.
Su tez era morena como la de su hermano, su pelo oscuro lacio hasta los hombros. Su piel parecía gastada y endurecida. Era alta, bastante más alta que Tadeo, casi tanto como Julián, pensó.
Su cuerpo era lo que podía llamarse “esbelto”, con unos pechos notables. Pero sus ojos color café tenían una mirada muy sagaz como para pasar desapercibidos.
Y su semblante era acero. O eso es lo mejor que pudo pensar Tadeo. No había rastro de dudas, titubeos o inseguridades en Brenda. Todo en ella indicaba que tenía el control y peor aún, que ella lo sabía.

- No te enojes Bren… Estaba con los chicos y se me hizo tarde… - Suplicó Diego.
- V A M O S a casa. – Repitió ella cortante.

Diego se puso de pie y la siguió.

- ¡Chau Tadeo! – Gritó ya a lo lejos Diego, dándose vuelta para saludarlo.

Para cuando Tadeo lo saludó de vuelta, Brenda ya había girado a su hermano por el hombro.

Julián estaba inspeccionando la espalda de su novio, por tercera vez ese día.

Le alegraba ver las mejorías, pero le molestaba que la curación tomara tanto tiempo. Por supuesto, nada de eso le dejaba saber a Cristian.

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- ¿Q-qué… p-pasa…? – Preguntó Tadeo entre jadeos.

El chico estaba encorvado, con las manos sobre sus rodillas, recuperando el aliento. Pasado un momento, le respondió.

- Mi hermana, te dije. Me estaba buscando, y si me encuentra me va a matar. - La respiración del chico también estaba agitada.
- ¿C-cómo te llamás? – Tadeo aun sentía la espesa saliva formada en su boca.
- Diego… ¿Vos?
- Tadeo… un gusto.

Ambos se sentaron en el suelo, con la espalda contra la pared, recuperando el aliento.

- ¿Y por qué quiere matarte?
- No sé. Siempre es así. Cuando me voy a jugar con mis amigos y vuelvo tarde, o cuando no vuelvo. O cuando no le aviso a dónde voy, o cuando llevo amigos a casa… O básicamente siempre, quiere matarme.
- Copada tu hermana. Me encantaría conocerla… - Dijo Tadeo entre risas.
- Me presento entonces. – Dijo una dura voz a sus espaldas.
Soy Brenda.

Ambos se voltearon tan rápido que se marearon. La hermana de Diego estaba de pie a unos metros de ellos, y al parecer había escuchado el desafortunado comentario de Tadeo.

- E-ehmm… ¡Hola! ¡Un gusto! – Dijo Tadeo poniéndose de pie de un salto, totalmente ruborizado.
Soy Tad…

- Un idiota, ya se. No interesa. Hola y chau. Vamos Diego. – Dijo su hermana. El tono era tan filoso que Tadeo no quiso ni ofenderse.

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Esa misma mañana habían discutido fuertemente entre Tadeo y Julián. Por lo que el primero optó por salir a caminar. No quería verlos. No quería ver como Cristian sufría tendido en la cama, con quemaduras profundas en casi toda la parte posterior de su cuerpo. No quería ver como Julián trataba de animar a su novio, pero oscurecía sus ojos cada vez que Cristian no lo veía. No quería verse él mismo en el espejo. Más que nunca, ahora, su reflejo le repugnaba.
Solo quería caminar. Alejarse de allí. Alejarse de todos. Alejarse de él.
Sus pensamientos chocaron contra un muro. O más bien, fue su cuerpo el que chocó contra otro.

- ¡Ey! ¡Cuidado!

Tadeo no había visto al adolescente que venía corriendo en su dirección y habían chocado sus cabezas, uno mirando sus pies, el otro corriendo sin control.

- P-perdón… - Dijo Tadeo frotándose la cabeza en la zona del impacto.

Levantó la mirada y lo vio entonces. Había colisionado con un muchacho que no debía haber cumplido 17 años aun. De tez morena y estatura mediana.

- ¿Estás bien? – Preguntó el Manipulador Fuego.
- Si… Boludo ¡Qué golpe! – Respondió el adolescente con cara de dolor y su mano también en su cabeza.
- ¿Por qué corrías?
- ¡Por mi vida! Mi hermana. ¡Me va a matar!
- ¿Eh? – Tadeo no entendía nada.

- ¡Seguíme! – Dijo el joven antes de lanzarse a correr nuevamente.

Tadeo lo contempló alejarse unos instantes y empezó a correr tras él. Pocas cosas más interesantes tenía que hacer.
Después de más de cinco minutos de correr por todo el pueblo, doblando en esquinas estrechas y metiéndose en pasillos oscuros, el guía en esa frenética e ilógica carrera se detuvo, con Tadeo detrás.

Página 117 - Capítulo 15

Capítulo 15 – Las cosas que perdimos en el fuego



Dos días habían pasado desde que llegaron a El Pedruzco.
Cristian aún no se había recuperado del todo de las quemaduras en su espalda, muslos y piernas.
Julián lo había llevado en brazos todo el camino, a veces usando su fuerza física, otras gracias a sus dones.
El trío había entrado al pueblo tres días después del desastre en la granja, como ellos lo nombraban.
El clima era de extremo pesar, y sus caras tristes llamaron la atención de la recepcionista del motel donde se hospedaron.

Tadeo estaba recorriendo el pueblo. Se suponía que hiciera contacto con Manipuladores Tierra. Pero la verdad es que solo paseaba, aprovechando la soledad y la distancia de sus amigos.
Miraba los distintos puestos de vendedores y sus pies, alternativamente.
Caminaba sin rumbo, posiblemente recorriendo varias veces la misma calle sin notarlo.
No podía dejar de pensar en ellos.
Le habían salvado la vida y no hizo nada para devolverles el favor. No había podido. Como siempre, llegado el punto de necesitarlo, su poder era inferior a lo requerido.
Habían sido borrados. Ellos, su casa, su granja, sus animales. Su vida.
Se sentía asqueado de sí mismo. Harto de ser tan débil e inútil.
Julián había intentado levantarle el ánimo o consolarlo. Le decía que no había nada que hubiera podido hacer, que todo fue demasiado rápido. Que tenían suerte de estar vivos y que nada los podría haber preparado para lo sucedido.

Tadeo lo escuchaba con rencor. No le parecía justo que Julián le dijera eso. Eran Manipuladores, debían estar preparados. Y sin embargo Tadeo parecía nunca estar a la altura de las circunstancias.

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En otra habitación, Clara miraba un viejo retrato familiar. Podía ver el paso del tiempo impreso en la fotografía y reflejado en sus manos. En el retrato, su marido tomaba a su pequeña Alma del hombro y la enderezaba para la foto. Alma miraba con miedo. Como un borrego al ser separado de su madre. Su versión 8 años más joven de ella misma estaba parada rígida junto a su marido. Nadie sonreía. Otra persona habría dudado, o cuestionado esa fotografía. A ella le parecía la más hermosa del mundo. Quizás le habría gustado que Alma no hubiera mostrado terror. Pero Alma siempre lo mostraba, o al menos lo había hecho hasta su adolescencia. Últimamente ya no era miedo lo que reflejaba, si no desdicha. Y culpa. Mucha culpa se vislumbraba en sus ojos. Esos pequeños y tristes ojos colorados que había heredado de quién sabe dónde; al igual que su ígneo y brillante cabello. Parecía tener su pelo en llamas constantemente.
Nunca creyó ni por un instante que su hija fuera feliz. Y no entendía por qué, el “Superior” siempre los había acompañado. Había acudido a ellos cada vez que lo necesitaron. Más recientemente salvando la vida de su marido de una enfermedad letal. Si el “Superior” estaba a su lado y ellos podían notarlo tan evidentemente. 
¿Por qué Alma era tan ingrata? ¿Por qué no podía alegrarse de las cosas buenas que los rodeaban y ser feliz?
Hacía tiempo que Clara dudaba de la sinceridad en los rezos de su hija. Por eso la encerraba en su cuarto a orar. Y por eso oraba ella misma, rogando que el “Superior” iluminara su camino.
Esa chica iba a salir buena. No podía fallarle. Era cuestión de tener paciencia y mantenerse firme.
Eso pensaba Clara antes de dormirse.
Mientras tanto, las lágrimas corrían por el rostro de su hija. Lágrimas de tristeza.

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Alma detestaba que dieran por supuesto que el “Superior” fuera un hombre, o más bien, masculino. Sabía que estos pensamientos podían meterla en problemas, tanto por cuestionar la identidad del ser supremo, como por hablar de él como si fuera un simple humano.
Sus rezos comenzaron a titubear y su humor se oscureció más.
Las cosas que pensaba eran las que la hacían sentir distinta. Diferente a todos los demás. La hacían sentirse rara, incluso dentro de los “raros” como ya de por si los consideraban a todos ellos el resto de las personas.
La verdad es que si no hubiera sido testigo de tantos milagros o sucesos inexplicables como lo había sido, de seguro habría abandonado ese camino.
Pero no podía negar la veracidad de los actos de fe que había presenciado.
Heridas sanadas. Catástrofes evitadas. Incluso apariciones oportunas.
Sin ir más lejos, su madre había sanado a su padre de una terrible enfermedad luego de varias semanas de deterioro y pérdida de esperanza por los doctores del pueblo. Ella no se había apartado ni un minuto de su marido, rezando sin descanso durante días. Cuando en el pueblo se enteraron de la milagrosa curación, contrariamente a lo esperado, el recelo y enfado que sentían hacia ellos y su clan había aumentado. Una prueba más del temor a lo desconocido.

Otra ráfaga helada la devolvió a la realidad. Notó entonces sus labios pegados hace rato, al parecer ya no estaba elevando ninguna oración. Quiso levantarse e irse a la cama, su cuerpo se lo imploraba. Maldijo su carne débil y lloró por dentro.
Tenía que seguir. Ese era su castigo. Uno impuesto por ella misma, por no poder lograr una conexión. Por ser un bicho raro que pensaba cosas impuras y subversivas.

Miró el viejo reloj colgado de la pared. Las 02:15. Quedaba una larga noche por delante.

Página 114 - Capítulo 14

Capítulo 14 – Diferente


Le dolían las rodillas. En realidad, le dolía todo el cuerpo. Sentía los músculos agarrotados y doloridos. El viento frío no tenía piedad con su delgado cuerpo tampoco y la tela de su vestido era lo suficientemente fina como para recordarle por qué tanta gente no comprendía sus costumbres. No comprendían el auto sacrificio que hacía ella y sus semejantes.
Alma los había oído por lo bajo, en el pueblo, comentando lo extraña que era y lo loca que estaba ella y todo su clan. O su “secta”, como les había oído mencionar varias veces.


La verdad es que no esperaba que comprendieran. Y hacía muchos años había entendido que nada produce más miedo en la gente que lo desconocido. Si bien no contaba aún con 19 primaveras, Alma había adquirido la sabiduría y madurez de una persona mayor.
Otro viento helado la devolvió a la realidad y recordó el dolor de su cuerpo.
Llevaba más de siete horas arrodillada sobre el duro suelo, rezando, hablándole al “Superior”, pidiéndole respuestas... Pero como siempre, nadie le respondía.
No entendía qué estaba mal con ella. Otros Espiritualistas lograban conectar con el “Superior” en cuestión de minutos, o pocas horas. Ella nunca lo había logrado. Nunca, ni una vez, en todos sus años de rezos, súplicas, alabanzas y ruegos. Nunca había recibido respuesta. Nadie la había contactado. Ni siquiera había podido sentir nada fuera de lo normal. Por supuesto no es lo que le decía al resto del clan. Estaba convencida que de saberse, sería catalogada como débil y “alentada” a abandonar el camino de los Espiritualistas.
Ciertamente ella se lo había planteado; casi a diario últimamente. No estaba segura por qué no se marchaba de una vez. Nada la ataba a ese lugar. Su familia estaba más interesada en el “Superior” que en ella, incluso que en ellos mismos. Y el resto del clan solo parecía interesarse en la devoción a este ser y en compartir experiencias cercanas con él. O ella.

¡Hola!

¡Estoy vivo!


Les pido disculpas por la ausencia prolongada e injustificada.


Lo aburrido:
                   Me resultó imposible seguir con el ritmo de la historia por motivos personales, por lo que la tuve que suspender.


Lo interesante:
                     ¡Estoy de vuelta! Odisea Final continúa y por si no te diste cuenta, ya está subida la nueva página.




Gracias por la paciencia, ahora sigamos con lo nuestro.