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Su reacción fue instintiva, un intento de proteger su vida, aún con la certeza de que él también sería borrado.
Tal como había practicado días atrás, sus brazos se tensaron a los lados de su cuerpo y emitieron un inmenso chorro de fuego que lo propulsó al instante hacia el cielo. Alto. Mucho más arriba de lo que hubiera podido alcanzar antes.
Desde el cielo miró hacia abajo, tratando de buscar a sus amigos, tratando de encontrar a la pareja de ancianos. No podía ver nada. Una densa nube eclipsaba totalmente el panorama.
Se mantuvo en el aire un buen rato, esperando.
La nube fue desapareciendo poco a poco y lo que pudo ver entonces lo paralizó.
Un área circular con un radio de más de dos kilómetros había sido aniquilada.
Cerca del centro del área vio a dos personas. Pero la silueta era ilógica, no parecían estar de pie.
Buscó con la mirada pero nada más existía ya dentro del área devastada.
No había rastro de Julio o Marta. Tampoco estaba el cuerpo decapitado que Tadeo recordaba ni el de su compañero. Ambos Manipuladores Fuego habían desaparecido, junto con los dueños de la granja.
Tadeo volvió al suelo que aún estaba caliente, pero no le importó. Corrió desesperado en busca de sus amigos. Su corazón golpeaba contra su pecho exigiendo liberarse.

Julián estaba de pie, un poco mareado pero estable. Sostenía en sus brazos a su novio, como si fueran recién casados a punto de cruzar el umbral por primera vez.

- Te amo. - Las lágrimas caían por el rostro del Manipulador Aire.
- Te amo. - Respondió antes de desmayarse a causa del dolor Cristian.
- ¿Están bien? - Tadeo llegaba corriendo.
- Estamos bien. - Dijo Julián con sus ojos puestos en su novio. Nunca en el mundo volvió a verse una mirada tan cargada de amor como esa.

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Sin dudarlo un segundo, aún a pesar de escuchar a su amada corriendo tras él implorándole que volviera, levantó el fusil y con sus ojos llenos de odio pero sin mediar palabra, apuntó a la cabeza y a menos de un metro, apretó el gatillo.
Como de costumbre, el disparo lo hizo recular, pero esta vez no se percató.
La escena ocupó del todo su mente.
El disparo desgarró la cabeza del hombre, de aquel "hijo de puta" al que tanto temía y odiaba.
El cuerpo cayó inerte y un reguero de sangre manchó aquel claro que tanto amaba, en el que tantos momentos había vivido con Marta y su hijo.
Tadeo vio a Julio aún rifle en mano, contemplar con ojos llorosos el cuerpo a sus pies. Buscó la cabeza pero no había nada más que una masa uniforme bañada en sangre y trozos de algo que parecía sesos por todos lados. Se le revolvió el estómago.
Marta llegó corriendo junto a su marido y con delicadeza le hizo bajar el rifle y lo abrazó.
Ambos rompieron a llorar.

- Somos libres. - Dijo Julio.

Entonces un ruido ensordecedor se oyó a poca distancia.
Los ojos de Tadeo captaron el momento exacto en que el hombre de barba explotaba.
Vio a su mejor amigo abrazar a su novio y protegerlo con su cuerpo de lo que se avecinaba.
Y entonces entendió.
Iban a morir.
Todos iban a morir.
Miró a los ancianos, llorar de felicidad abrazados. No sabía que era la última vez.
La destrucción voló hacia ellos, cobrando todas las vidas posibles a su paso.
El pasto desaparecía, árboles enteros se desintegraban.
Tadeo quiso hacer algo, pero ya era tarde.
Julio y Marta habían desaparecido. Desintegrados en ese abrazo infinito, el que más tarde recordaría con la certeza de que trascendería esta vida.

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Y entonces sucedió.
El hielo se desintegró en milésimas de segundo sin que Cristian tuviera ninguna chance de recrearlo.
El cuerpo del hombre explotó como si fuera una bomba, en un último intento incontrolable de sobrevivir.
La detonación expandió un nova de destrucción y caos en todas direcciones.
Cristian abrazó a su novio y lo cubrió con su cuerpo. Julián cerró los ojos y aguardó lo peor.
La onda expansiva iba arrasando con todo a su paso, quemando el suelo, el pasto, desintegrando la granja, la casa, el granero con sus animales. Todo fue borrado en cuestión de segundos.
Cristian sentía la presión que ejercía ese inmenso poder contra su cuerpo. Su protección no era suficiente, por lo que su cuerpo comenzó a quemarse. Pero tan rápido como sucedía, sus habilidades curativas regeneraban los tejidos chamuscados. El dolor era inmenso. Una agonía que hizo estallar lágrimas en sus ojos y escapar un incontrolable grito de dolor, ahogado por el ensordecedor ruido de la destrucción.

La presión en el cuello de Tadeo desapareció.
Tomó una bocanada de aire y le pareció la experiencia más hermosa de su vida.
De a poco recupero sus sentidos y pudo mover las extremidades.
Entonces recordó.
Levantó la vista y vio a Julio con el fusil levantado, del cual salía humo.
En el suelo vio a un hombre. O eso parecía. Su cabeza se había desintegrado.
El disparo de Julio había sido certero y letal, casi a quemaropa.
Julio se había acercado aterrado al ver la escena; Tadeo siendo estrangulado por algo que parecía ser un látigo envuelto en llamas, sostenido por el mismo hombre que tantos años los había atormentado, sumiéndolos en la pobreza y en una vida llena de miedo y rencor.
Entonces Julio tomó la decisión de liberarse. Salvar una vida y liberar su alma de la cárcel en la que vivía.

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- ¡HIJO DE PUTA! - El grito estaba cargado de dolor.

Tadeo vio los ojos del hombre inyectados en sangre, llenos de odio y sed de venganza. Pero no fue eso lo que lo asustó. Fue otra cosa.
Julio corría hacia ellos, fusil en mano.
Marta corría a su marido.
La distracción le costó caro.
El látigo de fuego que sostenía en lo que ahora era el único brazo entero del hombre alto se enrolló en el cuello de Tadeo, quien solo tuvo la suficiente reacción como para elevar sus defensas y evitar las quemaduras.
La presión que ejercía el arma iba en aumento, dificultando la respiración de Tadeo.
Tadeo solo podía mirar a los viejos corriendo hacia él, mientras la falta de oxígeno iba apagando su consciencia.

El hombre de barba estaba siendo congelado en vida y lo sabía. Pero la falta de oxígeno ya no le permitía pensar. Su vida se debatía entre morir asfixiado o ser congelado.
Su cuerpo estaba respondiendo involuntariamente, elevando su temperatura en un intento de derretir la prisión gélida.
Cristian se esforzaba al máximo por mantener su hielo alrededor del rival, pero se estaba volviendo cada vez más difícil.
Julián se acercó a su novio y siguió manipulando el oxígeno alrededor del hombre congelado, sabía que si podía respirar recuperaría la fuerza para defenderse.
El hielo lo había cubierto completamente y su mente ya no producía pensamientos lógicos. Tenía la sensación de empezar a quemarse, lo que le producía un dolor inmenso, pero por más que se esforzaba en aplacar la reacción instintiva de su cuerpo, ese esfuerzo por liberarse del hielo y conseguir oxígeno, no podía controlarla y ésta no paraba de aumentar el calor.
Julián y Cristian vieron horrorizados lo que sucedía. Los ojos del hombre brillaban de un amarillo intenso y su cuerpo se ampollaba, quemándose a si mismo en un esfuerzo por sobrevivir.
Julián supo lo que seguiría y solo tuvo tiempo de gritar:

- ¡VA A ASCENDER!

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Julián le gritó una orden a su novio, el cual respondió al instante.
El capullo de agua de Cristian explotó en todas direcciones con fiereza, desintegrando la serpiente que lo aprisionaba.
El Manipulador Fuego se concentró por un momento en Cristian, dejando de atacar a Julián. Él no dejó pasar la oportunidad, era todo lo que necesitaba, ya sabía qué hacer.
Bajó a tierra, no podía hacer eso volando, necesitaba toda su concentración.
Comenzó a manipular el aire alrededor del hombre de barba, removiendo el oxígeno. Desplazándolo y ocupando su lugar completamente con aire contaminado.
El hombre sintió al instante el efecto. Fue como si se hubiera enrarecido el aire. Sus pulmones trataban de captar oxígeno sin éxito.

- ¡Ahora! - Gritó Julián.

Cristian apoyó ambas palmas en el suelo y tensó sus músculos al máximo.
Un bloque de hielo fue formándose alrededor del Manipulador Fuego, comenzando por sus pies y subiendo por su cuerpo.

Tadeo se protegía ahora de los ataques que le hacía por su derecha su rival y esquivaba los otros, sabiendo que eran más fuertes.
Luego de esquivar un golpe contraatacó con un chorro de fuego, esta vez tan intenso como pudo.
Su rival se preparó para desviarlo como los anteriores ataques, pero encontró mucha más resistencia esta vez y no pudo lograrlo.
Recibió el impacto de lleno en su brazo derecho.
El grito de dolor que soltó fue estremecedor. La carne se chamuscaba y se fundía con la tela del buzo que llevaba puesto.
El olor a carne quemada invadió el claro.

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Quería ganar tiempo para que Cristian atacara libremente, pero su novio se estaba tardando lo suyo y las pelotas de fuego cada vez pasaban más cerca suyo.
Buscó a su novio con la mirada, desde el aire, buscando el motivo de la demora.
Cuando lo vio se sorprendió mucho.
Cristian estaba completamente envuelto en una especie de capullo de agua, como si fuera una oruga esperando renacer.
Una serpiente naranja, ardiente y de ojos rojos como la sangre se enrollaba en el capullo de agua, apretando como si fuera una boa de fuego.
Julián vio que Cristian aguantaba sin problemas, pero la envoltura acuática requería de toda su concentración.
Tenía que pensar en algo y rápido.

Tadeo sabía que correr no era la respuesta, pero quería alejarse de la casa. Temía que algún ataque impactara contra ella.
Una vez en el claro se detuvo y lanzó rápidas bolas de fuego al hombre de los látigos. Éste las azotó con sus armas materializadas y se frenó.

- Deberías seguir corriendo. No tenés oportunidad contra mi.

Tadeo temía que eso fuera cierto, pero no era momento para dudar, ya no había vuelta atrás.
Esperó los siguientes latigazos que vinieron desde ambos lados y se protegió con ambos brazos cubiertos en llamas.
El primer golpe fue el del látigo que su rival sostenía con la mano izquierda. Fue detenido totalmente por la defensa de Tadeo. El segundo en cambio si produjo daño, aumentando el dolor que Tadeo ya tenía en ese brazo.
El dolor fue intenso, pero esta vez no gritó. Estaba concentrado, estaba identificando a su rival, como le había enseñado Claudio. Y ya tenía una ventaja, conocía el brazo hábil de su contrincante. Su plan iba tomando forma.

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Más bolas de fuego volaban hacia él y esta vez no tendría a Cristian para defenderlo.

El hombre del látigo desvío algunas bolas de fuego de Tadeo y hasta desintegró otras.

- ¡JAJAJA! ¡Eso fue PATÉTICO!
¿De verdad ese es tu poder? No te contengas conmigo, puede que no tengas tiempo de probarte.

Tadeo lanzó puñetazos flamígeros y más bolas de fuego, cuidando como antes que su nivel de poder fuera bajo.
Todos los ataques se desintegraban a poca distancia de su enemigo, como si chocaran contra un muro invisible a un simple movimiento de mano de este.

- De verdad me da vergüenza tu nivel de poder. No merecés este don.

Otro latigazo atacó a Tadeo quien rodó por el suelo para esquivarlo. Su brazo le dolía y ardía.

- A ver si esquivás esto.

Otro látigo apareció en la mano libre del atacante.
Tadeo no lo dudó por un segundo. Comenzó a correr. Su rival lo siguió, lanzando latigazos que por poco no alcanzaban a Tadeo.
Así fueron corriendo, atacando y esquivando unos cuantos metros, hasta llegar al claro donde Tadeo había estado entrenando con su mejor amigo.

Julián estaba concentrado volando y esquivando los proyectiles que le lanzaba el hombre de barba. No había tenido tiempo de entrenar luego de su Ascensión y le costaba dominar el vuelo, pero sin duda notaba el aumento en su poder. Antes solo podía mantenerse a flote, estático. Ahora volaba libremente. Aun así las maniobras que tenía que hacer para esquivar los ataques eran drásticas. Más y más proyectiles llegaban a su encuentro, todos de un gran tamaño. Algunos pasaban tan cerca que podía sentir el calor que desprendían.

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- Gracias. - Dijo el protegido una vez que desapareció el muro.
- ¿Estás bien? ¿Alguna idea?
- Necesito pensar. Por lo pronto me vas a tener que cubrir. Este tipo me tiene ventaja y lo sabe.

Otro latigazo voló hacia Tadeo. Pero esta vez estaba preparado. Sabía que necesitaba desviarlo. Necesitaba controlar ese látigo de fuego creado por su rival.
La velocidad e intensidad que tenía ese ataque le hicieron imposible desviar su trayectoria más que unos centímetros, pero fue suficiente para que el ataque pasara por sobre su cabeza, quemando unos rulos y dejando olor a pelo chamuscado.

- Buen intento. ¿No fue fácil eh? - Afirmó mientras volvía a enrollar el látigo en su mano.

Tadeo no se molestó en responder, ya estaba empezando su ataque, debía pasar a la ofensiva cuanto antes.
Lanzó bolas de fuego procurando que no fueran muy potentes, tenía un plan.

El rival de los novios no perdió el tiempo. Estaba luchando contra un Manipulador Agua y otro Aire, lógicamente debía derrotar primero al más fácil y luego ir contra quien tenía desventaja.
Una bola de fuego del tamaño de una pelota playera se formó en sus dos manos y salió disparada hacia Julián. Otra pared de agua apareció para defenderlo, pero cuando el proyectil impactó, no se deshizo sino que siguió presionando fuertemente y tan pronto como el agua lo desintegraba un poco, su creador lo devolvía a su tamaño original.
Julián notó que este ataque no iba a poder ser frenado por su novio entonces levitó unos metros para esquivarlo. Cristian dejó de esforzarse en su defensa cuando vio fuera de peligro a Julián, por lo que la gran bola de fuego siguió su recorrido hasta desintegrarse varios metros atrás.

- ¡Atacá! - Le dijo Julián desde el aire a su novio.

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Instantáneamente los amigos elevaron sus defensas concentrando la conexión que tenía cada uno con su don. Tadeo sintió en su piel el intento de ataque del enemigo pero pudo bloquearlo fácilmente. Lo reconfortó saber que al menos no tenían tanto poder.

- Mmm... Parece que nos enfrentamos a uno de los nuestros. - Le dijo el hombre alto al otro.
¿Podrá controlar nuestro fuego? - Agregó con sorna.
- Jajaja. No nos va a quedar otra que averiguarlo.

Un látigo ígneo apareció en la mano del hombre alto, quien lo blandió con fuerza en dirección a Tadeo.
El otro hombre tocó el suelo con ambas manos y un charco de intenso fuego empezó a crecer a los pies de Julián y Cristian. Los novios escaparon de la zona de peligro saltando hacia los lados.
Tadeo mientras tanto se preparaba para recibir el golpe, usando su brazo como escudo, formó un pequeño muro defensivo para frenar el latigazo, pero este cortó sus defensas fácilmente y golpeó a Tadeo en el brazo.
El impactado soltó un grito de dolor y vio que había quemaduras en su brazo.
El látigo volvía a enrollarse en la mano del atacante.

- Jaja. Parece que no sos tan bueno después de todo.

Tadeo jadeaba y no pudo responder. Sabía que otro ataque vendría pronto y necesitaba concentrarse.

Julián dirigió una potente ráfaga a su contrincante, pretendiendo desestabilizarlo, pero el hombre rápidamente contratacó con una onda expansiva de llamas, quemándo a una velocidad increíble la ráfaga de Julián.
El resultado fue un nova de fuego que creció tan de golpe en dirección al Manipulador Aire, que si no hubiera sido por la pared de agua que levantó Cristian, habría impactado de lleno en todo su cuerpo.

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Notó que el ambiente se había tensado aún más.

- ¿Y bien? ¿Qué va a ser? ¿Se van con las manos vacías o con el culo pateado? - Decía Julián al tiempo que llegó Cristian.
- Ustedes se la buscaron pendejos... - Dijo el hombre de la barba.

Sus manos comenzaron a flamear al instante y disparó dardos de fuego hacia los amigos.
Cristian fue quien los cubrió. Una pared de agua detuvo los proyectiles.

- Interesante... - Dijo el otro hombre.
Ahora sus ojos miraban atentamente al trío, analizándolos.

- Váyanse. No nos interesa un enfrentamiento. Somos más que ustedes, están en desventaja. Váyanse y no vuelvan nunca más. - Dijo Julián.

Por un momento Tadeo pensó que consideraban la opción.

- ¿Irnos? ¿Desventaja? ¿Cuántos años tienen? No deben ni haber terminado en la escuelita. Yo no veo la desventaja. No van a corrernos un par de adolescentes.

La esperanza de Tadeo de evitar una pelea desapareció.
Notó entonces que el hombre del pelo con corte militar comenzaba unos raros movimientos con sus manos.

- ¡Cuidado! ¡Quiere hacer fuego dentro nuestro!

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- Bueno, parece que el mulo tiene lengua. - Dijo el hombre de la barba.
No te metas en esto pendejo. No es tu asunto.
- Es mi asunto si están molestando a estas personas. - Desafió Julián.

Los tres amigos entendieron en el acto quiénes eran esos tipos.

- Si vienen para llevarse la comida de estas personas, van a tener que volverse con las manos vacías. - Soltó Cristian.
- No se metan en esto. - Dijo Julio entre asustado y enojado.
- Chicos vayan adentro... - Decía Marta.
- Si saben lo que les conviene, háganle caso a los viejos. - Agregó el barbudo.

Durante un momento todos se miraron y fue como si el tiempo se detuviera. Entonces Julián habló:

- Llevá a nuestros anfitriones adentro. - Dijo con calma pero seguridad mirando a su novio.

Cristian tomó a Julio del brazo y lo llevó medio a la fuerza hacia la puerta, donde estaba Marta con cara de terror. A ella también la movió contra su voluntad hacia el interior de la casa.

- N-No... - Decía Marta asustada.
- Shh... Tranquilos. No pasa nada. - Los calmaba Cristian.
Ustedes quédense acá y no salgan hasta que los vengamos a buscar.

Julio le devolvió una dura mirada.

- Tengan cuidado.
- Tranquilo. - Cristian le devolvió una sonrisa y salió de la casa.

Página 102 - Capítulo 13

Capítulo 13 - El fuego más intenso


El sol asomó temprano colándose por la sucia ventana y llenando el cuarto de una luz opacada por la mugre. Tadeo fue el primero en levantarse, el resto lo hizo mientras él se bañaba.
Los tres amigos desayunaron junto a Marta, Julio ya estaba trabajando en la granja, y luego prepararon las cosas. Era poco lo que llevaban consigo, por lo que fue rápido. Guardaron todo en las mochilas junto a las nuevas provisiones y se despidieron de Marta. Pero justo cuando salían de la casa, escucharon voces que parecían mantener una acalorada discusión.
Al salir de la casa se encontraron con Julio y otros dos hombres de unos cuarenta años. Uno era bien alto y fornido, con una cicatriz pequeña bajo su ojo derecho y corte tipo militar. Su apariencia recordaba a un teniente.
El otro era más bajo y regordete. Una descuidada barba cubría gran parte de su rostro.

- Es muy pronto les digo. Vengan la próxima semana. - Decía Julio.

- ¿Qué es esto? - Preguntó el más alto de los dos hombres mirando a los tres amigos que acababan de salir de la casa con Marta tras ellos.
- ¿Tenés empleados viejo mentiroso? ¿Mano de obra jóven y nos decís que no pudiste preparar lo nuestro? ¿Nos tomás por estúpidos? - La ira crecía con cada pregunta.
- No no, no es así. No son empleados... - Decía Julio.
- ¿Qué está pasando acá? ¿Quiénes son ustedes? - Intervino Julián.

Marta lo tomó del brazo como intentando frenar sus palabras y Julio lo miró indicándole que se callara.

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- ¿Qué tiene esta noche de especial? - Preguntó mirando a los viejos.
- ¿Acaso no te parece lo suficientemente linda? - Respondió Marta con ternura.
- Si... ¿Pero por qué comer afuera? ¿Qué pasó hoy? - La mirada de Julián brillaba.
- Muy atento hijo... - Dijo Marta lentamente mirando la nada.

Pasado un rato en el que Tadeo pensó que ya no iba a seguir hablando, dijo:

- Hoy se cumplen veintidós años de la muerte de nuestro Tomy... - Sus ojos se empañaron.
- Asesinato. - Corrigió secamente Julio.
- Ahh... Lo siento mucho. - Dijo Julián.

Un silencio incómodo se formó por un momento, pero luego Marta lo interrumpió.

- ¿Estás mejor hijo?
- Si. Gracias a ustedes y su hospitalidad. - Respondió Julián.
- Si, muchas gracias por todo lo que hicieron por nosotros. - Agregó Cristian.
- Son buenos chicos, solo necesitaban un poco de ayuda. - Respondió la anciana.
El mundo puede ser un lugar muy oscuro para personas buenas como ustedes... - Agregó pensativa.

La cena transcurrió en calma. Había un ambiente ambiguo entre festivo y melancólico.
Charlaron de diferentes cosas animadamente. Incluso Julio participó un poco.
Los amigos les hicieron saber a sus anfitriones que planeaban partir al otro día, antes del mediodía y Marta prometió ayudarlos a preparar algunas provisiones.
Entrada la noche desarmaron la mesa improvisada y entraron las cosas. Al rato todos estaban en cama.
Cristian terminaba de repasar la habitación para asegurarse que no se olvidaban nada y finalmente se durmió como el resto.