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- ¡HIJO DE PUTA! - El grito estaba cargado de dolor.

Tadeo vio los ojos del hombre inyectados en sangre, llenos de odio y sed de venganza. Pero no fue eso lo que lo asustó. Fue otra cosa.
Julio corría hacia ellos, fusil en mano.
Marta corría a su marido.
La distracción le costó caro.
El látigo de fuego que sostenía en lo que ahora era el único brazo entero del hombre alto se enrolló en el cuello de Tadeo, quien solo tuvo la suficiente reacción como para elevar sus defensas y evitar las quemaduras.
La presión que ejercía el arma iba en aumento, dificultando la respiración de Tadeo.
Tadeo solo podía mirar a los viejos corriendo hacia él, mientras la falta de oxígeno iba apagando su consciencia.

El hombre de barba estaba siendo congelado en vida y lo sabía. Pero la falta de oxígeno ya no le permitía pensar. Su vida se debatía entre morir asfixiado o ser congelado.
Su cuerpo estaba respondiendo involuntariamente, elevando su temperatura en un intento de derretir la prisión gélida.
Cristian se esforzaba al máximo por mantener su hielo alrededor del rival, pero se estaba volviendo cada vez más difícil.
Julián se acercó a su novio y siguió manipulando el oxígeno alrededor del hombre congelado, sabía que si podía respirar recuperaría la fuerza para defenderse.
El hielo lo había cubierto completamente y su mente ya no producía pensamientos lógicos. Tenía la sensación de empezar a quemarse, lo que le producía un dolor inmenso, pero por más que se esforzaba en aplacar la reacción instintiva de su cuerpo, ese esfuerzo por liberarse del hielo y conseguir oxígeno, no podía controlarla y ésta no paraba de aumentar el calor.
Julián y Cristian vieron horrorizados lo que sucedía. Los ojos del hombre brillaban de un amarillo intenso y su cuerpo se ampollaba, quemándose a si mismo en un esfuerzo por sobrevivir.
Julián supo lo que seguiría y solo tuvo tiempo de gritar:

- ¡VA A ASCENDER!

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