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- Bueno querido, solo entraba a ver que esté todo bien. Cuando quieran levantarse, vengan a desayunar al comedor. - Dijo refiriéndose a la sala más grande y menos sucia de la casa.
- Gracias... - Fue todo lo que supo decir Tadeo.

Tadeo se quedó un rato más en la pieza pensando.

- ¿Qué pasa? - Dijo Cristian desde la bolsa de dormir con voz de sueño, recién despertando.
- Emm. Buen día Rubio. Nada... ¿Vamos a desayunar?

Cristian se levantó y los dos fueron al comedor.
Julio, ya estaba trabajando en la granja. Marta en cambio los esperaba para desayunar.

- Muchas gracias de nuevo. - Fue lo primero que le dijo Cristian al verla.
Gracias por recibirnos y por cuidar de mi novio.
- Tranquilo hijo, parecen buenos muchachos necesitados de ayuda. No tenemos mucho que ofrecerles, pero no pedimos nada a cambio. - Le respondió amablemente la anciana.
- Usted es muy amable. - Respondió Cristian.
- Bueno, sírvanse lo que deseen. - Dijo Marta señalando la mesa, donde había dejado algunas tostadas, manteca y mermelada.
Cuando terminen de desayunar, me gustaría inspeccionar las heridas de tu novio.
- Si. Por favor. Yo hice lo que pude, pero necesita mejores cuidados. - Cristian se puso rojo de la vergüenza.
- Mmm... - Fue todo lo que dijo la anciana.

Los amigos desayunaron junto a la anciana, aprovechando el momento para contarle lo que había sucedido en el bosque y cómo habían logrado salvarse.

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