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- No pensé que les interesara su bienestar... - Dijo Tadeo.
- No lo hacen por nuestro bienestar. Como dije, se aseguran de que podamos seguir produciendo. De ese modo, vuelven a pasar cada tanto y tienen asegurada su "cosecha".
- Ahhh... Les dejan un poco, para que hagan más y entonces puedan volver a quitarles. ¡Qué hijos de puta! Uy... Perdón... - Dijo Tadeo avergonzado por el exabrupto.
- No te disculpes querido, lo son. Todos lo pensamos. Pero pocos se atreven a decírselo...
- ¿Qué pasa si lo hacen? - Preguntó Cristian imaginando la respuesta.
- La última vez que alguien lo hizo, unos años atrás, se armó una especie de festejo educador a unos kilómetros de acá. Hubo una fogata y todo. Como leña se uso la familia del señor que se negó a pagarles.
- Eso... Es... Terrible... - Dijo Tadeo imaginando el fuego y el olor a carne quemada.
¿Es por eso que su marido se enojó aún más cuando se enteró que yo soy Manipulador Fuego?
- Julio es un viejo gruñón y resentido. La vida le ha dado demasiadas desgracias. El detesta todo tipo de dones. Pero sí, en particular nos desagrada aún más el Fuego. Tanto por ser con el que nos amenazan, como por ser el más destructivo y lleno de maldad.

Tadeo quiso argumentar en su defensa. Sabía que mucha gente creía que el Fuego solo servía para destruir. Incluso él lo había pensado... O quizás aún pensaba...
Su maestro siempre le había dicho que era el objetivo más difícil a lograr por cada Manipulador Fuego. Mostrarse útil y no únicamente destructivo ante los demás.
No quiso responder. En parte para evitar una pelea. En parte porque en el fondo sabía que aún no tenía los argumentos suficientes.

El desayuno continuó en silencio.
Marta y Cristian fueron al cuarto de Tomás a revisar las heridas de Julián.
Tadeo en cambio salió de la casa. Tenía pensado hacer un poco de práctica con sus Manipulaciones.

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