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Tadeo alcanzó a sus amigos y observó la escena con desesperación.
Cristian colgaba cabeza abajo, sujeto solo por un tobillo de una soga que lo había levantado 2 metros.
Julían se revolcaba en el suelo, con una trampa en su pierna, de la cual la sangre no paraba de salir.
Lejos de paralizarse, su cuerpo actuó más rápido que su cabeza.
Se acercó al árbol, sujetó la soga que iba desde la base del árbol hasta el pie de su amigo, pasando por una rama y la quemó, luego fue bajando a su amigo sin soltar la soga, lo más rápido que pudo sin lastimarlo al llegar al suelo.
Mientras Cristian se incorporaba, con la cara totalmente roja por la subida de sangre, Tadeo se había acercado a Julián y hacía fuerza para abrir la trampa, logrando finalmente liberar la pierna de su amigo, quien gritaba mientras le caían lágrimas de dolor.
Una vez puesto en pie Julián, apoyado tanto en Tadeo como en Cristian, se prepararon para seguir avanzando, pero sus atacantes ya estaban cerca, corriendo a toda velocidad hacia ellos, a menos de 50 metros, cuchillo en mano.
Una daga voló hacia ellos y rozó la pierna izquierda de Cristian, dejando un pequeño corte.

- ¡Ay! - Exclamó el Manipulador Agua.

Julián estaba fuera de si. La situación era aterrorizante. Los enemigos los alcanzarían en segundos y ellos apenas podían mantenerse en pie. Iban a ser masacrados por un puñado de enfermos psicópatas en un maldito bosque a la luz de la luna.
Entonces sucedió. La desesperación y el miedo se apoderaron de su cuerpo. La proximidad de la muerte activó algo en su cerebro, enviando torrentes de adrenalina por todo su cuerpo y comenzó a dominarlo involuntariamente.
Realizó un giro con sus brazos, abarcando todo el espacio a su alrededor y se encerró junto con Cristian y Tadeo en una burbuja de viento.
Podía sentir su corazón golpeando con fuerza contra su pecho y notaba su vena carótida impactando en su cuello. Pero también sentía algo más, algo mucho más profundo.

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