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Julio comenzó con los trabajos en el granero, donde los animales se habían calmado un rato después de que el ruido de la lluvia sobre el techo de chapa cesara.
Cristian observó con atención cómo el anciano atendía a los animales. Nunca había estado en una granja y conocía muy poco de las labores propias del rubro.
Notaba que Julio lo hacía parecer mucho más sencillo de lo que suponía que era. Seguramente llevaba décadas dedicado a eso.
Quiso empezar conversación algunas veces con preguntas o comentarios sobre lo que hacía Julio, pero solo recibió respuestas secas que no daban lugar a seguir hablando.
Por suerte para el mediodía la lluvia paró y pudo dejar de concentrarse en ella.
Decidió que ya no tenía sentido seguir en el granero así que volvió a la casa, donde Marta y Julián preparaban el almuerzo y Tadeo terminaba de bañarse después de haber organizado las pertenencias de su mochila.

- ¡Ey Teddy! ¿Entrenamos? - Le dijo Cristian al cruzarlo en el pasillo que conectaba el pequeño baño con la habitación de Tomás.
- ¡Sí dale! Ya dejó de llover ¿No?
- Si. Vamos.

Los dos amigos fueron al mismo claro en donde Tadeo había entrenado el día anterior.

- ¿Querés hacer algo en particular o no...? - Preguntó Tadeo.
- Emmm... No... No se... Creo que no... ¿Qué hacemos?
- Si querés te muestro lo que hice ayer.
- Ah si. Dale.

Tadeo tomó distancia de su amigo y relajó su cuerpo. Comenzó a concentrarse, sintiendo el poder en su interior. Visualizó lo que quería materializar y creó los chorros de fuego propulsores que comenzaron lentamente a desprenderlo del suelo, elevándolo a pocos centímetros de altura.

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