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- ¡JAJAJA! - Las risas estallaron en el bosque, todos los atacantes reían, con voz enfermiza.
- No nos hagas reir mocoso. - Dijo la mujer, ubicada detrás del grupo, junto al lanzador de la flecha que hirió a Julián.
No hay nada que puedan hacer, asquerosos Manipuladores. Este bosque es nuestro y también todo lo que entra en él. Hace rato no nos divertíamos. Fuiste muy astuto, pero nosotros más. Ahora nos toca a nosotros enseñarles una lección.
- ¡Calláte hija de puta! - Gritó con odio Cristian.
¡Si vuelven a dispararnos los vamos a destruir!
- ¡JAJAJA! El pendejito está enojado porque le tocamos al noviecito. - Las risas continuaban y parecían el único sonido en la noche.

Los arcos se tensaron y más flechas salieron disparadas hacia el grupo, tanto desde el frente como de la retaguardia.
Julián dio un giro rápido con su cuerpo y brazos y se envolvió junto a sus amigos en un campo de viento que neutralizó los proyectiles. Pero el movimiento le provocó un profundo dolor en la herida y soltó un grito.

- Chicos, estamos en desventaja, tenemos que escapar. Tadeo, no te contengas más. Quemálos a todos si es necesario. Es ellos o nosotros. - Dijo Julián desesperado.

Tadeo no terminaba de procesar la situación. Todo estaba sucediendo muy rápido. La sangre en el cuerpo de su amigo lo distraía, no podía olvidar su pesadilla. El miedo lo estaba dominando, nublando su vista y afectando sus sentidos. Temía por su vida. Temía por sus amigos.
Julián estaba arrodillado sobre una pierna por el dolor. Más flechas volaron hacia ellos. Esta vez fue Cristian quien los protegió creando paredes de hielo que frenaron los disparos.

- ¡Tadeo! ¡Reaccioná Tadeo! - Gritaba Julián.

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