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Los amigos siguieron entrenando un rato más hasta que el agotamiento los venció y volvieron a la casa. Ambos estaban satisfechos de comprobar su nuevo nivel de poder.

Al regresar encontraron a la pareja de ancianos sentados en unas sillas desvencijadas, tomados de la mano. Contemplaban la puesta del sol.
Hubo algo en esa escena que se grabó en la mente de Tadeo. Como un cuadro que no pudiera descolgarse.
La mirada de ambos volaba hacia el sol escondiéndose, pero eran diferentes. La de Julio mostraba cansancio, dolor y angustia. Parecía la mirada de alguien que carga un gran peso hace mucho tiempo, demasiado quizás; pero aún así no se acostumbra. La mirada de alguien que quiere hacer algo, quiere proteger algo; pero se siente cansado y abatido y ya no sabe cómo hacerlo.
Los ojos cansados de Marta dejaban ver otros sentimientos; había pena. Había angustia sin duda, pero parecían los ojos de quien ya ha sufrido lo impensable, pero lo ha aceptado y ha hecho las paces con su alma y su pasado; ha llegado a una comprensión más allá del tiempo y se ha liberado de este mundo.

Todas esas sensaciones quedaron impresas en la imagen que retuvo Tadeo de un simple momento, como era ver a dos viejos amados sentado lado a lado, tomados de la mano, mirando al sol ponerse, quién sabe ya cuántas veces.

- Ey Teddy ¿Estás bien? - La voz de Cristian lo devolvió a la realidad.
- Ehhh... S-sí... Sí. Colgué. No pasa nada.

Los amigos fueron a la pieza de Tomás y encontraron a Julián despierto, leyendo.

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