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Su reacción fue instintiva, un intento de proteger su vida, aún con la certeza de que él también sería borrado.
Tal como había practicado días atrás, sus brazos se tensaron a los lados de su cuerpo y emitieron un inmenso chorro de fuego que lo propulsó al instante hacia el cielo. Alto. Mucho más arriba de lo que hubiera podido alcanzar antes.
Desde el cielo miró hacia abajo, tratando de buscar a sus amigos, tratando de encontrar a la pareja de ancianos. No podía ver nada. Una densa nube eclipsaba totalmente el panorama.
Se mantuvo en el aire un buen rato, esperando.
La nube fue desapareciendo poco a poco y lo que pudo ver entonces lo paralizó.
Un área circular con un radio de más de dos kilómetros había sido aniquilada.
Cerca del centro del área vio a dos personas. Pero la silueta era ilógica, no parecían estar de pie.
Buscó con la mirada pero nada más existía ya dentro del área devastada.
No había rastro de Julio o Marta. Tampoco estaba el cuerpo decapitado que Tadeo recordaba ni el de su compañero. Ambos Manipuladores Fuego habían desaparecido, junto con los dueños de la granja.
Tadeo volvió al suelo que aún estaba caliente, pero no le importó. Corrió desesperado en busca de sus amigos. Su corazón golpeaba contra su pecho exigiendo liberarse.

Julián estaba de pie, un poco mareado pero estable. Sostenía en sus brazos a su novio, como si fueran recién casados a punto de cruzar el umbral por primera vez.

- Te amo. - Las lágrimas caían por el rostro del Manipulador Aire.
- Te amo. - Respondió antes de desmayarse a causa del dolor Cristian.
- ¿Están bien? - Tadeo llegaba corriendo.
- Estamos bien. - Dijo Julián con sus ojos puestos en su novio. Nunca en el mundo volvió a verse una mirada tan cargada de amor como esa.

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Sin dudarlo un segundo, aún a pesar de escuchar a su amada corriendo tras él implorándole que volviera, levantó el fusil y con sus ojos llenos de odio pero sin mediar palabra, apuntó a la cabeza y a menos de un metro, apretó el gatillo.
Como de costumbre, el disparo lo hizo recular, pero esta vez no se percató.
La escena ocupó del todo su mente.
El disparo desgarró la cabeza del hombre, de aquel "hijo de puta" al que tanto temía y odiaba.
El cuerpo cayó inerte y un reguero de sangre manchó aquel claro que tanto amaba, en el que tantos momentos había vivido con Marta y su hijo.
Tadeo vio a Julio aún rifle en mano, contemplar con ojos llorosos el cuerpo a sus pies. Buscó la cabeza pero no había nada más que una masa uniforme bañada en sangre y trozos de algo que parecía sesos por todos lados. Se le revolvió el estómago.
Marta llegó corriendo junto a su marido y con delicadeza le hizo bajar el rifle y lo abrazó.
Ambos rompieron a llorar.

- Somos libres. - Dijo Julio.

Entonces un ruido ensordecedor se oyó a poca distancia.
Los ojos de Tadeo captaron el momento exacto en que el hombre de barba explotaba.
Vio a su mejor amigo abrazar a su novio y protegerlo con su cuerpo de lo que se avecinaba.
Y entonces entendió.
Iban a morir.
Todos iban a morir.
Miró a los ancianos, llorar de felicidad abrazados. No sabía que era la última vez.
La destrucción voló hacia ellos, cobrando todas las vidas posibles a su paso.
El pasto desaparecía, árboles enteros se desintegraban.
Tadeo quiso hacer algo, pero ya era tarde.
Julio y Marta habían desaparecido. Desintegrados en ese abrazo infinito, el que más tarde recordaría con la certeza de que trascendería esta vida.

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Y entonces sucedió.
El hielo se desintegró en milésimas de segundo sin que Cristian tuviera ninguna chance de recrearlo.
El cuerpo del hombre explotó como si fuera una bomba, en un último intento incontrolable de sobrevivir.
La detonación expandió un nova de destrucción y caos en todas direcciones.
Cristian abrazó a su novio y lo cubrió con su cuerpo. Julián cerró los ojos y aguardó lo peor.
La onda expansiva iba arrasando con todo a su paso, quemando el suelo, el pasto, desintegrando la granja, la casa, el granero con sus animales. Todo fue borrado en cuestión de segundos.
Cristian sentía la presión que ejercía ese inmenso poder contra su cuerpo. Su protección no era suficiente, por lo que su cuerpo comenzó a quemarse. Pero tan rápido como sucedía, sus habilidades curativas regeneraban los tejidos chamuscados. El dolor era inmenso. Una agonía que hizo estallar lágrimas en sus ojos y escapar un incontrolable grito de dolor, ahogado por el ensordecedor ruido de la destrucción.

La presión en el cuello de Tadeo desapareció.
Tomó una bocanada de aire y le pareció la experiencia más hermosa de su vida.
De a poco recupero sus sentidos y pudo mover las extremidades.
Entonces recordó.
Levantó la vista y vio a Julio con el fusil levantado, del cual salía humo.
En el suelo vio a un hombre. O eso parecía. Su cabeza se había desintegrado.
El disparo de Julio había sido certero y letal, casi a quemaropa.
Julio se había acercado aterrado al ver la escena; Tadeo siendo estrangulado por algo que parecía ser un látigo envuelto en llamas, sostenido por el mismo hombre que tantos años los había atormentado, sumiéndolos en la pobreza y en una vida llena de miedo y rencor.
Entonces Julio tomó la decisión de liberarse. Salvar una vida y liberar su alma de la cárcel en la que vivía.

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- ¡HIJO DE PUTA! - El grito estaba cargado de dolor.

Tadeo vio los ojos del hombre inyectados en sangre, llenos de odio y sed de venganza. Pero no fue eso lo que lo asustó. Fue otra cosa.
Julio corría hacia ellos, fusil en mano.
Marta corría a su marido.
La distracción le costó caro.
El látigo de fuego que sostenía en lo que ahora era el único brazo entero del hombre alto se enrolló en el cuello de Tadeo, quien solo tuvo la suficiente reacción como para elevar sus defensas y evitar las quemaduras.
La presión que ejercía el arma iba en aumento, dificultando la respiración de Tadeo.
Tadeo solo podía mirar a los viejos corriendo hacia él, mientras la falta de oxígeno iba apagando su consciencia.

El hombre de barba estaba siendo congelado en vida y lo sabía. Pero la falta de oxígeno ya no le permitía pensar. Su vida se debatía entre morir asfixiado o ser congelado.
Su cuerpo estaba respondiendo involuntariamente, elevando su temperatura en un intento de derretir la prisión gélida.
Cristian se esforzaba al máximo por mantener su hielo alrededor del rival, pero se estaba volviendo cada vez más difícil.
Julián se acercó a su novio y siguió manipulando el oxígeno alrededor del hombre congelado, sabía que si podía respirar recuperaría la fuerza para defenderse.
El hielo lo había cubierto completamente y su mente ya no producía pensamientos lógicos. Tenía la sensación de empezar a quemarse, lo que le producía un dolor inmenso, pero por más que se esforzaba en aplacar la reacción instintiva de su cuerpo, ese esfuerzo por liberarse del hielo y conseguir oxígeno, no podía controlarla y ésta no paraba de aumentar el calor.
Julián y Cristian vieron horrorizados lo que sucedía. Los ojos del hombre brillaban de un amarillo intenso y su cuerpo se ampollaba, quemándose a si mismo en un esfuerzo por sobrevivir.
Julián supo lo que seguiría y solo tuvo tiempo de gritar:

- ¡VA A ASCENDER!

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Julián le gritó una orden a su novio, el cual respondió al instante.
El capullo de agua de Cristian explotó en todas direcciones con fiereza, desintegrando la serpiente que lo aprisionaba.
El Manipulador Fuego se concentró por un momento en Cristian, dejando de atacar a Julián. Él no dejó pasar la oportunidad, era todo lo que necesitaba, ya sabía qué hacer.
Bajó a tierra, no podía hacer eso volando, necesitaba toda su concentración.
Comenzó a manipular el aire alrededor del hombre de barba, removiendo el oxígeno. Desplazándolo y ocupando su lugar completamente con aire contaminado.
El hombre sintió al instante el efecto. Fue como si se hubiera enrarecido el aire. Sus pulmones trataban de captar oxígeno sin éxito.

- ¡Ahora! - Gritó Julián.

Cristian apoyó ambas palmas en el suelo y tensó sus músculos al máximo.
Un bloque de hielo fue formándose alrededor del Manipulador Fuego, comenzando por sus pies y subiendo por su cuerpo.

Tadeo se protegía ahora de los ataques que le hacía por su derecha su rival y esquivaba los otros, sabiendo que eran más fuertes.
Luego de esquivar un golpe contraatacó con un chorro de fuego, esta vez tan intenso como pudo.
Su rival se preparó para desviarlo como los anteriores ataques, pero encontró mucha más resistencia esta vez y no pudo lograrlo.
Recibió el impacto de lleno en su brazo derecho.
El grito de dolor que soltó fue estremecedor. La carne se chamuscaba y se fundía con la tela del buzo que llevaba puesto.
El olor a carne quemada invadió el claro.

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Quería ganar tiempo para que Cristian atacara libremente, pero su novio se estaba tardando lo suyo y las pelotas de fuego cada vez pasaban más cerca suyo.
Buscó a su novio con la mirada, desde el aire, buscando el motivo de la demora.
Cuando lo vio se sorprendió mucho.
Cristian estaba completamente envuelto en una especie de capullo de agua, como si fuera una oruga esperando renacer.
Una serpiente naranja, ardiente y de ojos rojos como la sangre se enrollaba en el capullo de agua, apretando como si fuera una boa de fuego.
Julián vio que Cristian aguantaba sin problemas, pero la envoltura acuática requería de toda su concentración.
Tenía que pensar en algo y rápido.

Tadeo sabía que correr no era la respuesta, pero quería alejarse de la casa. Temía que algún ataque impactara contra ella.
Una vez en el claro se detuvo y lanzó rápidas bolas de fuego al hombre de los látigos. Éste las azotó con sus armas materializadas y se frenó.

- Deberías seguir corriendo. No tenés oportunidad contra mi.

Tadeo temía que eso fuera cierto, pero no era momento para dudar, ya no había vuelta atrás.
Esperó los siguientes latigazos que vinieron desde ambos lados y se protegió con ambos brazos cubiertos en llamas.
El primer golpe fue el del látigo que su rival sostenía con la mano izquierda. Fue detenido totalmente por la defensa de Tadeo. El segundo en cambio si produjo daño, aumentando el dolor que Tadeo ya tenía en ese brazo.
El dolor fue intenso, pero esta vez no gritó. Estaba concentrado, estaba identificando a su rival, como le había enseñado Claudio. Y ya tenía una ventaja, conocía el brazo hábil de su contrincante. Su plan iba tomando forma.

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Más bolas de fuego volaban hacia él y esta vez no tendría a Cristian para defenderlo.

El hombre del látigo desvío algunas bolas de fuego de Tadeo y hasta desintegró otras.

- ¡JAJAJA! ¡Eso fue PATÉTICO!
¿De verdad ese es tu poder? No te contengas conmigo, puede que no tengas tiempo de probarte.

Tadeo lanzó puñetazos flamígeros y más bolas de fuego, cuidando como antes que su nivel de poder fuera bajo.
Todos los ataques se desintegraban a poca distancia de su enemigo, como si chocaran contra un muro invisible a un simple movimiento de mano de este.

- De verdad me da vergüenza tu nivel de poder. No merecés este don.

Otro latigazo atacó a Tadeo quien rodó por el suelo para esquivarlo. Su brazo le dolía y ardía.

- A ver si esquivás esto.

Otro látigo apareció en la mano libre del atacante.
Tadeo no lo dudó por un segundo. Comenzó a correr. Su rival lo siguió, lanzando latigazos que por poco no alcanzaban a Tadeo.
Así fueron corriendo, atacando y esquivando unos cuantos metros, hasta llegar al claro donde Tadeo había estado entrenando con su mejor amigo.

Julián estaba concentrado volando y esquivando los proyectiles que le lanzaba el hombre de barba. No había tenido tiempo de entrenar luego de su Ascensión y le costaba dominar el vuelo, pero sin duda notaba el aumento en su poder. Antes solo podía mantenerse a flote, estático. Ahora volaba libremente. Aun así las maniobras que tenía que hacer para esquivar los ataques eran drásticas. Más y más proyectiles llegaban a su encuentro, todos de un gran tamaño. Algunos pasaban tan cerca que podía sentir el calor que desprendían.

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- Gracias. - Dijo el protegido una vez que desapareció el muro.
- ¿Estás bien? ¿Alguna idea?
- Necesito pensar. Por lo pronto me vas a tener que cubrir. Este tipo me tiene ventaja y lo sabe.

Otro latigazo voló hacia Tadeo. Pero esta vez estaba preparado. Sabía que necesitaba desviarlo. Necesitaba controlar ese látigo de fuego creado por su rival.
La velocidad e intensidad que tenía ese ataque le hicieron imposible desviar su trayectoria más que unos centímetros, pero fue suficiente para que el ataque pasara por sobre su cabeza, quemando unos rulos y dejando olor a pelo chamuscado.

- Buen intento. ¿No fue fácil eh? - Afirmó mientras volvía a enrollar el látigo en su mano.

Tadeo no se molestó en responder, ya estaba empezando su ataque, debía pasar a la ofensiva cuanto antes.
Lanzó bolas de fuego procurando que no fueran muy potentes, tenía un plan.

El rival de los novios no perdió el tiempo. Estaba luchando contra un Manipulador Agua y otro Aire, lógicamente debía derrotar primero al más fácil y luego ir contra quien tenía desventaja.
Una bola de fuego del tamaño de una pelota playera se formó en sus dos manos y salió disparada hacia Julián. Otra pared de agua apareció para defenderlo, pero cuando el proyectil impactó, no se deshizo sino que siguió presionando fuertemente y tan pronto como el agua lo desintegraba un poco, su creador lo devolvía a su tamaño original.
Julián notó que este ataque no iba a poder ser frenado por su novio entonces levitó unos metros para esquivarlo. Cristian dejó de esforzarse en su defensa cuando vio fuera de peligro a Julián, por lo que la gran bola de fuego siguió su recorrido hasta desintegrarse varios metros atrás.

- ¡Atacá! - Le dijo Julián desde el aire a su novio.

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Instantáneamente los amigos elevaron sus defensas concentrando la conexión que tenía cada uno con su don. Tadeo sintió en su piel el intento de ataque del enemigo pero pudo bloquearlo fácilmente. Lo reconfortó saber que al menos no tenían tanto poder.

- Mmm... Parece que nos enfrentamos a uno de los nuestros. - Le dijo el hombre alto al otro.
¿Podrá controlar nuestro fuego? - Agregó con sorna.
- Jajaja. No nos va a quedar otra que averiguarlo.

Un látigo ígneo apareció en la mano del hombre alto, quien lo blandió con fuerza en dirección a Tadeo.
El otro hombre tocó el suelo con ambas manos y un charco de intenso fuego empezó a crecer a los pies de Julián y Cristian. Los novios escaparon de la zona de peligro saltando hacia los lados.
Tadeo mientras tanto se preparaba para recibir el golpe, usando su brazo como escudo, formó un pequeño muro defensivo para frenar el latigazo, pero este cortó sus defensas fácilmente y golpeó a Tadeo en el brazo.
El impactado soltó un grito de dolor y vio que había quemaduras en su brazo.
El látigo volvía a enrollarse en la mano del atacante.

- Jaja. Parece que no sos tan bueno después de todo.

Tadeo jadeaba y no pudo responder. Sabía que otro ataque vendría pronto y necesitaba concentrarse.

Julián dirigió una potente ráfaga a su contrincante, pretendiendo desestabilizarlo, pero el hombre rápidamente contratacó con una onda expansiva de llamas, quemándo a una velocidad increíble la ráfaga de Julián.
El resultado fue un nova de fuego que creció tan de golpe en dirección al Manipulador Aire, que si no hubiera sido por la pared de agua que levantó Cristian, habría impactado de lleno en todo su cuerpo.

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Notó que el ambiente se había tensado aún más.

- ¿Y bien? ¿Qué va a ser? ¿Se van con las manos vacías o con el culo pateado? - Decía Julián al tiempo que llegó Cristian.
- Ustedes se la buscaron pendejos... - Dijo el hombre de la barba.

Sus manos comenzaron a flamear al instante y disparó dardos de fuego hacia los amigos.
Cristian fue quien los cubrió. Una pared de agua detuvo los proyectiles.

- Interesante... - Dijo el otro hombre.
Ahora sus ojos miraban atentamente al trío, analizándolos.

- Váyanse. No nos interesa un enfrentamiento. Somos más que ustedes, están en desventaja. Váyanse y no vuelvan nunca más. - Dijo Julián.

Por un momento Tadeo pensó que consideraban la opción.

- ¿Irnos? ¿Desventaja? ¿Cuántos años tienen? No deben ni haber terminado en la escuelita. Yo no veo la desventaja. No van a corrernos un par de adolescentes.

La esperanza de Tadeo de evitar una pelea desapareció.
Notó entonces que el hombre del pelo con corte militar comenzaba unos raros movimientos con sus manos.

- ¡Cuidado! ¡Quiere hacer fuego dentro nuestro!

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- Bueno, parece que el mulo tiene lengua. - Dijo el hombre de la barba.
No te metas en esto pendejo. No es tu asunto.
- Es mi asunto si están molestando a estas personas. - Desafió Julián.

Los tres amigos entendieron en el acto quiénes eran esos tipos.

- Si vienen para llevarse la comida de estas personas, van a tener que volverse con las manos vacías. - Soltó Cristian.
- No se metan en esto. - Dijo Julio entre asustado y enojado.
- Chicos vayan adentro... - Decía Marta.
- Si saben lo que les conviene, háganle caso a los viejos. - Agregó el barbudo.

Durante un momento todos se miraron y fue como si el tiempo se detuviera. Entonces Julián habló:

- Llevá a nuestros anfitriones adentro. - Dijo con calma pero seguridad mirando a su novio.

Cristian tomó a Julio del brazo y lo llevó medio a la fuerza hacia la puerta, donde estaba Marta con cara de terror. A ella también la movió contra su voluntad hacia el interior de la casa.

- N-No... - Decía Marta asustada.
- Shh... Tranquilos. No pasa nada. - Los calmaba Cristian.
Ustedes quédense acá y no salgan hasta que los vengamos a buscar.

Julio le devolvió una dura mirada.

- Tengan cuidado.
- Tranquilo. - Cristian le devolvió una sonrisa y salió de la casa.

Página 102 - Capítulo 13

Capítulo 13 - El fuego más intenso


El sol asomó temprano colándose por la sucia ventana y llenando el cuarto de una luz opacada por la mugre. Tadeo fue el primero en levantarse, el resto lo hizo mientras él se bañaba.
Los tres amigos desayunaron junto a Marta, Julio ya estaba trabajando en la granja, y luego prepararon las cosas. Era poco lo que llevaban consigo, por lo que fue rápido. Guardaron todo en las mochilas junto a las nuevas provisiones y se despidieron de Marta. Pero justo cuando salían de la casa, escucharon voces que parecían mantener una acalorada discusión.
Al salir de la casa se encontraron con Julio y otros dos hombres de unos cuarenta años. Uno era bien alto y fornido, con una cicatriz pequeña bajo su ojo derecho y corte tipo militar. Su apariencia recordaba a un teniente.
El otro era más bajo y regordete. Una descuidada barba cubría gran parte de su rostro.

- Es muy pronto les digo. Vengan la próxima semana. - Decía Julio.

- ¿Qué es esto? - Preguntó el más alto de los dos hombres mirando a los tres amigos que acababan de salir de la casa con Marta tras ellos.
- ¿Tenés empleados viejo mentiroso? ¿Mano de obra jóven y nos decís que no pudiste preparar lo nuestro? ¿Nos tomás por estúpidos? - La ira crecía con cada pregunta.
- No no, no es así. No son empleados... - Decía Julio.
- ¿Qué está pasando acá? ¿Quiénes son ustedes? - Intervino Julián.

Marta lo tomó del brazo como intentando frenar sus palabras y Julio lo miró indicándole que se callara.

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- ¿Qué tiene esta noche de especial? - Preguntó mirando a los viejos.
- ¿Acaso no te parece lo suficientemente linda? - Respondió Marta con ternura.
- Si... ¿Pero por qué comer afuera? ¿Qué pasó hoy? - La mirada de Julián brillaba.
- Muy atento hijo... - Dijo Marta lentamente mirando la nada.

Pasado un rato en el que Tadeo pensó que ya no iba a seguir hablando, dijo:

- Hoy se cumplen veintidós años de la muerte de nuestro Tomy... - Sus ojos se empañaron.
- Asesinato. - Corrigió secamente Julio.
- Ahh... Lo siento mucho. - Dijo Julián.

Un silencio incómodo se formó por un momento, pero luego Marta lo interrumpió.

- ¿Estás mejor hijo?
- Si. Gracias a ustedes y su hospitalidad. - Respondió Julián.
- Si, muchas gracias por todo lo que hicieron por nosotros. - Agregó Cristian.
- Son buenos chicos, solo necesitaban un poco de ayuda. - Respondió la anciana.
El mundo puede ser un lugar muy oscuro para personas buenas como ustedes... - Agregó pensativa.

La cena transcurrió en calma. Había un ambiente ambiguo entre festivo y melancólico.
Charlaron de diferentes cosas animadamente. Incluso Julio participó un poco.
Los amigos les hicieron saber a sus anfitriones que planeaban partir al otro día, antes del mediodía y Marta prometió ayudarlos a preparar algunas provisiones.
Entrada la noche desarmaron la mesa improvisada y entraron las cosas. Al rato todos estaban en cama.
Cristian terminaba de repasar la habitación para asegurarse que no se olvidaban nada y finalmente se durmió como el resto.

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Después de un buen rato en el que Tadeo había estado leyendo las cartas mientras Cristian y Julián hablaban poco y muy bajo, dijo:

- Flasheás vampi. Acá no dice nada de que Tomás tuviera poderes.
- No dije que lo dijera...
- ¿Y entonces?
- Pero hay indicios.
- Meh. Nada que ver vampi. Cualquiera.
- Ok Tadeo. Lo que digas. - El tono de Julián se volvió frío como el hielo que podía crear su novio.

Tadeo quedó desconcertado por la respuesta. Quería seguir hablando del tema pero Julián no le había dado lugar a hacerlo.
Optó por irse a la cocina, donde casi chocó con Julio por ir con la cabeza en otro lado.

- ¡Uy! Perdón.
- ¿Ya cenaron? - Preguntó Julio inesperadamente amable, ignorando el tropiezo de Tadeo.
- Emmm... No...
- Pensábamos comer afuera, vengan si quieren.

¿Eso era una invitación? Tadeo supuso que si, aunque el tono hosco de Julio lo hizo dudar al principio.

- B-bueno... Gracias...

Tadeo les avisó a sus amigos y todos ayudaron a armar la mesa al aire libre. La noche estaba realmente especial para pasar la velada afuera.
Luego de un rato cenando, Julián interrumpió la tranquilidad de la noche.

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- Hola amor. ¿Qué lees?
- Hola chicos. Cartas.
- ¿De...? - Preguntó Cristian.
- Son cartas  para Tomás. - Dijo Julián levantando la mirada hacia sus amigos, había dolor en su mirada.
- Ahh...
- Algunas son de antes de que lo mataran. De sus tíos, primos y hasta de algún amigo... Otras son posteriores. Al parecer nunca "encontraron" a los culpables; aunque no se nota ningún esfuerzo por la policía en hacerlo.
Hay cartas de la policía explicando su fracaso, abogados hablando de pasos a seguir, familiares y vecinos intentando reconfortar... Al parecer mucha gente rodeaba a nuestros anfitriones antes de lo de Tomás...
- Qué triste... - Dijo Cristian.
- Eso no es lo peor... Las últimas cartas son de Marta...
- ¿Mmm? ¿Para quién son? - Preguntó Tadeo.
- Son para Tomás también. Marta siguió escribiéndole. Le contaba cosas de la vida cotidiana al principio... Después  se transformó en una especie de diario íntimo que habla principalmente del deterioro que ambos sufrieron y los cambios en Julio.
- Eso... Es terrible...
- Si... Y hay más...
- ¿Qué?
- No queda en claro, pero hay frases, o palabras, que me hacen sospechar que el niño tenía dones.
- ¿Dones? ¿Era un Manipulador? - Preguntaron los dos amigos asombrados.
- No se. Como les dije, no queda en claro. Pero me da esa sensación.
- Mmm... A ver pasame las cartas vampi, dejame ver. - Pidió Tadeo.

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Los amigos siguieron entrenando un rato más hasta que el agotamiento los venció y volvieron a la casa. Ambos estaban satisfechos de comprobar su nuevo nivel de poder.

Al regresar encontraron a la pareja de ancianos sentados en unas sillas desvencijadas, tomados de la mano. Contemplaban la puesta del sol.
Hubo algo en esa escena que se grabó en la mente de Tadeo. Como un cuadro que no pudiera descolgarse.
La mirada de ambos volaba hacia el sol escondiéndose, pero eran diferentes. La de Julio mostraba cansancio, dolor y angustia. Parecía la mirada de alguien que carga un gran peso hace mucho tiempo, demasiado quizás; pero aún así no se acostumbra. La mirada de alguien que quiere hacer algo, quiere proteger algo; pero se siente cansado y abatido y ya no sabe cómo hacerlo.
Los ojos cansados de Marta dejaban ver otros sentimientos; había pena. Había angustia sin duda, pero parecían los ojos de quien ya ha sufrido lo impensable, pero lo ha aceptado y ha hecho las paces con su alma y su pasado; ha llegado a una comprensión más allá del tiempo y se ha liberado de este mundo.

Todas esas sensaciones quedaron impresas en la imagen que retuvo Tadeo de un simple momento, como era ver a dos viejos amados sentado lado a lado, tomados de la mano, mirando al sol ponerse, quién sabe ya cuántas veces.

- Ey Teddy ¿Estás bien? - La voz de Cristian lo devolvió a la realidad.
- Ehhh... S-sí... Sí. Colgué. No pasa nada.

Los amigos fueron a la pieza de Tomás y encontraron a Julián despierto, leyendo.

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Tadeo contemplaba horrorizado la escena, pero Cristian estaba tranquilo. A medida que se acercaba al suelo, materializó potentes chorros de agua que impactaron contra el suelo y fueron frenando el descenso hasta que llegó al suelo suavemente como si fuera la hoja de un árbol cayendo.
Tadeo se reunió con su amigo.

- Parece que no puedo elevarme, pero una vez cerca del suelo puedo frenar la caída.
- Yo puedo volaaaar y vos noooo lalala.
- Tarado. A ver, volá de nuevo.
- A la orden.

Cristian esperó a que su amigo alcanzara su altura máxima y entonces atacó.
Disparó chorros de agua hacia las manos de su amigo.
Los propulsores de Tadeo comenzaron a apagarse reduciendo la altura hasta que se extinguieron del todo. Tadeo quiso frenar la caída pero sus empapadas manos y la caída libre no lo ayudaban a concentrarse.
Cuando estaba por impactar contra el suelo, Cristian lo envolvió en una burbuja que anuló la caída de su amigo con un leve rebote y desapareció dejándolo empapado en el suelo.

- ¡Rubio la pu...! - Empezó a gritar el accidentado.
- Jajaja. - Cristian no podía controlar la risa.
Te pasa por creído y por boludo. Jajaja.

Tadeo se secó usando sus poderes, como le había enseñado su maestro. Sentir el calor desde el centro de su cuerpo y hacerlo emanar, cuidando la intensidad para no quemar nada. Ese nada podía ser tanto su ropa, como su pelo, según había aprendido de primera mano.

- Bueno nada, te felicito amigo. - Cristian todavía se secaba las lágrimas de los ojos de tanto reirse.
- Envidioso...
- No, en serio te digo bolu...

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- ¡Ey! ¡Qué copado Teddy! ¡Estás flotando! - Dijo Cristian asombrado.
- ¿Viste rubio? ¡Es genial!

Tadeo aumentó la potencia y se elevó casi metro y medio. Al parecer ese era su límite.

- ¡Wow! ¡Estás volando!

Tadeo estaba feliz. Sentía el poder emanar de su cuerpo y podía manejarlo y controlarlo fácilmente. Lo que lo hacía sentirse confiado.
Comenzó a probar distintas maniobras. Sabía que no podía dejar de mantenerse en el aire, así que para avanzar no apuntó ambas palmas hacia atrás, sino una sola. Mientras con una se mantenía arriba con la otra avanzaba, aunque su altura había disminuido al resignar una mano.
Le resultaba difícil moverse hacia donde deseaba, pero de a poco le iba agarrando la mano.
Finalmente descendió con cierta dificultad.

- Ahora todos vuelan menos yo... - Dijo haciéndose el ofendido Cristian.
- ¿Y si probás? Capaz también podés propulsarte.

Cristian pasó un buen rato intentándolo sin éxito, mientras Tadeo mejoraba poco a poco su técnica.
Entonces Cristian subió a uno de los árboles del claro usando las ramas.

- ¿Qué hacés rubio? - Le gritó Tadeo desde su lugar a unos metros de su amigo.

- Quiero probar algo...

Y entonces Cristian saltó desde lo más alto que pudo subir al árbol.

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Julio comenzó con los trabajos en el granero, donde los animales se habían calmado un rato después de que el ruido de la lluvia sobre el techo de chapa cesara.
Cristian observó con atención cómo el anciano atendía a los animales. Nunca había estado en una granja y conocía muy poco de las labores propias del rubro.
Notaba que Julio lo hacía parecer mucho más sencillo de lo que suponía que era. Seguramente llevaba décadas dedicado a eso.
Quiso empezar conversación algunas veces con preguntas o comentarios sobre lo que hacía Julio, pero solo recibió respuestas secas que no daban lugar a seguir hablando.
Por suerte para el mediodía la lluvia paró y pudo dejar de concentrarse en ella.
Decidió que ya no tenía sentido seguir en el granero así que volvió a la casa, donde Marta y Julián preparaban el almuerzo y Tadeo terminaba de bañarse después de haber organizado las pertenencias de su mochila.

- ¡Ey Teddy! ¿Entrenamos? - Le dijo Cristian al cruzarlo en el pasillo que conectaba el pequeño baño con la habitación de Tomás.
- ¡Sí dale! Ya dejó de llover ¿No?
- Si. Vamos.

Los dos amigos fueron al mismo claro en donde Tadeo había entrenado el día anterior.

- ¿Querés hacer algo en particular o no...? - Preguntó Tadeo.
- Emmm... No... No se... Creo que no... ¿Qué hacemos?
- Si querés te muestro lo que hice ayer.
- Ah si. Dale.

Tadeo tomó distancia de su amigo y relajó su cuerpo. Comenzó a concentrarse, sintiendo el poder en su interior. Visualizó lo que quería materializar y creó los chorros de fuego propulsores que comenzaron lentamente a desprenderlo del suelo, elevándolo a pocos centímetros de altura.

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Lo que estaba haciendo no era difícil. Sólo tenía que modificar levemente el recorrido del agua. No estaba manteniendo seco el techo de la casa porque sería más difícil, sino que una vez el agua caía sobre este, la hacía correr hacia los lados para que no se colara por las goteras.
La dificultad sería seguir haciendo eso y mantenerlos a ellos secos al alejarse de la casa. La distancia complicaba el control.
Cuando llegaron al granero encontraron a los animales revueltos y salpicados. Ahí sí se había colado el agua.

- Supongo que te olvidaste del granero...
- Sí, perdón. - Respondió Cristian avergonzado.
- Los animales se asustan cuando llueve. El ruido del agua en el techo de chapa los pone frenéticos. Peor si hay truenos.
- Puedo ayudar con lo primero...

Cristian se concentró entonces en el entorno. Necesitaba sentir con sus poderes el agua aproximándose al techo del granero para poder desviarla.
Agradeció su entrenamiento con Julián sobre concentraciones múltiples. Ya que ahora no solo hacía correr el agua del techo de la casa hacia los lados, sino que también desviaba el agua próxima al techo del granero, de modo que ni una gota lo tocaba.
El repiqueteo de la lluvia sobre el granero paró instantaneamente.
Julio se quedó pensativo y dijo:

- Gracias, eso va a hacer las cosas más faciles.

- Es bueno serle útil a nuestros amables anfitriones. - Cristian supo que sería lo máximo que podía pretender del viejo y le respondió alegre.

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- Yo creo que va a encontrarlo bastante útil. - Se metió Julián en la charla.

Julio los miró con indiferencia un rato y luego dijo:

- Está bien. Desayuná y después seguime. A ver si servís de algo.

Los tres amigos desayunaron y Cristian se dirigió a la puerta con Julio.
Marta aún no había aparecido.

- ¿No te vas a traer un paraguas? - Le preguntó Julio.
- Me ofende. - Respondió Cristian divertido.

Abrió la puerta y salió tranquilamente. Julio lo miraba atónito.
El agua caía fuertemente alrededor de la casa y sobre el techo, pero no sobre Cristian, quien estaba seco como si nada pasara.

- Venga. Sirve para los dos.

Dudoso Julio lo siguió.
Salió de la casa y automáticamente miró para arriba.
El agua caía, pero a menos de un metro de su cabeza se desviaba hacia los lados. Cayéndo cerca de él pero sin tocarlo.

- Ya me parecía raro tanta lluvia y no tener que poner los baldes para las goteras...

Cristian le devolvió una sonrisa y se fueron juntos al granero.

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- ¡Cristian la pu...! - Dijo enojado entreabriendo los ojos.
- Yo no soy Teddy. Llueve. - Respondió cerca su amigo.

Tadeo notó que la gota que caía en su rostro no era producto de su amigo, sino de una gotera en el desvencijado techo.

- Podrías haber hecho algo. ¿No? - Espetó Tadeo enojado.
- ¿Hacer qué? ¿Qué podría hacer yo con la lluvia? - Se hizo el ofendido el Manipulador agua.

Tadeo estuvo a punto de responderle, pero luego abrió bien los ojos secándose el rostro con la mano y vio que solo él había sido salpicado. El resto de la habitación estaba completamente seca.
Miró hacia el techo y notó varias entradas, pero al parecer solo por la que estaba arriba de su cabeza se colaba el agua.

- Jaja. ¡Qué gracioso!
- De hecho lo fue. - Rió Cristian.
- ¿Hace cuánto llueve? ¿Qué hora es?
- Casi las diez. No se. Más de dos horas.
- ¿Y hace cuánto estás desviando el agua de todas las goteras menos la mía? - El tono denotaba odio.
- Sería incapaz de hacer tal cosa amigo.

Julián se despertó por las risas de su novio.
Luego de que los tres se levantaran y fueran a desayunar, se cruzaron con Julio que estaba preparándose para salir bajo la lluvia.

- Ehhmmm... Disculpe... ¿Quiere que lo acompañe? - Preguntó Cristian.
- A menos que sepas ordeñar una vaca, no me servirías de nada. - Le respondió seco.

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Llegada la noche Julián ya estaba dormido y los otros dos amigos cenaron solos, esta vez no se les unió nadie, pero Marta les había dejado algo preparado.

- ¿Entrenamos mañana rubio?
- Estaba por decirte lo mismo.
- ¿Juli podrá...?
- No. Y aunque pudiera no tiene sentido. Estamos demorando el viaje para que él se reponga, sería ilógico que entrenara.
- Ah... Claro... - Tadeo se sintió estúpido.
- ¿Y me vas a contar cómo te golpeaste?

Tadeo ya se había olvidado, pero tenía raspones en la cara.

- Mmm... Mañana te muestro. - Respondió misterioso.
- ¿Eso significa que mañana vas a volver a golpearte?
- ¡No tarado! ¡Que mañana te muestro! ¡Pero sin golpearme!
- Yo no voy a contradecirte si tenés algún deseo de muerte o te cabe el masoquismo...
- Sos un idiota... Ya te vas a sorprender.
- ¿Si? ¡Wow! ¿Por fin voy a poder ver al gran quematodo en acción?
- Jaja. Mañana veremos si te seguís burlando.

Pasado un rato, levantaron lo ensuciado y dejaron todo limpio. Luego fueron a acostarse y no tardaron en dormirse.

Al otro día, Tadeo se despertó sobresaltado.

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Terminaron de almorzar y Julio fue el primero en retirarse, argumentando sobre algo que debía hacer en la granja.
Cristian ayudó a su novio a ir al cuarto y acostarse y Tadeo se quedó lavando los platos con Marta.

- Gracias de nuevo por recibirnos... Yo se que no es fácil para ustedes tenernos acá. - Dijo Tadeo.
- Tranquilo hijo. Creo que comprobar que hay gente con sus habilidades que no pretende hacer el mal o estafar a los que no los tenemos, es lo que necesitamos para terminar con este recelo. Dale tiempo a mi marido, ya lo va a comprender.

Tadeo no supo qué responder y se quedó pensando sobre lo que acababa de decirle la anciana.
Fue al cuarto del hijo muerto de la pareja.
Cristian hablaba con Julián, que estaba acostado otra vez.

- Es por eso que no les gustan los Manipuladores...
- ¿Poniéndolo al día? - Interrumpió Tadeo.
- Tuvimos mucha suerte. Debés haberles dado lástima. - Se burló Julián.
- ¿Pusiste cara de perrito mojado y pediste por favor? - Dijo entre risas Cristian.
- ¿O te hiciste encima cuando te encañonaron? - Agregó su novio.
- ¡Basta estúpidos! - Dijo entre enojado y divertido Tadeo.
Ya les dije que fue Marta. Ella lo convenció a su esposo. O en realidad lo obligó. Él no llegó a aceptar nada, no tuvo oportunidad.

Los tres amigos siguieron hablando toda la tarde de diferentes cosas. De la casa y sus dueños, de lo sucedido en el bosque y las dos Ascensiones y de los planes a futuro.
Acordaron esperar dos o tres días más hasta que Julián se recuperara del todo y continuar viaje hacia El Pedruzco. No debían estar a más de tres días de caminata.

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- Uhmmm... ¿Cómo explicarlo...? La Ascensión... Digamos que es una respuesta natural e involuntaria de los Manipuladores ante una situación de peligro o de adrenalina intensa. Tiene dos efectos, uno momentáneo y otro residual. El momentáneo nos permite realizar cosas que jamás habríamos podido hacer antes. El residual aumenta nuestras habilidades para siempre.
- ¿Qué hiciste? - Preguntó Julio mirando fijamente a Julián.
- No entiendo la preg...
- ¿Qué fue lo que hiciste con esa "Ascensión" que no habrías podido hacer antes? - Interrumpió el anciano.
- Ahh... Nos hice volar... - Respondió pensativo Julián.
- ¿O sea que ahora pueden andar volando por ahí? - Preguntó con recelo Julio.
- No. No... No creo... - Julián dudaba.
No se, será cuestión de entrenar e intentarlo cuando esté mejor. Pero no. El efecto momentáneo de una Ascensión siempre es mayor al residual. Es decir, no por haber hecho algo al momento de Ascender, significa que lo podamos repetir después.

Julio no hizo más preguntas y por un rato se formó un incómodo silencio.

- Como te decía Tadeo... No fueron las heridas, sino la Ascensión lo que me tuvo agotado.
- Ahh...
- Podrías haber muerto. - Dijo Cristisn mirando a su novio con cierto enfado.
- Íbamos a morir de todos modos. Además... Como si pudiera controlarlo... - Resongó Julián.

Tadeo se quedó pensando en esa frase. Es cierto que Ascender era un motivo de alegría para cualquier Manipulador, ya que lo volvía más fuerte. Pero no podía negar que era una maldiciòn a su vez. No era voluntario ni controlable y podía causar la muerte.

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Luego de lavarse la cara y las manos salió del baño y fue al cuarto, necesitaba otra remera de las que tenía en su mochila.
Cuando entró vio a Cristian y Julián sentados lado a lado en la cama y Marta de pie.

- ¡Ey vampi! ¿Cómo estás?
- Hola Tadeo. Bien y vo... ¿Estás bien? - Dijo al ver la remera manchada de Tadeo.
- Si, si. No pasó nada, tropecé. - Dijo rápido Tadeo, quería cambiar de tema.
- ¿Necesitás curaciones Tedd...? - Empezó Cristian.
- No ya fue. - Lo cortó Tadeo.
- Hora de almorzar. - Dijo la anciana.

Julián se levantó luego de varios días, con la ayuda de su novio y todos se dirigieron al comedor.
Julio se les unió al rato y comieron todos juntos.

- ¡Qué bueno que ya te pudiste levantar vampi! ¿Eran muy graves las heridas? - Preguntó Tadeo.
- Si y no. Las heridas fueron... Molestas... Sobre todo la del tobillo... Esa trampa de mierda... Pero lo que me tuvo así casi desmayado tanto tiempo no fueron las heridas ni el sangrado. Fue la Ascensión.
- ¿Qué cosa? - Intervino el viejo.
- La Ascensión. ¿Nunca escucharon de eso? - Preguntó Julián atónito.
- En esta casa no se habla sobre cosas raras. - Contestó secamente Julio.
- ¿Qué...?
- Dejá amor, yo les explicó lo interrumpió rápido Cristian.

Tadeo entendió entonces que Julián no sabía nada del desprecio de la pareja de ancianos por los Manipuladores.

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Lentamente sus pies se fueron despegando del suelo, a medida que su cuerpo flotaba.
La sorpresa mezclada con alegría lo invadió, haciendo que sus brazos temblaran y su concentración se rompiera. El resultado fue Tadeo cayendo al suelo de rodillas poco menos de medio metro.
Si bien el impacto fue doloroso, estaba abrumado por la felicidad. Había flotado. Otra vez.
Volvió a intentarlo pero el cansancio no le permitió siquiera despegarse del suelo.
Se tendió en el suelo a descansar. Pensando en lo que acababa de hacer.
Pasado un rato y con el ritmo cardíaco normalizado, volvió a intentarlo.
Esta vez se elevó a más de un metro del suelo y pudo mantenerse relativamente estable.
El problema fue cuando quiso desplazarse. Torció sus palmas apuntando ligeramente hacia atrás, lo que lo propulsó un poco hacia adelante. Pero su cuerpo comenzó a caer.
Justo antes de chocar con el suelo pudo frenar el descenso al apuntar otra vez con sus palmas hacia el suelo.
Entonces Tadeo comprendió que su manera de flotar, o en el mejor de los casos, volar, era una especie de motor a propulsión, inverso hacia donde apuntara sus palmas y por ende sus chorros de fuego.
Si apuntaba hacia abajo, subía o se mantenía flotando. Si apuntaba hacia atrás, iría hacia delante.
Volvió a tomarse un buen rato para descansar y volvió a intentarlo. Esta vez no quiso elevarse, directamente apuntó hacia atrás con los pies en el suelo y comenzó a avanzar. El problema eran sus pies trabándose en el suelo, forzándolo a dar pasos.
Dio un salto, liberando a sus pies de  la resistencia ofrecida por el piso y salió propulsado a gran velocidad, lo que lo tomó por sorpresa y terminó aterrizando con la cara en el suelo y arrastrándose unos metros.
La cara le ardía y sentía el calor de la sangre sobre el rostro.
Se limpió como pudo con la remera y decidió volver a la casa.
No quería que lo vieran así. Entró sin hacer ruido y se fue directamente al baño a limpiarse. Vio la puerta del cuarto cerrada y supuso que Marta y Cristian seguirían con las curaciones de Julián.

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Se fue a un claro que había a unos trescientos metros de la casa.
Pocos árboles lo rodeaban, formando una especie de círculo, dejando un terreno plano en el centro y despejado.
Su primer objetivo era comprobar su nivel de poder. Quería asegurar lo que sospechaba, la Ascensión durante su examen.
Se sentía un poco tonto al respecto. Cualquiera notaría haber Ascendido y si bien el se sentía diferente, nunca le había sucedido antes, entonces no podía asegurarlo.
Lo primero que hizo fue materializar pelotas ígneas.
La velocidad con que lo hizo ya demostró una diferencia. Pero no fue lo principal. Sin esforzarse había conseguido formar una en cada mano y eran casi igual de grandes, bastante más que antes, siendo la de su mano diestra apenas mayor.
Lo que lo sorprendió fue la sensación de poder. Sentía el mismo calor y conexión hacia sus materializaciones de siempre. Pero ahora notaba un poder mucho mayor. Como si estuviera seguro que ahora sus bolas de fuego hicieran mucho mas daño.
Tadeo hizo desaparecer sus creaciones y decidió probar otra cosa. Creó una columna de fuego tan intensa como pudo.
Se centró en darle intensidad y poder. El resultado fue un pilar ígneo, de casi dos metros de altura y poco más de un metro de ancho.
Empezó entonces a probar diferentes cosas. Quiso aumentar su tamaño. Y solo pudo lograrlo reduciendo la potencia.
Al parecer ese era su límite. Si quería agrandar el tamaño, tenía que resignar intensidad. Lo mismo sucedía con el tamaño, notó que podía aumentar el ancho disminuyendo la altura y viceversa.
Tuvo ganas de probar cual podía ser el área máxima que podía cubrir, pero el claro no era tan grande y decidió dejarlo para otra ocasión.
Finalmente deshizo su pared de llamas.
Había algo más que quería probar. Algo en particular que rondaba su mente hace días.
Relajó su cuerpo, y con sus brazos a los lados y palmas apuntando al suelo, comenzó a materializar chorros de fuego. Leves e inestables al principio, más potentes y corpóreos a medida que se concentraba.

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- No pensé que les interesara su bienestar... - Dijo Tadeo.
- No lo hacen por nuestro bienestar. Como dije, se aseguran de que podamos seguir produciendo. De ese modo, vuelven a pasar cada tanto y tienen asegurada su "cosecha".
- Ahhh... Les dejan un poco, para que hagan más y entonces puedan volver a quitarles. ¡Qué hijos de puta! Uy... Perdón... - Dijo Tadeo avergonzado por el exabrupto.
- No te disculpes querido, lo son. Todos lo pensamos. Pero pocos se atreven a decírselo...
- ¿Qué pasa si lo hacen? - Preguntó Cristian imaginando la respuesta.
- La última vez que alguien lo hizo, unos años atrás, se armó una especie de festejo educador a unos kilómetros de acá. Hubo una fogata y todo. Como leña se uso la familia del señor que se negó a pagarles.
- Eso... Es... Terrible... - Dijo Tadeo imaginando el fuego y el olor a carne quemada.
¿Es por eso que su marido se enojó aún más cuando se enteró que yo soy Manipulador Fuego?
- Julio es un viejo gruñón y resentido. La vida le ha dado demasiadas desgracias. El detesta todo tipo de dones. Pero sí, en particular nos desagrada aún más el Fuego. Tanto por ser con el que nos amenazan, como por ser el más destructivo y lleno de maldad.

Tadeo quiso argumentar en su defensa. Sabía que mucha gente creía que el Fuego solo servía para destruir. Incluso él lo había pensado... O quizás aún pensaba...
Su maestro siempre le había dicho que era el objetivo más difícil a lograr por cada Manipulador Fuego. Mostrarse útil y no únicamente destructivo ante los demás.
No quiso responder. En parte para evitar una pelea. En parte porque en el fondo sabía que aún no tenía los argumentos suficientes.

El desayuno continuó en silencio.
Marta y Cristian fueron al cuarto de Tomás a revisar las heridas de Julián.
Tadeo en cambio salió de la casa. Tenía pensado hacer un poco de práctica con sus Manipulaciones.

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- Mmm Ya veo. Debo decirles que no soy una experta en temas de Manipuladores. De hecho siempre evadí esas artes. - Agregó en tono seco.
- ¿Por algo en especial...? - Preguntó cauto Cristian.
- Al principio no. Simplemente era orgullo y envidia supongo, por no haber tenido un don... Luego si, tuve motivos para despreciar esos supuestos "dones". - Había amargura en su voz.
- ¿Qué pasó? - Preguntó con la boca llena de tostadas Tadeo.
Emmm perdón. - Dijo después de tragar.
Si es que puede saberse...

Cristian miró a su amigo de reojo con cara de pocos amigos.
La vieja se quedó mirando a la pared durante un buen rato. Finalmente habló.

- Si puede saberse querido. - Comenzó lentamente.
Los Manipuladores han abusado de nosotros y de muchas otras personas por muchos años.
- ¿Eh? ¿Cómo? ¿Por qué? - Las preguntas de Tadeo se superponían.
- Ciertas personas con esos dotes, piensan ser una raza superior. Creen que tienen el derecho a tener lo que quieran y cuando lo quieran. Y se aprovechan de gente más débil, o menos preparada. O incluso de viejos solitarios como nosotros...
- Eso es repugnante. - Dijo Cristian.
¿Qué hacen?
- Últimamente nos visitan unos invocadores del fuego. Y amenazan con quemar nuestra granja si no les damos lo que piden.
- ¿Y qué piden?
- Comida. Dinero. Lo que sea que tengamos. Pero no son tontos. No se llevan todo. Se llevan la gran parte. Nos dejan con algo. Para que podamos seguir produciendo. Entonces así, se aseguran que no perezcamos.

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- Bueno querido, solo entraba a ver que esté todo bien. Cuando quieran levantarse, vengan a desayunar al comedor. - Dijo refiriéndose a la sala más grande y menos sucia de la casa.
- Gracias... - Fue todo lo que supo decir Tadeo.

Tadeo se quedó un rato más en la pieza pensando.

- ¿Qué pasa? - Dijo Cristian desde la bolsa de dormir con voz de sueño, recién despertando.
- Emm. Buen día Rubio. Nada... ¿Vamos a desayunar?

Cristian se levantó y los dos fueron al comedor.
Julio, ya estaba trabajando en la granja. Marta en cambio los esperaba para desayunar.

- Muchas gracias de nuevo. - Fue lo primero que le dijo Cristian al verla.
Gracias por recibirnos y por cuidar de mi novio.
- Tranquilo hijo, parecen buenos muchachos necesitados de ayuda. No tenemos mucho que ofrecerles, pero no pedimos nada a cambio. - Le respondió amablemente la anciana.
- Usted es muy amable. - Respondió Cristian.
- Bueno, sírvanse lo que deseen. - Dijo Marta señalando la mesa, donde había dejado algunas tostadas, manteca y mermelada.
Cuando terminen de desayunar, me gustaría inspeccionar las heridas de tu novio.
- Si. Por favor. Yo hice lo que pude, pero necesita mejores cuidados. - Cristian se puso rojo de la vergüenza.
- Mmm... - Fue todo lo que dijo la anciana.

Los amigos desayunaron junto a la anciana, aprovechando el momento para contarle lo que había sucedido en el bosque y cómo habían logrado salvarse.

Página 82

Tanto Cristian como Tadeo estaban exhaustos, así que prepararon las bolsas de dormir que llevaban en sus mochilas, en el piso al lado de la cama de Julián, la cual estaba en una pequeña pieza y no tardaron mucho en dormirse.
Tadeo despertó temprano al otro día. La luz empezaba a colarse por la desvencijada ventana de madera.
La noche anterior no había prestado demasiada atención al improvisado cuarto. Ahora si lo contemplaba con interés.
Había polvo y telarañas por doquier. Al parecer no se lo usaba hacía muchos años.
Vio algún que otro cuadro colgado, y algunos retratos familiares, pero sus ojos se detuvieron sobre una imagen en blanco y negro, al parecer bastante antigua, de un niño sonriente. Con un rostro regordete y una boina sobre su cabeza. Un pequeño traje de marinerito era lo que llevaba puesto.

- Ese es mi Tomy. - Dijo la anciana a espaldas de Tadeo.
Es la última foto que tomamos de él. El día de su octavo cumpleaños.
- Entonces... ¿Éste era su cuarto?
- Si. Nunca fuimos de muchos recursos, pero él era feliz en este cuarto. Nunca necesitó de mucho para ser feliz. Podía pasar horas divirtiéndose con una simple ramita o un trozo de papel.

Tadeo se sintió incómodo por estar ocupando esa habitación.
La anciana, como si leyera sus pensamientos agregó:

- No te preocupes. Ya era hora de darle algún uso a su habitación. Lo único que hizo hasta ahora fue guardar polvo. Polvo y recuerdos...

La voz y la mirada de Marta se perdieron en sus pensamientos.
Luego de un rato volvió a hablar.

Página 81 - Capítulo 12

Capítulo 12 - En la granja


Tadeo vio a Cristian fuera de la carpa, sentado en el pasto mirando al horizonte.

- ¡Hola Rubio! Volví.
- Hola Teddy... - Dijo Cristian con voz somnolienta.
¿Cómo te fue? ¿Conseguiste comida?
- Si... Mejor. Conseguí hospedaje. - Respondió Tadeo sonriente.
- ¿Eh? ¡Contá!
- Hay una granja al este, los dueños son una pareja de viejos. Están dispuestos a recibirnos hasta que Juli se mejore. Es a unas dos horas o poco más de acá.
- ¡Genial amigo! ¡Qué buenas noticias! Tenemos que ver cómo hacemos con Juli no más...
- Si... Eso es lo que venía pensando en el camino. Creo que lo vamos a tener que cargar entre los dos...

Los amigos guardaron las cosas, Julián estuvo despierto para que lo ayudaran a salir de la carpa y se recostara en el pasto mientras los chicos la guardaban, pero a la hora de emprender el viaje, ya estaba inconsciente otra vez. Por lo que cargarlo entre los dos no fue nada fácil.
La caminata se hizo ardua y lenta, Cristian y Tadeo cargaban cada uno en un hombro a Julián, quien todo el viaje estuvo dormido con el cuerpo totalmente flácido.
Durante el trayecto, Tadeo le fue contando a su amigo lo que había sucedido en la casa de los ancianos.

Finalmente llegaron a la casita. Ya estaba empezando a oscurecer, la caminata se había hecho mucho más larga al tener que cargar a Julián y las tres mochilas entre los dos.
Marta estaba en el portal, esperándolos al parecer hacía rato.
Los recibió y llevaron a Julián directamente a una cama que al parecer habían preparado especialmente para ellos mientras los esperaban.

Página 80

Los ojos de la anciana se llenaron de lágrimas.

- Claro que los conozco. Ellos asesinaron a mi hijo y mi sobrino. Los conozco muy bien. Esa familia de asesinos, destruyó mi familia. - La voz le temblaba ligeramente, entre dolor e ira.
- P-perdón... - Tadeo no sabía qué decir y se sintió culpable por haberle recordado a la señora su pérdida.

- Está bien hijo. - Dijo recuperando el temple la anciana.
Fue hace más de veinte años. Mi Tomy apenas tenía ocho.

A Tadeo le dio náuseas imaginar a esos psicópatas matando a niños de ocho años. Y se preguntó si sería una tradición familiar la de esos enfermos, ya que hace veinte años, el grupo seguramente era otro.

- Esto es lo que vamos a hacer. - Dijo de pronto la anciana cambiando de tema.
Vos y tus amigos van a venir acá. Yo soy enfermera... Bueno, fui... Pero tengo aún algunos medicamentos y mis manos siguen impertérritas a la hora de sanar. Van a descansar y alimentarse en nuestra casa, hasta que puedan seguir su viaje. Es humilde, pero nos las vamos a arreglar.
- ¡Wow! ¡Muchas gracias! ¡Es muy amable! Pero... Su marido... ¿No le traerá problemas...?
- No te preocupes por ese viejo gruñón. - Zanjó Marta.
¿Están muy lejos tus amigos?
- No... a unas horas de caminata...
- Bueno, tomá, llevate un poco de agua y comida, suficiente hasta que puedan llegar acá.

Marta le dio a Tadeo unas provisiones y llenó sus botellas de agua. Tadeo agradecido guardó todo en su mochila. Salió de la casita, al tiempo que Julio entraba y lo miraba con recelo.
Reemprendió el camino de regreso a donde estaban sus amigos, sin poder dejar de pensar en el dolor con el que habrían convivido los viejos durante los últimos veinte años.
Para cuando llegó, ya eran casi las cuatro de la tarde.

Página 79

Era una casucha humilde y antigua. Se notaba que no recibía mantenimiento hacía décadas.
Tadeo entró después de la anciana. El viejo se quedó en el granero refunfuñando escopeta en mano.

- Perdonalo a mi marido. - Comenzó Marta.
Es viejo y asustadizo. Pero no es malo.
- Emm... Si... No hay problema... Gracias...

- ¿A qué se refería con "encima Manipulador Fuego"...?
- Hemos tenido... Malas experiencias con ustedes... Pero no te preocupes por eso. No es el caso. Me doy cuenta en tus ojos. - La respuesta fue amable.

Tadeo no supo qué responder.

La señora lo guió a la cocina y le dijo que se sentara en una de las viejas sillas que rodeaban una mesa aún más vieja.

- ¿Dijiste que tu amigo está herido?
- Si. Somos tres amigos viajando. Nos dirigíamos a El Pedruzco. Cruzamos el bosque y... Nos atacaron...
- Me sorprende hayan salido con vida. Entrar en ese bosque es una sentencia de muerte. Más aún un grupo tan pequeño y siendo tan jóvenes. Deben ser bastante poderosos vos y tus amigos. - La mirada de la anciana era intensa.
- Emm... No... No se... Tuvimos suerte... Más o menos... Mi amigo nos salvó, pero está herido gravemente y agotado. Hace días no despierta y cuando lo hace, es por minutos. Mi otro amigo intentó curarlo... Pero no es suficiente. Y el problema es que nos quedamos sin provisiones.
- Mmm... Ya veo... Y decime hijo... Los atacantes... ¿Era un grupo numeroso? ¿De diversas edades?
- Ehh... Si... ¿Los conoce?

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- Soy un Manipulador Fuego. - Dijo con cierto orgullo.

Entonces el viejo se acercó y apoyó la escopeta en su pecho, justo sobre el corazón.

- Entonces largo de mi propiedad. - Su tono se había vuelto hostil.
- P-pero... Necesito comida... Por favor. - el doble cañón de la escopeta lo ponía nervioso.
- No me importa lo que necesites. Mucho nos han sacado ya. Fuera.
- Señor por favor. Mi amigo está grave. Íbamos a El Pedruzco pero nos atacaron en el bosque y no pudimos llegar. Y ya no nos queda comida...

Tadeo escuchó pasos a su espalda, alguien entraba al granero.

- ¡Julio! ¡Bajá el arma ahora mismo! - Dijo la persona detrás de Tadeo.

El apuntado se volvió y vio que era una anciana.

- ¡Pero Marta...!
- ¡Pero nada! ¿No escuchaste al muchacho? Los atacaron en el bosque y no tienen comida. ¿Asi es como vamos a tratar a los necesitados?  ¿Los vamos a correr a tiros? - La anciana estaba enojada.
- ¡Marta! ¡Es un Manipulador! ¡Fuego encima!
- No quiero escuchar más sobre el tema Julio. - Zanjó la señora.
Vení querido. Vamos a la casa. - Le hizo señas a Tadeo para que la siguiera.

Marta guió a Tadeo hacia la casa de los ancianos, la cual no había podido ver antes porque la tapaba el granero.

Página 77

Tadeo comenzó a caminar hacia el este, donde lejos se veía una granja, con la esperanza de que hubiera una casa cerca.
A medida que avanzaba la granja se hacía más grande y divisó un granero.
Mientras caminaba iba haciendo distintas Manipulaciones a modo de entrenamiento de agilidad. El cual consistía en realizar diversas materializaciones en una sucesión lo más rápida posible.
Entrenando así tanto la velocidad de creación como la atención múltiple y destreza general.
Luego de unas horas de caminata, pasado el mediodía, llegó al granero, el cual estaba abierto.
Entró saludando en voz alta.

- ¡Alto! - Lo detuvo en seco una voz.
¿Qué querés?

Tadeo vio a un señor mayor apuntándolo con una escopeta directo al pecho. Sus manos ancianas.no temblaban.

- H-hola... M-mi nombre es Tadeo. - Dijo levantando los brazos despacio por sobre su cabeza.
Vengo a pedir ayuda... Mi amigo está herido y necesitamos comida.
- ¿Cuál es tu maldición? - Preguntó el viejo, observando con atención las manos de Tadeo.
- Mi... ¿Qué? - Preguntó el Manipulador desconcertado.
- ¿Con qué "don" fuiste maldito hijo? ¿Qué podés hacer?
- Emm... ¿Cómo sab...?
- Tus manos. Son muy delicadas. - Lo interrumpió burlón.
No parecen conocer el esfuerzo. Seguro te fías de tus poderes para todo. Ahora decime. ¿Qué sos?

Tadeo se miró las manos entre ofendido y desconcertado.

Página 76

Finalmente Tadeo pudo dormirse, con la Ascensión rondando sus pensamientos.
Despertó a la mañana siguiente. Sus amigos aún dormían.
Salió de la carpa y desayunó. Las provisiones comenzaban a escasear, debían visitar algún pueblo o ciudad para reponerlas en cuanto pudieran.
Al rato oyó voces dentro de la carpa y entró.
Cristian le hablaba a Julián, quien había despertado y tenía cara de dolor.

- ¡Vampi! ¡Despertaste! - Dijo Tadeo feliz
¿Cómo estás?
- H-hola Tadeo. B-bien...
- Mentira, le duele todo. - Intervino Cristian.
- Uh... Gracias Juli, nos salvaste. - Dijo Tadeo avergonzado.

Julián le sonrió pero no le contestó. Volvió a quedarse dormido.
Cristian y Tadeo salieron de la carpa se bañaron y el primero desayunó.

- ¿Qué vamos a hacer? - Preguntó Tadeo.

- Tenemos que conseguir comida. Se está por terminar, se suponía que hubieramos llegado a El Pedruzco ya. Y Juli no va a poder caminar todavía... Creo que lo mejor va a ser quedarnos aca hasta que se reponga, seguir hasta el pueblo y que ahí lo curen bien. - Agregó un poco avergonzado Cristian.
- Ok... Y con la comida... ¿Cómo hacemos...?
- Te vas a tener que encargar vos Teddy. Mientras yo cuido a Juli.
- Mmm bueno...

Página 75

- Tenemos que entrenar Tadeo. - Dijo de pronto con voz decidida. Los ojos le brillaban.
Tenemos que entrenar mucho. No quiero tener que ver nunca más a Juli arriesgar así su vida por nosotros. Tenemos que entrenar y hacernos más fuertes. Así no tiene que hacer todo él.
- Tenés razón...

Luego de la charla, los dos amigos comieron algo que rescataron de las mochilas y volvieron a acostarse.
Cristian se durmió en el acto. Tadeo en cambió no podía evitar pensar en las Ascensiones de sus amigos.
La Ascensión es quizás lo más complejo e inesperado para los Manipuladores. Es algo totalmente involuntario e incontrolable, que se produce por un exceso de adrenalina y que aumenta permanentemente el poder de quien la sufra.
Se da a modo de reacción ante una situación límite, la cual es diferente para cada persona, por lo que varían sus intensidades.
Él mismo sospechaba haber Ascendido durante su segunda prueba en la Academia de Fuego, unos días atrás. Pero como aún no había entrenado, no había podido probar si el alcance de su poder había crecido. Aunque sospechaba que si por el gran muro de fuego que había creado en el bosque.
Muchos Manipuladores fallaban al intentar forzarlas. Esto es imposible. Ya que se basan en una situación límite y son producidas por el exceso de adrenalina, no suceden cuando la situación fue planeada o esperada. Por lo tanto, se transforman en un arma de doble filo. Por un lado, si se la espera para poder vencer un obstáculo, es probable que no llegue, justamente por la seguridad de contar con ella. Por otro lado, si la situación es demasiado comprometedora, puede que el Manipulador no tenga tiempo de producir la suficiente adrenalina, o simplemente que su cuerpo realice otro tipo de reacción no basada en la adrenalina, o incluso peor, sufra la Ascensión, pero sea tan desmedida, que lo aniquile por el exceso de poder y la imposibilidad de controlar sus dones. Algo así como un estallido de energía desde el interior, el cual no puede ser contenido por su recipiente por no estar acostumbrado a hacerlo.
Sin embargo, Tadeo había aprendido que una Ascensión lograda por una Manipulación descomunal, no significaba luego poder repetir dicha Manipulación. Simplemente aumentaba el poder del Manipulador, en caso que sobreviviera.

Página 74

Tadeo se encargó de que Julián bebiera. Lo que no fue nada fácil dado el estado de inconsciencia de su amigo.
Una vez logrado, bebió él también, introdujo las mochilas en la carpa y se durmió. Había decidido dejar la comida para después, estaba agotado.

Horas después, ya entrada la noche, Cristian despertó a Tadeo, ofreciéndole agua, quien la aceptó agradecido.

- ¿Cómo estás? - Preguntó Tadeo.
- Bien, super cansado, pero bien. ¿Vos?
- Yo perfecto... ¿Juli...? - Preguntó temeroso.
- Está bien, quedate tranquilo. Solo no creo que se despierte hasta mañana, o pasado. Tuvo una tremenda Ascensión.
- ¿Si? O sea, supuse que había Ascendido, pero... ¿Cómo sabés que fue tan grande? - Preguntó Tadeo.
- Porque casi se muere. - Respondió seco Cristian.
Y porque hizo algo que jamás había podido hacer, ni siquiera acercarse. Nos hizo volar a todos Tadeo. A los tres. A tremenda velocidad y muchísima distancia. Es algo que no podía hacer él mismo, mucho menos llevar gente con él. Todavía no me lo creo.
- Si... Fue increíble... Nos salvó. Nos salvó en serio. Pensé que no la contábamos. - Dijo Tadeo reflexivo.
¡Ey! ¡Pero vos también nos salvaste! - Gritó de pronto Tadeo recordando el agua que había frenado su aterrizaje.
¡Vos creaste ese colchón de agua! Ahí si que pensé que era el fin eh. Ya me había resignado, no me respondían mis poderes, no me podía concentrar.
- Si.. Yo también Ascendí... - Dijo despacio Cristian.
- ¿Si? ¡Wow! ¡Dos Ascensiones juntas! ¡Qué increíble! - Exclamó Tadeo.
- Si... Pero la de Julián fue peor. Mucho más intensa y desmedida. Podría haber muerto por el sobreesfuerzo. De hecho me sorprende que no lo hiciera. - La voz de Cristian se quebró.

Página 73 - Capítulo 11

"Al parecer el día jueves 01/09 olvidé subir la página correspondiente. Tranquilos, la compensación llega junto al fin de semana"


Capítulo 11 - Ascensión


Tadeo despertó varias horas después. Le dolían los huesos por dormirse en el duro suelo y le molestaba el sol que le daba en pleno rostro.
Se incorporó con cara de confundido, mirando a su alrededor sin comprender.
Finalmente todo volvió a su mente con velocidad. El llanto de Cristian, la sangre de Julián, el agua, la caída y el bosque.
Miró a sus amigos. Ambos parecían dormir profundamente, tomados de la mano uno al lado del otro.
Tadeo se puso en pie y comenzó a ordenar sus pensamientos.
No sabía cuánto dormirían sus amigos, pero tampoco pensaba despertarlos, ambos habían excedido sus poderes y debían reponerse de la única manera posible, la más natural; durmiendo.
Por otro lado, tenía hambre y sed, y quería volver a dormirse, pero más cómodo y seguro. Así que decidió armar la carpa, cosa que le llevó un buen rato, ya que no era muy ducho aún en eso y era la primera vez que lo hacía solo.
Luego cargó como pudo a Julián y lo metió dentro de la carpa. Su amigo no se despertó nunca. El agotamiento era extremo.
Hizo lo mismo con Cristian, pero éste se despertó en brazos de Tadeo por el movimiento.

- ¿Julián? - Preguntó despacio Cristian, con voz de sueño y los ojos entreabiertos.
- Está bien rubio. Duerme en la carpa, te estoy llevando ahí también. - Le respondió con cariño Tadeo.
- Gracias amigo. - Dijo Cristian al tiempo que empezaba a cerrar los ojos.
- Esperá rubio, no te duermas todavía... ¿Podrás hacer un poco de agua? Necesitamos hidratarnos los tres. Vos hacela y tomá. Yo me encargo de que tome el vampi.
- Bueno...

Y así hicieron. Cristian creó agua en unas botellas que le acercó su amigo y bebió antes de volverse a dormir, dentro de la carpa al lado de su novio.

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Las lágrimas ya no caían por el rostro de Cristian y parecía más tranquilo, aunque exhausto.
Sanó la herida de la mano de su novio y se desplomó en el suelo, a su lado, totalmente agotado.
Tadeo curó también esa herida.

- ¿Respira? - Le preguntó agitado Cristian.
- Si. - Dijo Tadeo después de comprobar los signos vitales de su amigo.

Cristian comenzó a reír incontroladamente. Reía por los nervios. Reía y reía. Luego, la risa se transformó en llanto, fuerte al principio, convirtiéndose en un suave sollozo al final.
Pensó que Julián había muerto. El dolor que sentía en el pecho, no el que le provocaba el bazo por la agitación o el del corazón por el extremo ritmo cardíaco, sino el dolor que sentía por el miedo a la pérdida, aún le quemaba.
Tadeo miró a su mejor amigo y sintió una pena infinita. Tuvo ganas de abrazarlo y decirle que todo saldría bien. Pero no lo hizo. No se movió. Los acontecimientos de la noche lo habían asustado hasta la médula y no se sentía capaz de decir que todo estaría bien, aunque sabía que estaban a salvo. Era imposible que los persiguieran hasta allí, estaban muy lejos del linde del bosque ya, en una llanura tranquila iluminada completamente por la luna. Si los enemigos se acercaban, estarían descubiertos y serían detectados tan pronto como abandonaran el bosque. Eso, si es que habían podido seguir el rumbo de la esfera de viento de Julián, la cual se había desplazado por sobre los árboles.
El llanto de su amigo paró y se transformó en un suave ronquido. Cristian se había dormido, tomando de la mano a Julián, quien descansaba a su lado, con la respiración tranquila y sus signos vitales normalizados.
Tadeo sintió el agotamiento en su cuerpo y deseó tenderse también en el suelo a dormir. Pero recordó que las mochilas estaban mojadas al igual que él y sus amigos.
Secó las otras dos mochilas de la misma manera que había hecho con la suya y las acercó a sus amigos. Luego los secó a ellos mientras dormían y finalmente se secó él.
Pensó en armar la carpa o mantenerse de guardia hasta que sus amigos despertaran. Pero el secado había terminado con sus energías.
Se desplomó junto a los novios y se durmió en el acto.

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-E-están mojados. Todo está mojado. - Dijo desalentado Tadeo observando las tres mochilas tiradas en el suelo.
- Secalo y traelo. ¡RÁPIDO!

Tadeo buscó su mochila, en la cual llevaba una especie de botiquín con diversas cosas generales y algunas puntuales para quemaduras, algo que había aprendido en sus años en la academia.
Comenzó a secarla emanando calor desde sus palmas hacia la mochila, cuidando no excederse para no quemarla, pero apurándose lo más posible.
Una vez seca, la llevo junto a Julián y comenzó a buscar el botiquín.
Entonces vio algo que lo dejó perplejo. El agua que Cristian parecía amasar en el tobillo de su novio brillaba con una luz intensa. Y la herida comenzaba a cicatrizar, lentamente. El sangrado se había detenido.

- ¡RUBIO LO ESTÁS CURANDO! - El grito de sorpresa de Tadeo fue involuntario.
- Eso intento. Cuando se cierre la herida desinfectala y vendalo. - Le ordenó Cristian.
Yo voy a seguir con el hombro.
- ¿Le saco el cuchillo de la mano...? - Preguntó Tadeo asustado por la cantidad de heridas en su amigo.
- ¡NO LO TOQUES! - Le gritó Cristian al ver que Tadeo acercaba su mano al cuchillo.
¡Hasta que no se la vaya a curar no se la toques!

Una vez cicatrizada por completo la herida del tobillo, dejando una gran cáscara de sangre coagulada, Cristian siguió con el hombro de Julián. Tadeo hizo como se le había dicho, por lo que el tobillo quedó vendado perfectamente. Agradeció internamente los años de estudio de primeros auxilios en la academia, esos mismos por los que había refunfuñado tantas veces, pensando que jamás le serían de utilidad alguna.
Luego desinfectó y vendó el hombro de Julián, el cual ya había sido sanado precariamente por Cristian, quien estaba quitando el cuchillo clavado en la mano de su novio y comenzaba a tratar esa herida.

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Tadeo abrió los ojos sorprendido, los cuales le ardieron por el agua. ¿Estaba nadando?
El impacto había sido doloroso, pero nada comparado con lo que esperaba al estrellarse contra el suelo. Entendió entonces que habían caído en una especie de laguna.
Para cuando llegaron al fondo, el agua ya estaba desapareciendo, habiendo durado solo lo suficiente como para salvarles la vida.

Los tres estaban empapados y chorreaban agua. La cual se mezclaba con la sangre de Julián, quien estaba inconsciente tendido en el suelo boca abajo. Tadeo comenzaba a ponerse en pie mientras Cristian corría hacia su novio con lágrimas en los ojos y tirando la mochila al suelo; la de Julián se había desprendido de su dueño en la caída.

- ¡Julián! ¡JULIÁN! - Gritaba desesperado mientras corría hacia su novio.

Se tiró a su lado, lo puso boca arriba y le buscó el pulso. Su alivio fue infinito al encontrarlo, aunque muy débil.
Sabía que tenían que tratar las heridas cuanto antes o moriría desangrado.
Comenzó a materializar agua en la herida del tobillo de Julián, la más peligrosa. Era hora de intentar utilizar las curaciones.
Había aprendido de su maestro que era posible curar heridas con la Manipulación de Agua. Pero nunca había logrado sanar nada muy profundo.
Tadeo se acercaba corriendo a sus amigos y contemplaba la escena entre conmovido y temeroso.
A sus ojos, Julián estaba muerto, tendido boca arriba, con un profundo corte en el tobillo y otro un poco menos peligroso en el hombro; también notó el cuchillo aún clavado en su mano. Y Cristian al lado le mojaba las heridas mientras las lágrimas caían por su rostro.

- ¿Q-qué hacés Cris...? - Comenzó a preguntar jadeante.
- ¡CALLATE TADEO! - No fue su intención gritarle. Pero no controlaba sus nervios.
¡Vení a ayudarme! ¡Trae los materiales de primeros auxilios!

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Entonces perdió el conocimiento. Cayendo al lado de sus amigos, contra el suelo de la burbuja. A la vez que esta comenzaba a descender despacio y se desmaterializaba lentamente.
Luego de unos segundos, se había desmaterializado por completo, y la suave caída asistida por la burbuja de aire se transformó en una violenta caída libre de los tres amigos.
Caían en picada, Julián inconsciente y el resto mirando horrorizados el suelo que parecía volar hacia sus rostros.
Imágenes desfilaron por la mente de Tadeo, hasta detenerse en una sombra. Una sombra a sus pies, los cuales pisaban un suelo tembloroso. Era su segunda prueba. Recordó cómo había flotado y volado hacia Juan al sentirse amenazado e intentó repetir el truco.
Extendió sus brazos hacia abajo y materializó chorros de fuego a presión. Pero no podía controlarlos y no se mantenían creados, frenando su descenso brevemente pero ni cerca de ser útiles.
La proximidad del suelo lo horrorizó y perdió las esperanzas. Le pareció que el suelo se volvía de color blanco, como si la luna se reflejara sobre un río bajo él en mitad de la noche. Estoy delirando pensó y cerró los ojos, listo para el impacto mortal.
Cristian había vivido el descenso de una manera muy diferente. No podía dejar de pensar en su novio, en todas las heridas que había sufrido, en toda la sangre que estaba perdiendo y en el exceso de poder que había empleado. Sabía que era demasiado, incluso para lo habilidoso que era Julián.
El verlo desvanecerse lo aterrorizó. Temió lo peor. Sabía que el uso desmedido de poder podía terminar con la vida de un Manipulador. Pensó en la posibilidad de que Julián hubiera muerto. Recordó la charla que había tenido con Tadeo en la carpa, en la cual le confesaba que no podía imaginar su vida sin su novio.
Entonces su cuerpo reaccionó de igual manera que lo había hecho el de Julián al perder el control y crear la burbuja que los alejó del peligro. El poder de Cristian se expandió de igual manera, una banda elástica siendo forzada al máximo.
Un gran espejo de agua, similar a una pequeña laguna se materializó debajo del trío. Creciendo más y más a cada instante, ganando altura, acercándose a ellos.
Impactaron entonces contra el agua y siguieron descendiendo, frenados por la materialización de Cristian.

Página 68 - Capítulo 10

Sentía su poder creciendo. Expandiéndose en cada célula de su cuerpo, como si alguien forzara una banda elástica hacia afuera, la estirara y estirara, llevándola a un límite en el que podría romperse.
Ya no sentía dolor alguno, la adrenalina se estaba encargando de eso.
Levantó la burbuja y los tres amigos flotaron, rodeados por su creación de viento.
Más flechas salieron disparadas hacia ellos, e incluso algún cuchillo, pero Julián no las veía. Sus ojos inyectados en sangre, llenos de miedo y furia no captaban lo que sucedía a su alrededor.
Tadeo gritaba algo, Cristian lo sostenía con ambos brazos, pero él no percibía nada de todo eso.
Entonces la burbuja de aire salió disparada hacia el cielo, elevándose por encima de la copa de los árboles, a unos 5 metros del suelo.
El ascenso fue tan violento que tanto Cristian como Tadeo se cayeron de bruces contra el fondo de la prisión aérea.
Una vez terminado el ascenso, la burbuja, con los Manipuladores dentro, voló con la misma vertiginosa velocidad hacia el norte, recorriendo más de 2000 metros, dejando el bosque atrás.


Capítulo 10 - Al límite


La velocidad con la que volaba la esfera de aire comenzó a descender.
Julián volvió a sentir dolor en su hombro y su pierna, así como también en su mano, donde vio un cuchillo clavado, el cual no recordaba cómo había llegado allí.

- Me... quedo... sin... energía. - Dijo Julián volviendo en sí entre jadeos.
Vamos... a... caer...

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Tadeo alcanzó a sus amigos y observó la escena con desesperación.
Cristian colgaba cabeza abajo, sujeto solo por un tobillo de una soga que lo había levantado 2 metros.
Julían se revolcaba en el suelo, con una trampa en su pierna, de la cual la sangre no paraba de salir.
Lejos de paralizarse, su cuerpo actuó más rápido que su cabeza.
Se acercó al árbol, sujetó la soga que iba desde la base del árbol hasta el pie de su amigo, pasando por una rama y la quemó, luego fue bajando a su amigo sin soltar la soga, lo más rápido que pudo sin lastimarlo al llegar al suelo.
Mientras Cristian se incorporaba, con la cara totalmente roja por la subida de sangre, Tadeo se había acercado a Julián y hacía fuerza para abrir la trampa, logrando finalmente liberar la pierna de su amigo, quien gritaba mientras le caían lágrimas de dolor.
Una vez puesto en pie Julián, apoyado tanto en Tadeo como en Cristian, se prepararon para seguir avanzando, pero sus atacantes ya estaban cerca, corriendo a toda velocidad hacia ellos, a menos de 50 metros, cuchillo en mano.
Una daga voló hacia ellos y rozó la pierna izquierda de Cristian, dejando un pequeño corte.

- ¡Ay! - Exclamó el Manipulador Agua.

Julián estaba fuera de si. La situación era aterrorizante. Los enemigos los alcanzarían en segundos y ellos apenas podían mantenerse en pie. Iban a ser masacrados por un puñado de enfermos psicópatas en un maldito bosque a la luz de la luna.
Entonces sucedió. La desesperación y el miedo se apoderaron de su cuerpo. La proximidad de la muerte activó algo en su cerebro, enviando torrentes de adrenalina por todo su cuerpo y comenzó a dominarlo involuntariamente.
Realizó un giro con sus brazos, abarcando todo el espacio a su alrededor y se encerró junto con Cristian y Tadeo en una burbuja de viento.
Podía sentir su corazón golpeando con fuerza contra su pecho y notaba su vena carótida impactando en su cuello. Pero también sentía algo más, algo mucho más profundo.

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La formación había cambiado involuntariamente. Ahora Cristian corría primero, seguido por Julián y último Tadeo.

- ¡Los estamos perdiendo! Sigan co... - Estaba diciendo Julián, pero se interrumpió al escuchar un chasquido más adelante.

Cristian había pisado una trampa al pie de un árbol. Una gruesa soga escondida por hojas en el suelo, la cual se envolvió en su tobillo y lo levantó por el aire a una altura de dos metros, cabeza abajo.

- ¡HIJO DE PUTA! - Gritó de sorpresa el atrapado.
- ¡Ya voy! - Gritaba Julián.

Se acercó a la base del árbol dispuesto a cortar la soga con la navaja de su mochila y frenar la caída de su novio con sus dones.
Pero al acercarse, pisó otra trampa. Ésta mucho más dolorosa. Una trampa para osos, con dientes serrados se clavó en su pierna.
Era una trampa escondida dentro de otra trampa. La activada por Cristian estaba pensada para atraer, mientras que la que estaba desgarrando los músculos de Julián era para incapacitar.

- ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh! - El grito de Julián fue desgarrador. Le saltaron las lágrimas y sintió un dolor indescriptible que le subía desde la pierna. Inmediatamente comenzó a sangrar desmedidamente.
- ¡Nooooo! - Gritó Cristian.
¡Aguantá amor! ¡Tadeo! ¡TADEO VENÍ! - La desesperación era palpable en la voz de Cristian mientras colgaba cabeza abajo.

Los cazadores escucharon los gritos, y si bien estaban a unos 200 metros de su presa, sabían que ya habían ganado. Podían oler la sangre y el miedo en el aire.

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El espeso bosque había quedado atrás, ahora estaban corriendo por una zona mucho más despejada, con pocos árboles y mucha luz lunar.

- ¡Sigan! ¡Están atrás nuestro! - Les hizo saber Julián.

No le gustaba el color que estaba tomando la situación. Ellos no conocían el bosque, mientras que sus cazadores seguramente si. Él estaba herido y cansado. Cristian había dormido pocas horas y Tadeo menos, si es que había dormido algo. Ellos debían también estar cansados de tanto defenderse.
Sus rivales en cambio, no habían gastado energía casi.
Debían encontrar una manera de frenarlos.

- ¡Tadeo quiero que hagas un muro de fuego tan alto y ancho como puedas! ¡Separános de ellos o nos van a alcanzar! - Dijo entre jadeos Julián, viendo a los enemigos acercarse.

Y eso hizo Tadeo, una vez Cristian y Julián pasaron corriendo a su lado, el se frenó y levantó un muro de fuego tan ancho como pudo.
El muro no era muy poderoso, pero cubría una gran distancia, superior a los 150 metros. Nunca había materializado algo tan grande, pero no tuvo tiempo de contemplar su creación, pues una flecha pasó volando a través del muro, donde se prendió fuego y se dirigió hacia ellos, pasando a pocos centímetros de su cabeza.

- ¡Ya! ¡Sigan corriendo, cuidado las flechas encendidas! - Les advirtió de un grito Tadeo.

Más flechas encendidas los persiguieron, pero no llegaban a alcanzar a los amigos, que corrían y agrandaban a cada segundo la distancia entre ellos y sus atacantes, los cuales habían comenzado a rodear el fuego de Tadeo.

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Más flechas volaron hacia ellos. El grupo de amigos estaba espalda con espalda, formando un triángulo. Cada uno realizó distintas materializaciones para repeler los proyectiles.
Tadeo lanzó un chorro de fuego tan ardiente que desintegró una flecha.
Cristian levantó otro bloque de hielo cubriendo otras dos y Julián, moviendo solo su brazo derecho, creó una corriente de aire mandando a volar el resto de los disparos.

- Rápido Tadeo, ellos no se cansan, nosotros gastamos energía en cada defensa. No vamos a ganarles si lo prolongamos. - Dijo Cristian.
- Si, ya se. Siganme. - Dijo por lo bajo.

Extendió sus brazos a los lados y los golpeó al centro frente a su cuerpo con toda la fuerza que pudo. Una poderosa onda de fuego salió despedida hacia delante, en dirección al hueco que había elegido para escapar, entre el más joven y el mayor de los atacantes.
El mayor esquivó la onda saltando hacia la izquierda y el adolescente hacia la derecha, dejando unos tres metros de brecha entre ambos.
El ataque de Tadeo dejó un camino de vegetación quemada y restos de fuego.
Tadeo comenzó a correr en esa dirección.

- ¡QUE NO SE ESCAPEN! - Gritó el cuarentón desde el suelo.

Un cuchillo voló en dirección a Cristian, quien corría tras Tadeo. Agachó la cabeza justo a tiempo para esquivarlo y la navaja terminó clavada en un árbol próximo.
Julián corría tras su novio. Arrojando corrientes de viento hacia atrás con su brazo sano, desviando la trayectoria de las flechas que se acercaban.
Los tres amigos corrieron en fila lo más rápido posible, tratando de no tropezar y esquivando las ramas de los árboles, que cada vez eran menos.

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La voz de Julián le llegaba lentamente y desde lejos. No podía dejar de mirar la cara de quienes los estaban atacando. Veía el sadismo y el ansia de sangre en sus rostros y lo paralizaba. Sus nervios eran incontrolables.
Entonces Cristian lo tomó con ambas manos de la cara y le habló cara a cara a un palmo de distancia.

- Te necesito amigo, Julián está herido. ¡Ayudános! - La voz de Cristian intentaba ser paciente, pero denotaba urgencia.

Tadeo fue poco a poco reaccionando, veía el rostro de su mejor amigo a centímetros del suyo, transpirado y asustado. Su amigo de toda la vida corría peligro y le estaba pidiendo ayuda.
En el suelo, arrodillado por el dolor veía a Julián, sangrando profusamente. Pero esta vez no fue paralizado por la sangre, sino que esto lo despertó, como si sus sentidos hubieran finalmente decidido reaccionar y encima agudizados.

- Si... Emm... Perdón chicos... Ya estoy bien... Cuenten conmigo. - Dijo por fin Tadeo con tono resolutivo.
- Bien, hay que salir de acá. - La voz de Julián dejaba notar su dolor.
- Ok. ¿Cuál es el plan?
- Vos Tadeo abrinos paso, hacé lo que sea necesario, estos tipos están enfermos. Vos Cristian seguilo, yo los cubro por atrás.
- Entendido. ¿Para dónde corremos? - Quiso saber Tadeo.
- En este momento eso es lo menos importante. Para donde se pueda, sos el guía, buscá el mejor camino, te seguimos.

Tadeo miró a sus rivales. Ya no los tenían al frente y atrás, si no que los habían rodeado en una especie de círculo macabro, todos con sus arcos levantados y algunos también cuchillo en mano.
Decidió que el mejor punto de salida sería en el espacio entre el más pequeño de los rivales, que aparentaba unos catorce años y el mayor del grupo, de unos cuarenta.

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- ¡JAJAJA! - Las risas estallaron en el bosque, todos los atacantes reían, con voz enfermiza.
- No nos hagas reir mocoso. - Dijo la mujer, ubicada detrás del grupo, junto al lanzador de la flecha que hirió a Julián.
No hay nada que puedan hacer, asquerosos Manipuladores. Este bosque es nuestro y también todo lo que entra en él. Hace rato no nos divertíamos. Fuiste muy astuto, pero nosotros más. Ahora nos toca a nosotros enseñarles una lección.
- ¡Calláte hija de puta! - Gritó con odio Cristian.
¡Si vuelven a dispararnos los vamos a destruir!
- ¡JAJAJA! El pendejito está enojado porque le tocamos al noviecito. - Las risas continuaban y parecían el único sonido en la noche.

Los arcos se tensaron y más flechas salieron disparadas hacia el grupo, tanto desde el frente como de la retaguardia.
Julián dio un giro rápido con su cuerpo y brazos y se envolvió junto a sus amigos en un campo de viento que neutralizó los proyectiles. Pero el movimiento le provocó un profundo dolor en la herida y soltó un grito.

- Chicos, estamos en desventaja, tenemos que escapar. Tadeo, no te contengas más. Quemálos a todos si es necesario. Es ellos o nosotros. - Dijo Julián desesperado.

Tadeo no terminaba de procesar la situación. Todo estaba sucediendo muy rápido. La sangre en el cuerpo de su amigo lo distraía, no podía olvidar su pesadilla. El miedo lo estaba dominando, nublando su vista y afectando sus sentidos. Temía por su vida. Temía por sus amigos.
Julián estaba arrodillado sobre una pierna por el dolor. Más flechas volaron hacia ellos. Esta vez fue Cristian quien los protegió creando paredes de hielo que frenaron los disparos.

- ¡Tadeo! ¡Reaccioná Tadeo! - Gritaba Julián.

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- ¿Quién habla? ¡Aparecé! ¡Mostráte cagón! - Gritó con furia Julián.
- Tus hilitos de viento son muy buenos, lástima solo los hayas tendido sobre el suelo.

Mierda, pensó Julián. Esos tipos habían estado observándolos y estudiándolos. Habían visto su sistema de alerta y encontraron la manera de evadirlo. Las vibraciones que él había sentido, de donde provinieron las primeras flechas, seguramente habían sido intencionadas, para que descuidara su retaguardia. No había considerado un acercamiento por sobre los árboles. Seguramente los enemigos habían visto eso y aprovecharon para rodearlos por el aire.

- Cuidado, nos estuvieron observando. Prepárense para escapar. - Dijo Julián nervioso.
- En tus sueños pendejo. - Dijo otra voz, mucho más cerca, que venía del lugar que había previsto Julián.

Entonce vieron a sus atacantes. Los del frente se acercaron y entraron en su campo de visión. Tres al frente. Todos armados con arcos y flechas, así como con cuchillos colgando de sus cinturones. Luego escucharon un ruido a sus espaldas, era el chasquido de la tierra al ser aplastada por el descenso de otros dos enemigos que descendieron de un salto del árbol del cual habían disparado la última flecha.
El grupo era diverso, había cuatro hombres y una mujer. Todos de diferentes edades, al parecer entre los catorce y cuarenta años.
¿Qué carajos? Pensó Tadeo. ¿Una familia cazadora?

- ¿Estás bien? - Cristian miraba el corte de su novio.
- Ja, eso es un rasguño nene. Yo me preocuparía por otras cosas. - Dijo el más grande del grupo, ubicado al frente de los amigos.
- ¿Qué quieren? - La voz de Julián era fría como el hielo.
- ¿Qué queremos? ¡Jaja! Todo. Nada. Divertirnos. Y por supuesto, un botín. - Su sádica mirada se dirigió a sus mochilas.
- No queremos peleas, solo estamos cruzando el bosque. Váyanse y conserven la vida. - Dijo desafiante Julián.

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Tadeo agudizó su audición tratando de captar cualquier sonido. Pero lo único que percibía era lo normal, ruido de viento y hojas al moverse, y algún que otro animal lejos de allí paseando por el bosque.
De pronto Julián gritó.

- ¡Cuidado! ¡Flechas!

Y Tadeo las vio. Una lluvia de flechas volaba hacia ellos desde la dirección señalada por su amigo.
Julián inmediatamente desmaterializó sus hilos de aire, ya no necesitaba gastar energía y concentración en eso, había cosas más inminentes.
Se colocó frente a sus amigos y levantó sus manos desde el suelo hacia el cielo. Una violenta pared de viento se interpuso entre ellos y los proyectiles, los cuales rebotaron y cayeron al suelo.
Julián escucho un sonido que rasgaba el aire a sus espaldas y se corrió justo a su izquierda para esquivar otra flecha que venía desde un árbol situado arriba y detrás de ellos. La flecha le habría perforado las vértebras cervicales de no se por su movimiento, pero aún así le rasgó el hombro izquierdo, dejando un gran corte en su ropa y piel, antes de clavarse en el suelo.

- ¡Ay! - Gritó Julián.

Miró su hombro, del cual brotaba sangre manchando su ropa. El corte parecía profundo pero no peligroso, al menos de momento, tenía que tratarlo o perdería demasiada sangre. Esa maldita flecha había venido de otro lado, no había sentido movimiento por esa zona, estaba desconcertado.

- Predecible, niño. - Dijo una voz que provenía del mismo lugar que la flecha.
Yo sabía que harías eso, así como sabía que no esperarías que te rodeemos.

La voz parecía disfrutar de la escena.

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Salieron de la carpa y vieron a Julián sentado en el suelo, con los ojos cerrados, concentrándose.

- ¿Cuánto tiempo tenemos? - Preguntó Cristian.
- Unos quince minutos. Ya sabés que hacer. - Le respondió su novio.
- Si... Tadeo vení, ayudame a guardar la carpa.
- ¿Eh? ¿Quince minutos para qué? ¿Guardar la carpa? - Tadeo no estaba seguro de que esa fuera la principal preocupación.
- Si. Guardamos la carpa y nos ponemos las mochilas, dejamos todo listo por si tenemos que correr. - Dijo Cristian mientras comenzaba a guardar las cosas.
- Ahh... Ok... Pero... ¿Quince minutos para qué tenemos?
- Para dejar todo listo Teddy, ya te dije; apuráte.
- ¿Y quién está viniendo? - Tadeo se sentía perdido. Veía a sus amigos preparándose para algo pero él no sabía qué esperar.
- Eso no lo se, pero si Juli dijo que vienen, están viniendo. Basta de preguntas, concentrate.

Cristian y Tadeo guardaron la carpa y las cosas en las mochilas y se pusieron las suyas. Justo cuando se acercaban a Julián para darle su mochila, él se puso de pie.

- Vienen por allá. - Dijo señalando con su dedo hacia la oscuridad del bosque.

Los tres amigos se pusieron tensos uno al lado del otro, con Cristian en el medio, tratando de mirar en la dirección señalada.
Pasaron los minutos en completo silencio y nada sucedía.

- Emm... ¿Estás seguro Julián...? - Comenzó Tadeo.
- ¡Shhh! Si, venían por ahí, más de uno estoy seguro. Hagan silencio.

Página 58 - Capítulo 9

- ¡Shhhh! ¡No grites! - Lo reprendió Julián.
Estabas soñando nada más, te quedaste dormido. ¡Tremenda guardia la tuya eh!

Tadeo se puso rojo de la vergüenza. Soltó a Julián y miró su reloj, eran las 03.00. Había descuidado casi una hora su guardia.

- ¿Por qué no me llamaste cuando me tocaba? - Preguntó furioso.
- Quise dejarte dormir un rato más...
- Las guardias tienen límite por algo Tadeo. Para evitar dormirse. Nunca más hagas eso. Gracias por la intención, pero es muy peligroso lo que hiciste. - El tono de Julián se iba calmando.
- Está bien... No sabía... Perdón...
- No pasa nada, ya fue. Cubrime ahora mientras preparo los hilos y andá a dormir.
- Si, dale. - Tadeo seguía avergonzado por su error.

Julián extendió hilos en todas las direcciones en las que fue capaz y se sentó a esperar. Tadeo entró a la carpa y se acostó. Pero no tenía absolutamente nada de sueño. La pesadilla lo había dejado muy mal. Tenía todavía grabada en su mente la imagen de la carpa ensangrentada y la mano marcada con sangre en la entrada.
El tiempo pasaba y no lograba dormirse, miraba a su amigo, dormido a su lado y pensaba en la desesperación que había sentido al pensar que estaba muerto.
De pronto sucedió algo que no esperaba ver esa noche.
El cierre de la carpa se abrió y Julián asomó la cabeza con cara de preocupación.

- Ahí vienen. - Fue todo lo que dijo mirando a Tadeo.


Capítulo 9 - El presagio de Julián


Inmediatamente Tadeo despertó de una sacudida a Cristian y le transmitió la alerta de Julián, quien había vuelto a salir de la carpa para prepararse.

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En todo lo que sus amigos podían hacer casi sin dificultades y lo poco que él podía lograr aún.
Decidió que apenas salieran de ese bosque, comenzaría a entrenar más seriamente. Debía mejorar, quería mostrarse útil ante sus amigos.
Sus pensamientos empezaron a vagar. Volvió a pensar en el examen y en Claudio, en lo mucho que había aprendido de él y otra vez en la anciana bruja y cuan fácil controló su mente con esos ojos penetrantes y severos.

Entonces la anciana se apareció ante él, con esos ojos penetrantes y esa mirada fija. Como si lo clavara al suelo y el no pudiera moverse. Quería gritar para alertar a sus amigos pero no le salía la voz de la garganta, estaba paralizado. Miró hacía la carpa con la esperanza de que lo vieran, pero lo que vio lo petrificó. La carpa estaba destrozada, tenía tajos y jirones de tela por todos lados. Pero eso no era lo peor, lo peor era la sangre. Había sangre por todos lados. Sangre en el techo, sangre en los costados y sangre en la entrada de la carpa. Había una mano de sangre marcada junto al cierre de entrada. La cantidad de sangre indicaba una masacre. No solo habían matado a alguien dentro de la carpa, lo habían despedazado brutalmente.
El pánico se apoderó de su cuerpo, comenzó a temblar descontroladamente, quería gritar, quería llamar a sus amigos, asegurarse que estuvieran bien, pero no podía emitir sonido. Quiso ponerse en pie pero era imposible, la mirada de la anciana lo tenía clavado al suelo.
La anciana fue entonces acercándose a él hasta tomarlo por los hombros y comenzar a sacudirlo violentamente, susurrándole su nombre con voz enfermiza y siniestra.

-Tadeo... T a d e o... ¡ T A D E O !

Entonces despertó.
Julián estaba llamándolo y sacudiéndolo por el hombro para despertarlo.

- ¡NO! - Gritó Tadeo, antes de entender lo sucedido.
¡Julián! ¡Estás bien! - Se paró de un salto y le dio un fuerte abrazo a su amigo. Mientras miraba la carpa, la cual estaba tal cual la había visto antes de quedarse dormido.
Su corazón golpeaba con furia contra su pecho.

Página 56

Tadeo en cambio estaba bastante relajado. No sospechaba nada raro, ni creía las palabras de Julián. Nada raro habían notado y no veía motivo para que nadie los atacara durante la noche. Tampoco es como si llevaran demasiadas pertenencias ni nada de valor.
Cristian por otro lado compartía la seguridad de Tadeo. Pero conocía lo suficientemente bien a su novio como para no dudar de él. Y si él temía, era por algo. No era común que Julián se mostrara tan inseguro y eso lo asustaba. Se planteó si no habría sido una equivocación decidir cruzar el bosque en lugar de rodearlo; pero no quiso seguir pensando en eso, ya no tenía sentido a estas alturas.
Los chicos armaron la carpa sin prestar mucha atención al sitio en donde lo hacían, mientras cenaban algunas frutas y barras energéticas. Esta vez no se preocuparon en perder tiempo rodeando la carpa con una canaleta.

- Tadeo, ¿Te parece bien hacer la primer guardia? - Dijo Julián.
- Si obvio, quédense tranquilos y descansen, yo me encargo. - Dijo alegre Tadeo, por fin se sentía útil.
- Perfecto, la segunda la hago yo y la última Cristian. En 2 horas despertame.
- Ok...

Cristian y Julián entraron en la carpa. Tadeo se quedó solo afuera.
Al menos no estamos tan a oscuras, pensó Tadeo.
La luz de la luna se filtraba tenuemente por entre las hojas de los árboles, iluminando la zona de un blanco pálido que generaba sombras extrañas por doquier.
Estuvo tentado de encender una pequeña fogata para calentarse un poco y tener mejor visibilidad, pero supuso que eso sería lo mismo que encender un cartel luminoso diciendo ESTAMOS AQUÍ.
Su guardia fue lenta y aburrida, el tiempo parece estirarse cuando no tenés nada que hacer ni con quién hablar. Peor aún teniendo sueño y ganas de acostarse calentito adentro de la carpa.
Su reloj le indicó que ya eran las 02.15, por lo que habían transcurrido las dos horas de su guardia. Pero decidió aguantar un poco más, para que sus amigos tuvieran turnos más cortos.
Pensó en lo mucho que aportaban ellos en el viaje, especialmente Julián.

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-Mmm... Yo no se si aguantaré otras diez horas seguidas caminando y menos en completa oscuridad. - Dijo Tadeo.
- Si... Eso es verdad... - Asintió Cristian
¿Vos que pensás amor?
- Yo creo que ambas opciones apestan. Si seguimos, vamos a estar muy cansados y en caso de problemas, no nos va a ir nada bien. Si paramos. es muy probable que seamos atacados mientras dormimos. Y eso tampoco me gusta. - Dijo Julián enojado.
- Dale vampiro, cortala. Dejá de asustarnos. No hay nadie siguiéndonos. Vamos a dormir y quedémonos tranquilos.
- De que nos siguen no tengo dudas Tadeo. De sus intenciones si, no tengo certeza que quieran atacarnos. Supongo que si, porque les interesarán nuestras provisiones. No debe ser fácil vivir en el bosque, si es que ese es el caso. Pero la lógica me lleva a suponer que si nos siguen desde ayer o anteayer y mañana ya saldremos del bosque, ésta es su última oportunidad de hacer lo que sea que quieran hacer con nosotros. - Sentenció Julián.

Dicho esto se formó un silencio incómodo. Tadeo tenía que admitir que lo que decía Julián tenía mucho sentido. Por otro lado, sus amigos habían estado actuando raro desde que habían entrado al bosque y nunca habían siquiera visto a nadie más o nada extraño; no había motivos para sospechar que esta noche fuera diferente a las anteriores.
Finalmente Julián rompió el silencio.

- Listo, acampemos. No tiene sentido que nos agarren sin energía en unas horas. Vamos a hacer guardia en turnos alternados. Dos horas cada uno, en seis horas nos levantamos y seguimos camino. Quiero salir de este bosque de mierda lo antes posible.

Julián no tenía ninguna duda de que serían atacados, o algo por el estilo. Eso no le molestaba, una vez hecho a la idea, no le infligía miedo. Su temor provenía del desconocimiento. No sabía cuántos serían, ni con qué dones, ni mucho peor aún, cuáles serían sus intenciones. Temía por Cristian. Temía no poder protegerlo.